One Love, la biopic sobre el máximo referente del reggae, llega este jueves a los cines; protagonizada por el actor británico Kingsley Ben-Adir y producida por la familia del artista, la historia refleja más la búsqueda creativa que los instintos de un genio polémico
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¿Qué es el reggae? En 1979, Bob Marley respondía en una entrevista: “Es la música que explica la realidad de las cosas que no decimos, lo que no se enseña en el colegio”. El artista jamaiquino fallecido en 1981, homenajeado en la biopic One Love, que llega este jueves 15 de febrero a los cines y cuya imagen sigue dando la vuelta al mundo, invitó a una “revolución” a través de la música. Sus mensajes de paz y amor, en contra de las barreras raciales, la pobreza y la corrupción, contrastaron, sin embargo, con aspectos del hombre detrás del personaje.
Como un profeta, el legendario cantante clamó por un mundo sin violencia y por la liberación de las almas, tanto con sus letras como con su adscripción al movimiento rastafari, un credo bíblico surgido en la Jamaica de un siglo atrás para reivindicar la vuelta a África y los valores de la bondad, el despertar espiritual y, entre otros, el ecologismo, pero también originalmente homofóbico y patriarcal.
La subordinación de la mujer planteada por la religión estuvo presente en la vida amorosa del máximo exponente del reggae. En la biografía que escribió su viuda, Rita Marley, dos décadas atrás, la también cantante menciona el autoritarismo, gestos violentos e incontables relaciones que su esposo mantuvo con otras mujeres. “Ellas me respetaban y Bob me enseñó a respetarlas. No me creía con derecho a destruir sus relaciones, aunque a veces la situación me resultaba dolorosa. Me cansé de estar en medio. Mientras se me respetase y se cumpliera con las necesidades económicas mías y de los niños, lo dejé tranquilo. ¡Por mí podía acostarse con el planeta entero!”, relató quien sin embargo describió una y otra vez al músico como una persona “bondadosa” y con quien compartió “una hermandad” de por vida.
Robert Nesta Marley, un joven rural nacido en 1945, y Alpharita Constantia Marley Anderson, una chica del gueto de Trench Town un año mayor que él -hoy con 77 años-, se casaron jóvenes, en 1966. Rita, que luego estudiaría enfermería, venía de una familia de músicos y empezó a cantar desde niña, influenciada por el R&B que llegaba por radio desde Estados Unidos y por el ska y otros ritmos que sonaban en la isla. Cerca de la casa donde vivía con su tía ensayaba un grupo llamado The Wailers, que empezaba a grabar sus primeros sencillos de rock steady. Al ver pasar a aquellos músicos hacia Studio One, el “Motown de Jamaica” (donde prestaban guitarra a quien no tenía dinero: “La mayor parte del tiempo era Bob quien tenía esa guitarra”), la joven conoció a Peter Tosh, Bunny Livingston y a Marley.
La música fue un nexo de unión entre ellos desde el comienzo, y todavía lo es: Rita y su familia gestionan el legado del ídolo fallecido a los 36 años y lo siguen recordando con frecuentes publicaciones en las redes sociales. La esposa de Bob integró varios grupos de voces de mujeres (Las Soulettes, I-Threes), que acompañaron en el escenario y grabaron con los Wailers.
Rita, que ya tenía una hija -Sharon-, fruto de un romance de juventud, pronto se convertiría en la “sombra” del artista. En sus memorias, No Woman No Cry: mi vida junto con Bob Marley (2004), esta afrodescendiente nacida en Cuba recuerda el clima de pobreza y violencia que reinaba en aquellos suburbios, así como sus salidas con Bob a los salones de baile, el primer beso en el cine Ambassador (al que iban los pobres) o su primer encuentro sexual en la cocina de la casa donde Marley vivió después de abandonar la vivienda familiar. “Estoy enamorada de este hombre”, pensó después de que se besaran en una playa, mirándose a los ojos mientras cantaban, como en “un boca a boca”.
Se casaron “de forma impulsiva” luego de que Cedella Malcolm Marley, madre del cantante casada con un estadounidense, enviara a su hijo un pasaje para viajar a los EE.UU. Él no se iría sin Rita: ya eran “el uno para el otro, almas gemelas con una química natural y positiva”, afirma ella en el libro, pero lo hizo. Viajó a Delaware, trabajó en una fábrica y en un hotel, y volvió de Estados Unidos a los ocho meses.
Entregados a un estilo de vida rasta, se dedicaron a ampliar la familia. Primero llegó Cedella (su apodo era “Nice Time”, como la canción) y, como “la música es arte pero también negocio”, fundaron el sello Wail ‘N Soul’M (en referencia a los Wailers y las Soulettes), a través del cual producían sus discos. Vivían en la casa de la tía de Rita, donde improvisaron un espacio de venta de vinilos, que Rita también repartía en bicicleta, y allí se juntaban a tocar con amigos de Bob. “Con él, mucha gente aprendió la disciplina y la paciencia necesarias para hacer música”, postuló ella.
La pareja quería independencia y se mudó a la casa que el padre de Bob -un oficial británico- había dado a su madre en St. Ann’s, en Nine Mile, sin electricidad y donde plantaron papas, coles y demás. Con los pocos discos que vendían en Kingston, compraban lo que necesitaban. “Él tenía un solo par de calzoncillos, que Rita lavaba cada noche”. Pasada la experiencia, volvieron a Trench Town, y Rita retomó su actividad con las Soulettes, “las Supremes del Caribe”, que empezaban a conocer la fama.
Peleas violentas
Más tarde, la pareja se mudó a otro inmueble por rispideces con “Tía”, que era quien alertaba a su sobrina sobre lo que no iba bien en la pareja. “A veces Bob y yo teníamos peleas violentas, aunque como niños, no para ‘matarnos’, sino peleas de amor”, cuenta en sus memorias, donde replica las advertencias que le hacía su tía: “¿Por qué tienes la cara así o que te ha pasado en la mano? Cuando un hombre te pega, la cosa va mal. Está claro que te maltrata”, le decía.
Sin embargo, para Rita, el suyo y el de Bob “era un amor inquebrantable”. “Éramos más que marido y mujer, éramos amigos”, escribió. La música como puente seguía presente: el grupo Wailers/Soulettes empezó a sonar en radio y TV y los shows comenzaban a traspasar fronteras; tocaban en Cuba y otros países del Caribe.
El cantante de soul estadounidense Johnny Nash y su socio Danny Sims buscaban material para su discográfica, JAD Records, e iban a Jamaica con frecuencia. Al ofrecerles un contrato, los jamaiquinos empezaron a ganar dinero, y al poco tiempo Nash se los llevó a Nueva York en una época que fue poco feliz para Rita: su esposo “flirteaba con otras mujeres”. Por aquel entonces, también nacía Ziggy Marley, el varón que Bob tanto esperaba.
JAD encargaba versiones de la música de los Wailers: “Stir it Up” fue un gran éxito y también “Guava Jelly”, versionado por Barbra Streisand. Con la capacidad compositora de Bob, querían convertir a Nash en estrella, mientras los músicos solo recibían las regalías mínimas. El sello tenía los derechos y se se vieron engañados. Poco o nada del material grabado se publicó en vida de Bob, aunque el mercado se inundó con aquellos temas tras su muerte.
A comienzos de los 70, Bob y Rita volvieron sin ingresos a casa de “Tía”; su música no sonaba ni en Estados Unidos ni en Jamaica. Nuevamente embarazada y por necesidad, ella viajó a Estados Unidos para trabajar de criada. Mientras Bob escribía en Jamaica temas como “My Woman Is Gone”, “Baby” o “Come On Home”, también dejaba embarazadas a la par a otras dos mujeres, cuyos hijos nacieron casi a la par que Stephen Marley. “Me di cuenta de que nos estábamos separando, alejando, y me enojé”, confesó ella, que acabó queriendo a esos chicos “como a sus hijos”. Seguía adorando a Bob “pero ya no podía confiar en él”. No se divorció porque no era propio de una rasta, y puso su empeño para que fueran amigos y familia.
El productor Chris Blackwell decidía apostar entonces por su música con su discográfica, Island Records. Les compró una casona en un barrio residencial de Kingston, en el 56 de Hope Road, que se convirtió en un hervidero de actividad (aunque Rita no quería ese ambiente para sus hijos) y donde Bob llegó a sufrir más tarde un atentado. En esa propiedad que es hoy el principal museo dedicado a Marley en Jamaica, se instalaron los Wailers y Bob tenía amoríos con otras mujeres. El sello les editó su primer álbum, Catch a Fire, que fue un éxito inmediato.
Rita se fue a Bull Bay mientras Bob se relacionaba con la fotógrafa Esther Anderson. Allí tuvo su primera casa y se dedicó con éxito a la agricultura. Bob a veces iba, hacían el amor y volvían las promesas. “Apoyaba a Bob en todo lo que hacía y nunca dejé de confiar en él, mantenía muy bien a su familia y era generoso con el dinero”.
Amoríos
Rita relata que aunque siempre estuvieron casados, Anderson no fue la primera ni la última mujer extraoficial de Bob. “Quizás por el hecho de que hubieran tantas y tantas mujeres, cada vez me resultaban menos amenazadoras, aunque con algunas incluso tuviera hijos… Yo acabé cuidando de muchos de ellos”, apuntó Rita, que a pesar de ello mantenía con él relaciones esporádicas. “El nidito para esos encuentros era el sótano”, que usaban como estudio, y la música era su “alimento”.
Los hijos mostraban talento y empezaban a seguir sus pasos. Bob aparecía con otras mujeres mientras Rita iniciaba un vínculo con el futbolista jamaicano Owen “Tacky” Stewart. El rey del reggae se mostraba posesivo y ella, cansada, le dijo que no tendrían más relaciones sexuales. Ella lo rechazaba pero él insistía en que “era su esposa y la deseaba”. Finalmente volvió a quedar embarazada, todo mientras el músico se mostraba con su nueva novia, la Miss Mundo Cindy Breakspeare, a quien también dejó embarazada. En 1974, Rita dio a luz a Stephanie Marley.
Con la compañía de Tacky (“alguien se preocupó por mí y eso me salvó, porque la frustración y la ofensa que me provocaba el estilo de vida de Bob estaban acabando conmigo”, dijo ella), empezó a regentar un restaurante de productos naturales en Hope Road, y Bob era su mejor cliente. “Tenía que estar junto con mi marido para que comiese bien”, dijo Rita, mientras cuidaba de varios de los hijos de las otras mujeres. “Cargaba con mi cruz pero también creo que se trataba de un amor incondicional. No aprobaba lo que Bob hacía pero no podía impedirlo. La mayoría no eran relaciones serias y él solía decir: ‘Un hombre debe tener suficientes mujeres’”. Rita lo aceptaba. “Él sabía que podía contar conmigo, que no me interesaba el glamour, ni las fantasías ni la fama, que yo lo devolvería a la realidad porque había estado a su lado desde el principio”, dijo.
Ya separado de Peter Tosh y Bunny Livingston, comenzaría una etapa de nuevos éxitos para Bob Marley and the Wailers, junto a las I-Threes, con siete años por delante de giras por África, Europa y Estados Unidos, junto a la grabación de nuevos discos.
Marley inició entonces un romance con Pascalene, una princesa de Gabón. “Aunque habíamos acordado ser amigos y yo había soportado bien su talante mujeriego, tenía que seguir enfrentándome a su actitud posesiva para conmigo, a la que nunca renunció. Cometía sus infidelidades delante de mis narices, y a la vez desconfiaba de mí. ¿Es necesario que tengas algo con alguien a todas las ciudades a las que vas?”, se preguntaba Rita. Cuando se alojaban en los hoteles, él revisaba las cuentas para ver si ella había hablado con Tacky. “Resulta difícil creer que fuese tan celoso”. Un día la encontró con un técnico en la habitación fumando marihuana y reaccionó violentamente: “Bob me levantó de la cama gritando como un poseso, me sostuvo en alto unos instantes y luego me dejó caer. Y todo mientras él estaba con otra de sus novias durante la gira”, contó Rita.
Rita estaba preparando su álbum cuando Bob se enfermó, y abandonó su proyecto, puesto que “él era su prioridad”. En los últimos y más exitosos años de la vida del máximo exponente del reggae, ella cantó con él. “Trabajar con Bob siempre era algo nuevo e interesante, quienes lo hicieron lo corroboraron”, sostenía.
Un concierto por la paz
Tras la independencia de Jamaica del Reino Unido, en 1962, la población negra había ganado en derechos pero en la isla había altos índices de pobreza y criminalidad. En 1976, ya famoso mundialmente, Marley era considerado la voz del pueblo tras conseguir que el mundo se fijara en Jamaica, y Hope Road se convirtió en una especie de centro de asistencia social. Día y noche llegaba alguien pidiendo verlo o se alojaban personas que se escondían de otras bandas. Los partidos políticos pidieron al artista que ayudara a estabilizar el país y a apaciguar a las juventudes de los guetos. Entonces se organizó un concierto por la paz, recordado por el famoso acto en el que Marley logra que se den la mano dos rivales políticos de la isla, Michael Manley (PNP) y Edward Seaga (JLP).
“Se rumoreaba que lo hacía para el partido del gobierno el PNP, cuando eso no era cierto. Eso hizo que le advirtiesen que lo podían asesinar. Era todo caótico. Intentaron matarnos”, relata Rita, que fue víctima de un disparo, al igual que Bob, quien se salvó porque la bala le rozó el pecho y le impactó en el codo. Durante el show, el músico se arremangó, enseñó las heridas al público y recreó el tiroteo mediante una danza, “pero estaba asustado”. La familia se trasladó una temporada a Nassau.
Marley pasó un tiempo en Londres y Rita se mudó a una zona residencial de Kingston, con los niños. Cuando por aquel entonces Eric Clapton versionó “I Shot the Sheriff”, a Bob “se le empezó a considerar un revolucionario que luchaba con su música, la mayoría de los cantantes estadounidenses importantes de la época habían escuchado a Bob Marley: Stevie Wonder quería hacer una gira con él y Roberta Flack viajó a Jamaica”. Mientras, “los servicios secretos norteamericanos controlaban los movimientos de Bob, que a veces estaba en compañía de hombres muy peligrosos; estaba un tanto paranoico y tenía los nervios a flor de piel”.
Se aproximaba la que sería su última gira. Compró una casa en Nine Mile, donde hoy está su mausoleo, pero “no se sentía feliz, hasta las mujeres se habían convertido en un problema para él”. En 1975, jugando un partido de fútbol -deporte al que era aficionado- se lesionó un dedo, tras lo cual se reveló la presencia de un melanoma maligno.
En 1980 fueron a tocar a Nueva York. Bob salió a correr por Central Park y colapsó. “El médico dice que tengo cáncer”, le dijo a su leal compañera. La enfermedad se había extendido al hígado, los pulmones y el cerebro, y comenzaron las sesiones de radioterapia, que le hicieron perder pelo. El 4 de noviembre de 1980 pidió que lo bautizaran. “Todos llorábamos”, apunta Rita. Sin el conocimiento y consentimiento de su esposa, lo llevaron a un hospital alemán donde le realizaron intervenciones de shock: lo operaron las amígdalas, le extrajeron dientes y sangre “para purificarla”, relata Rita. “Comprendí que todo sería cuesta abajo, y aunque las cosas no estuviesen bien entre nosotros él seguía buscando apoyo en mí”.
Agonizando, Marley quiso regresar a Jamaica, pero solo llegó a Miami, donde pudo reunirse con Rita y con sus hijos, a quienes dio instrucciones y dijo que siempre los acompañaría. “El dinero no compra la vida“, le dijo a Stephen. Rita cantó para él hasta que se le cerraron los ojos. Envolvió su cabeza con la banda roja, negra y verde que llevaba en la cintura y exclamó preceptos bíblicos. Los restos mortales del cantante fueron trasladados a Jamaica, “aunque lo más adecuado hubiera sido África, el lugar con que soñaba”.
Durante dos días, su cadáver yació en la capilla ardiente en el National Arena, de Kingston. Tenía un brazo sobre la guitarra y una Biblia en la otra mano. Se acercaron miles de personas y se celebraron tributos musicales en las calles. Rita cantó en su memoria, al igual que un nuevo grupo reggae conformado por Sharon, Cedella, Ziggy y Stephen, sus hijos, que se hicieron llamar los Melody Makers.
Como no había testamento, las disputas por su herencia y su legado fueron largas. Rita se reunió en Hope Road con Peter Tosh y Bunny Wailer, que no habían acudido al funeral, para hablar sobre la administración de su música. “Peter empezó arrancar las fotos de Bob de la pared. Yo veía resentimiento y ellos se mostraron inflexibles. Estaban dispuestos a hundir a Bob todavía más en la tumba y lo acusaron de ser un enemigo de su clase. Bunny me propuso que trabajara para ellos y me sorprendió darme cuenta de que, para hombres como él, las mujeres sólo eran para el sexo, la cocina, lavar ropa, tener hijos y recibir palizas. Cuando se marcharon, me dije a mí misma que había llegado el momento de ponerme la coraza y pelear”, escribió Rita, que fundó entonces su propia empresa, RRM (por Rita Marley Music y Robert -nombre original de Bob- Marley Music) y pasó del escenario a ser una mujer de negocios: aparecieron reclamos de managers, de amigos y de “hijos”. Los Melody Makers hicieron una gira para mantener vivo el espíritu de su padre. “Tuve que darle dinero a los Wailers, a las I-Threes y saldar un montón de deudas intentando ayudar a un hombre que aportó luz a mi vida y que me ayudó en muchos sentidos. Creo que él hizo algo grande al guiarme para que me encontrara a mí misma. Él me decía me había dicho: ‘eres quién eres, eres negra y eres hermosa’. Y muchas otras personas aprendieron la misma lección gracias a él”.
En el año 2000, la revista Time reconoció a Exodus como Álbum del siglo, y como Canción del siglo a “One Love”, el mismo tema que hoy da título a la biopic que se estrena este jueves en Argentina y que está dirigida por Reinaldo Marcus Green, protagonizada por Kingsley Ben-Adir y producida por la familia del artista, con Brad Pitt también entre sus productores.
En Jamaica, personas de todo el mundo siguen visitando el museo y el mausoleo de Bob Marley. “Dejó un legado para el mundo y para las nuevas generaciones, que siguen llevando sus remeras y coreando sus canciones”, escribió Rita, impulsora de varias obras benéficas en África. “Bob fue un profeta, sin túnica, pero con su vieja camisa obrera azul y sus botas, que le encantaban”, resaltó la viuda de quien cantaba: In this great future, you can’t forget your past (En este gran futuro, no puedes olvidar tu pasado).
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