Billie Eilish, la nueva princesa pop con más oscuros que claros
Con apenas 17 años y mucha personalidad, debutó en el primer lugar del ranking de la Billboard con su primer disco
When We All Fall Sleep, Where Do We Go?, el primer disco de Billie Eilish, acaba de convertir a la californiana, de 17 años, en la primera persona nacida en la década de 2000 en debutar en el primer puesto del Billboard Hot 200. Además, con catorce canciones en los listados, superó los récords históricos de Cardi B, Beyoncé y Ariana Grande para convertirse en la intérprete con más canciones ranqueadas en simultáneo en los charts. Aunque el mainstream abraza a Eilish, no se trata de la clásica estrella pop adolescente.
En 2015, "Ocean Eyes", canción compuesta por su hermano Finneas O'Connell e interpretada por Billie, se volvió viral en Soundcloud. La canción, de electropop, y el videoclip que vino después del contrato con Periscope Records parecen luminosos y están llenos de aire y de la liviandad del falsetto de Billie, que podría haberla convertido en "la nueva Ellie Goulding". Sin embargo, la letra compara el enamoramiento con la sensación de caerse por un precipicio. Esos singles iniciales y el EP Don't Smile at Me plantaron el contraste como un recurso que vuelve a aparecer en el primer disco de Eilish y que define su identidad como artista. En su trabajo más reciente, frente a su voz suave, los bajos góticos de Finneas funcionan como una presencia oscura.
"Bad Guy", la canción que abre el álbum, repite en primera persona: "Soy el malo". Aunque tiene algo irónico, también es una muestra de principios que vuelve a aparecer más adelante, cuando Billie se pone en pie de guerra para cantar "You Should See Me in a Crown", una especie de himno electrónico que anuncia una batalla inminente. La pose vuelve a ser forzada, pero subraya su esfuerzo por correrse del lugar de chica bonita, dulce y etérea que les corresponde a las ídolas pop de 17 años. Esto se repite en sus canciones de chica excluida, como "Xanny", una balada antidroga sin moralina, y en "All the Good Girls Go to Hell", en la que deja la clásica sensación adolescente de "debo estar perdiéndome de algo".
Billie se permite la oscuridad y la angustia teen y se hace cargo del valor de ser espejo de otras personas de su edad, mientras es seguida en Instagram por casi 19 millones de usuarios. "Estoy sintiendo todo por primera vez. (Los adultos) están acostumbrados al amor, a que te rompan el corazón, al dolor y a querer morirse, pero para alguien joven todo es nuevo y aterrador", dijo en una entrevista con NME sobre quienes desestiman, por su corta edad, lo que tiene para decir. Cualquier semejanza con la Lorde inicial es pura coincidencia. ¿O no?
En "Wish You Were Gay", una canción de desamor en la que desea que el chico que ama fuera homosexual para así justificar que no le corresponda, Billie empieza a encontrar formas nuevas de contar sentimientos universales con gracia, simpleza y vulnerabilidad. En "When the Party is Over" luce su capacidad como cantante al estar menos intervenida su voz, y profundiza sobre la que parece ser su concepción del amor, una sucesión de cortocircuitos. Esas ideas sobre el romance también están presentes en "8", en la que irrumpen su voz infantilizada y un ukelele. Es una de las rarezas del disco, como cuando en "My Strange Addiction" los versos se alternan con sampleos de diálogos de la serie The Office.
Billie Eilish logra desbloquear un nuevo nivel del drama teen, muchas veces enunciado y estereotipado por los adultos, al poner ese dolor y fragilidad en sus palabras poderosas y posicionarlas en la cima de los rankings de ventas.