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“Voy a empezar una revolución desde mi cama”, se los escucha cantar a los hermanos Gallagher en “Don’t Look Back In Anger”, ese himno de Oasis lanzado en 1995. En gran medida, la composición del britpop nos estaba interpelando, con cierto optimismo, a innovar con los recursos que tuviéramos a mano, desafiando el statu quo, dinamitando arcaicos abordajes para empezar desde cero, con nuevas reglas.
Cuesta no recordar esa frase que nos dejó esa enorme banda cuando uno escucha a Billie Eilish interpretar los que son, también, poderosos himnos. Temas como “Xanny”, “Listen Before I Go”, “I Love You”, “Goodbye”, When The Party Is Over” y ese hit que es “Bad Guy” no están dirigidos a una audiencia acotada porque Eilish es mucho más que una artista que apela al moderno concepto de teen angst [angustia adolescente]. Tópicos como la depresión, los duelos, el amor no correspondido, el miedo a la soledad, las despedidas, conectan con toda generación, aunque Eilish, por su edad (actualmente tiene 19 años), haya calado lógicamente en el mundo juvenil.
O’Connell -tal es su apellido, Eilish es uno de sus tres nombres- es un fenómeno del pop absolutamente atípico. Una joven que hizo la revolución desde una cama, donde se sentaba para grabar mientras a su lado, en un escritorio, su hermano y productor, Finneas, la grababa. En una modesta casa de Highland Park, en Los Ángeles, sus padres, la actriz y guionista Maggie Baird y el constructor y ocasionalmente actor Patrick O’Connell, cada tanto se asomaban para escuchar los temas que estaban componiendo sus hijos, brindaban alguna devolución, y luego se retiraban para jugar con el perro en el jardín. Los hermanos, mientras tanto, continuaban haciendo, sin saberlo, su propia revolución musical. Estudiando en su casa, con el apoyo de sus padres para cultivar ese talento para la música, y sin constantes visitas de ejecutivos de discográficas. Dos hermanos, el mayor y la menor, componiendo libremente. Por momentos, riéndose. Por otros, frustrados. Siempre, muy unidos.
Yendo de la cama al living. Así se gestó When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, el primer trabajo discográfico de Eilish editado en 2019 que le valió nada menos que cinco premios Grammy, incluido el de álbum del año. La joven se enteró de las nominaciones una mañana en la que su madre fue a su habitación para contarle. Por no querer saberlo o porque simplemente para ella lo importante no estaba en esa noticia, Eilish dormía imperturbable.
La imagen, tan inocente como refrescante en esta era del pop, es una de las tantas que capta el realizador R.J. Cutler en The World’s a Little Blurry, el documental que retrata íntimamente a una joven que, con tan solo 13 años, lanzaba su primer single, “Ocean Eyes”, un éxito que fue eventualmente incluido en el EP Don’t Smile At Me, dos años antes del lanzamiento de su aclamado álbum debut que resignificaba el denominado bedroom pop, y que halló en SoundCloud primero, y en Spotify después a sus perfectos aliados.
The World’s a Little Blurry, disponible a partir de hoy por el servicio de streaming Apple TV+, bien podría ser definido como un documental coming of age con un recorrido claro: desde el lanzamiento de “Ocean Eyes” al triunfo en los Grammy. A su realizador -como ya había demostrado en otros de sus numerosos trabajos, como el documental Belushi- no le interesa tanto la parafernalia que rodea a los premios como sí poner la lupa en el arte como algo maleable que va adaptándose a los contextos y al mismo tiempo desafiándolos. En el arte, también, siempre emerge una figura rupturista que no desea ir por el camino tradicional. O quizá no se trate de una autoimposición. En este caso, Eilish simplemente es. Eilish simplemente lo hizo.
Desde su batalla contra la depresión, la compañía de sus padres en todas las giras, el sentirse abrumada por su meteórico ascenso a la fama, a cierta imposibilidad por disfrutar del éxito por estar atravesando la ruptura de una relación que iba a contramano de su estabilidad emocional, The World’s a Little Blurry [”el mundo está un poco brumoso”, frase de su canción “ilomilo”], en sus más de dos horas de duración, está a la altura de su objeto de estudio y se va mimetizando con la artista en su autenticidad, su pasión por el proceso creativo, y su búsqueda por los momentos de quietud.
En diálogo vía Zoom con LA NACION, Cutler, quien estuvo un año al lado de Eilish, habló sobre cómo fue la concepción de una obra necesaria para comprender cabalmente qué significa para una joven que lucha contra sus propios miedos y ansiedades el haberse convertido en una estrella.
-¿Qué te atrajo de Billie como para querer retratarla en un documental?
-¡Es Billie Eilish! Me invitaron a conocerla y no me llevó demasiado tiempo estar interesado, curioso e intrigado por su figura. En ese momento, ella seguía grabando su primer disco con Finneas. Ese recorrido creativo que hicieron era lo que más me atraía, además del componente de la vida adolescente, por lo cual fue una combinación de factores.
-Respecto a la vida adolescente a la que te referías, ¿siempre quisiste que el documental tocara esa fibra de las obras coming of age [de crecimiento]?
-Sí, por supuesto, ese era el objetivo. Cuando conocí a Billie en realidad todavía no tenía la estructura del documental, pero sí se me hizo evidente que estaba ante una historia coming of age. Yo le confesé a Billie que me identificaba con su obra como si fuera una chica adolescente, creo que fue una de las primeras cosas que le dije. Es un momento fascinante de la vida el que muestra el documental: la adolescencia, un momento de transición monumental, de cambios y transformaciones. Y en cuanto a Billie la artista, en ese costado también se vivió un proceso de transformación. El hecho de que ambas cosas convivieran me resultaba muy interesante.
-Ella es muy reservada en ciertos aspectos de su vida, ¿en algún momento se mostró dubitativa ante la idea de un documental?
-Cuando nos conocimos ella ya estaba con curiosidad respecto al proyecto de un documental, por lo cual si hubo un instante de duda o de diferentes pensamientos al respecto, yo nunca lo supe por parte de ella. Lo que sí puedo decir es que si hubiese dudado un poco, directamente no lo hubiese hecho. Billie es la jefa. Para ser honesto, en el año que pasé con ella, en lo único en lo que no se puso en rol de jefa fue en la filmación de mi documental.
-¿Cómo la describirías?
-Creo que en el documental concibo mi descripción de ella, o cómo la percibo. En todos los aspectos es una persona que se muestra tal cual es: como persona, artista, figura cultural, celebridad, amiga, hermana, hija, objeto de estudio de un documental. Ella es muy honesta.
-¿Cómo era la atmósfera en la casa donde se grabó When We All Fall Asleep, Where Do We Go? ¿Cómo fue estar en contacto con la familia, un pilar tan importante para Billie?
-Lo que ves es lo que es. Los padres, Patrick y Maggie, son dos personas increíbles. De todas formas, fue un proceso, porque uno tiene que desarrollar un vínculo con ellos. Estás creando vínculos personales, pero a la vez está el costado profesional. Pasamos un gran año juntos, aunque por momentos no fue fácil, porque para ellos no fue un año fácil. Lo cierto es que los quiero mucho a todos, no podría haber disfrutado más mi tiempo con ellos. Me dieron el mejor regalo: el de la confianza. Me abrieron las puertas de su casa, donde a la vez había una artista que estaba haciendo su propio trabajo. Me confiaron su historia. Más no puedo pedir.
-¿Por qué elegiste titular el documental con una frase de “ilomilo”?
-Estuvimos un tiempo pensando en diferentes títulos, y nos los mandábamos unos a otros. Yo sabía que quería algo que viniera de la obra de Billie, algo que resonara, que no fuera literal. No quería que se llamara La historia del año en que saqué mi primer disco, estaba buscando algo apropiadamente poético, y fue Billie quien sugirió The World’s a Little Blurry, y le dije ‘bingo’.
-Le dedicás un largo tramo del documental a cómo Billie, cuando era muy chica, estaba enamorada de Justin Bieber, a quien eventualmente termina conociendo, ¿buscabas crear un paralelismo entre el ascenso a la fama de ambos en plena adolescencia?
-Sí, esa fue la decisión creativa que tomé a partir de ese enamoramiento de ella. La narrativa de Justin busca mostrar eso que decís, y al mismo tiempo la relación que construyen es genial porque Justin significa tanto para Billie como Billie para él.
Billie Eilish: The World’s a Little Blurry ya está disponible en APPLE TV+.
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