Billie Joe Armstrong: "Nos convertimos en un cementerio de cultura pop"
Un nuevo disco con Green Day, una película y un musical, las ocupaciones de un punkie de la Generación X que ya pinta canas
Billie Joe Armstrong tal vez sea la mayor triple amenaza del punk rock: líder de la banda Green Day , recientemente incluida en el Salón de la Fama del Rock and Roll; cocompositor y por momentos estrella de American Idiot, el musical de Broadway que va camino de convertirse en película de HBO, y protagonista de Ordinary World, la película independiente que se estrenó en Estados Unidos el 14 de octubre.
Lo que Billie no es, como él mismo admite, es un experto en redes sociales. "Intentaré ponerme al día -dice-. Siempre pasa lo mismo. Arranco por Instagram, por ejemplo, y lo primero que me entero es de que ahora todo es por Snapchat. ¡Así que mejor déjenme en la Edad de Piedra! Hoy por hoy tengo un pie en la Edad de Piedra y el otro en el nuevo milenio."
Esa versión mixta que tiene Armstrong de la cultura queda de manifiesto en Revolution Radio, el nuevo álbum de Green Day y el primero desde 2000 que la banda -incluidos el bajista Mike Dirnt y el baterista Tré Cool- produjo sola, con un ingeniero de sonido. "Nunca nos sentimos tan libres e independientes", dice Armstrong en esta entrevista telefónica.
También se ha diversificado hacia el cine con Ordinary World, donde interpreta a un músico devenido padre haragán que decide darse el último fiestón de su vida cuando cumple 40 años. "El tema era mantener siempre ese efecto de barba de tres días durante la filmación de la película -cuenta Armstrong-. Me la tenía que recortar de la misma forma y, además, quería que se vieran las canas que empiezo a tener."
A pesar de esas canas, a los 44 años Armstrong tiene aspecto de niño?, un niño que en 2012 tuvo que ir a rehabilitación por adicción a las drogas después de un exabrupto escénico durante un festival de música. Pero Armstrong intenta lidiar con el cambio generacional. El diseño de tapa de su nuevo disco Revolution Radio tiene la imagen en llamas de un "boombox", uno de esos enormes pasacasetes que se cargaban al hombro en la década de 1970. "Es como esa sensación de lo obsoleto. Es que nos convertimos en un cementerio de cultura pop", y hace una pausa. "¡Está bueno eso! Cementerio de la cultura pop? Esa va a ser mi frase durante los próximos días."
Armstrong espera retomar el rol de St. Jimmy, el repartidor de drogas de American Idiot, de la cadena HBO, una ópera rock basada en el álbum homónimo de Green Day de 2004. Dice que el nuevo auge que tiene su carrera se debe al ambicioso proyecto de Idiot. Pero agrega: "No soy de la realeza. No soy rey de nada. Sigo en la misma banda en la que tocaba a los 16 años".
-Este es tu primer protagónico en cine. ¿Te preparaste en actuación antes de encararlo?
-No hice nada raro? O sea, no fui a tomar clases de mimo. Fue más bien el tiempo que pasamos con el director, Lee Kirk, para darle encarnadura al personaje, imprimirle un poco más mi lenguaje. Partí de mis propias experiencias y traté de ser lo más sincero que pude. Porque en teatro uno proyecta desde el escenario hacia el fondo de la sala, pero en el cine todo está en la sutileza que se despliega frente a la cámara, y eso me costó, porque no soy precisamente una persona sutil?
-Y para colmo tenías que actuar al lado de improvisadores muy experimentados, como Fred Armisen y Judy Greer. ¿Te asustaste?
-Fue bastante intimidante, pero por el enorme respeto que siento por ellos. Son gente brillante: no son más o menos buenos en lo suyo, son los mejores. Y todos pusieron lo mejor para que la cosa fluyera fácil y para pasarla bien. También llegaron algunos de los actores que interpretan padres en la película y nos pusimos a repasar escenas. Al principio me sentía incómodo, nunca lo había hecho, pero me fui relajando y salió todo bien.
-Cada vez se ven más personajes de padres no convencionales en la pantalla. ¿Te identificás con ellos?
-Es otra forma de encarar la paternidad, especialmente para los de la Generación X que ahora están criando hijos. No somos nuestros padres. Creo que actualmente estamos todos más entrenados en la sensibilidad. Mis hijos tienen 21 y 18. Ese fue mi viaje. Fui padre de muy joven.
-Y además los dos hijos te salieron músicos. ¿Hacés música con ellos?
-A veces. Más bien son ellos los que me muestran la música que les gusta o los demos que hacen con cosas de ellos, cosas de las que ni me entero. El menor, Jakob, se está convirtiendo en un muy buen autor de letras, letras muy sentidas. Y la banda de Joey es realmente buena, y además, diferente. Cero estrellas de rock. Si hay algo que comparto con ellos es el disfrute y el amor por la música.
-Arrancaste en el ambiente del punk cuando eras adolescente, en esa edad de rebeldía y odio contra todo. ¿Qué significa hoy para vos pertenecer a la escena punk?
-Creo que el punk es mucho más que rebeldía y odio. Puede ser alguien que se siente un bicho raro y encuentra por primera vez la forma de expresarse. O alguien que quiere tener su propio fanzine y escribe sobre lo que realmente cree, y no le importa nada y lo hace igual.
Los discos de Green Day suelen ser sobre sentirse un poco perdido, un poco estúpido, en medio del caos y las redes y todo lo que está cambiando. Y la línea de fondo de este álbum es acerca de lograr algo alcanzable, alguna clase de paz o serenidad en el interior del caos. La canción "Ordinary World" habla básicamente de eso. "Say Goodbye" es sobre Ferguson convertida en ciudad militarizada, con tanque y gases lacrimógenos. "Revolution Radio" también habla de todo eso. Trato de reflejar lo que veo, y a veces lo que sale es una caricatura de eso.
-En el álbum se tocan temas difíciles, como "Bang Bang", una canción desde la perspectiva de un asesino en masa. ¿La pasás bien interpretando esas canciones?
-La verdad que es difícil, es como un vértigo. Es como una válvula de escape para todos lo que la cantan en el público. Crecimos en una era de redes sociales, y manifiestos, y asesinatos en masa y narcisismo, y todo ese costado de maldad que tiene la vida en Estados Unidos. ¿Qué decir de todo eso? Uno se queda sin palabras. Lo mejor que puedo hacer es escribirlo en canción, y esa es mi liberación, y es lo mismo que le pasa a nuestro público en los últimos años.
-¿Se modificó tu proceso creativo desde que no consumís?
-Logro mejor concentración y aprendí a parar cuando estoy bloqueado. Si la canción no sale genial ahora es porque no quiere ser escrita ahora, o porque tu mente no está lista todavía para esa canción. A veces hay que saber dar un paso atrás. Y al estar despejado me dan ganas de hacer cosas. Por ejemplo, a la canción "Revolution Radio", que es tan sutil y tonta a la vez, logré imprimirle un rasgo impredecible. Tengo la sensación de que es la mejor canción que escribí en mi vida.
-¿Qué pensás de que American Idiot haya durado tanto y de tantas formas distintas?
-Lo que pasa es que está abierto a la interpretación de la gente, y sirve para cada injusticia que ocurre en Estados Unidos, así que cuando la gente lo escucha, lo adapta a lo que ocurre y el disco vuelve a tener sentido, se actualiza. Ahora todo es mucho más transparente. Hay un pequeño grupo de teatro independiente en Pensilvania, un elenco de afronorteamericanos que hicieron American Idiot para la campaña de (la ONG) Black Lives Matter ("Las vidas de los negros importan"). Cuando me enteré sentí que para ese tipo de cosas hago lo que hago. Porque la gente toma lo que uno hace y se lo apropia, y lo convierte en otra cosa.
Melena Ryzikoct
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