A los 87, el músico acaba de publicar su segundo disco en solitario desde que dejó el grupo que compartió con Keith Richards, Mick Jagger, Ron Wood, Mick Taylor, Charlie Watts y Brian Jones
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El 1° de agosto de 1994 los Rolling Stones comenzaron por primera vez una gira sin Bill Wyman, su histórico bajista. Treinta años se cumplieron desde aquel hecho que no tuvo vuelta atrás. Hace poco más de treinta horas, Wyman publicó un nuevo álbum en solitario, Drive My Car, a casi nueve años de su disco anterior.
El asunto da para el debate. Hay quienes piensan que los artistas con varias décadas de exitosa carrera discográfica no necesitan seguir publicando discos, más allá del propio placer que esto les genere. Imaginemos entonces la situación de Wyman, el stone más longevo, actualmente con 87 años y discos publicados desde 1962. Ni siquiera el público necesita más discos de esos artistas porque ya cumplieron y muchas veces superaron todas las expectativas. Pero ellos no pueden dejar de grabarlos, que es una manera de seguir existiendo.
La escucha, en esos casos, suele ser afectiva, tanto como las motivaciones que los propios artistas tiene al momento de decidirse a grabar una nueva producción. Y este Drive My Car de Wyman puede ser un ejemplo muy concreto. Un álbum de sonido clásico, desarrollado a partir de esa gran familia de formas musicales derivadas del blues. Tiene canciones propias que suenan desde una voz que es casi un susurro, gastada y agradable, como todo lo que suena a su alrededor y sirve para decorarla. Incluso, puede haber algo jactancioso. Porque el veterano Bill hay tomado canciones de otros autores, muy famosos, y hasta ha apelado a la amistad que mantuvo con ellos para trazar un link (¿histórico?) con este álbum.
El disco comienza con “Thunder On The Mountain”, de Bob Dylan. Y Bill tiene algo para decir al respecto, a propósito del lanzamiento del álbum: “Conozco a Bob desde mediados de los 60. Nos llevaba a Brian Jones y a mí a los clubes de Greenwich Village cuando estábamos en Nueva York. Fuimos muy buenos amigos durante un tiempo, era un tipo realmente agradable”. Más adelante sonará “Light Rain”, de Taj Mahal. Y Bill memorará que su amistad con el blusero data de 1968, cuando el artista fue invitado a participar en el especial de televisión, The Rolling Stones Rock ‘n’ Roll Circus. Más adelante, un tributo a John Prine con el tema “Ain’t Hurtin’ Nobody”. “Éramos grandes amigos, y los Rhythm Kings [otro de los proyectos musicales de Wyman] hicieron algunos de sus temas. ¡Qué letrista!”.
Sin tener que darle explicaciones a nadie, hizo el disco que tuvo ganas de hacer, con la música que tuvo ganas de tocar. Pero su satisfacción más grande fue cuando lo puso a consideración de su entorno y la devolución que tuvo fue: “Los amigos a los que se lo hice escuchar me han dicho cosas como: ‘Realmente suena como vos’, y eso me hace feliz. Nunca he intentado ser otra persona, básicamente soy Bill”.
¿Qué significa ser Bill Wyman? Más allá de la respuesta que él mismo pueda dar, desde 1962 se hizo famoso con una banda de rock con la que, inicialmente, no pensaba que ganaría más que unos pocos chelines. Adoptó los hábitos de estrella de rock, esos que hoy (porque el mundo a veces evoluciona) cayeron en desuso y se retiró de jugar en las primeras ligas cuando sintió que ya había cumplido una etapa.
“Me fui en 1991, ¡pero no me creían! Se negaban a aceptar que me había ido. No fue hasta 1993, cuando empezaban a reunirse para la gira de 1994, cuando me dijeron: ‘Te has ido, ¿verdad?’ Y yo les contesté: ‘Me fui hace dos años’. Finalmente lo aceptaron, así que dicen que me fui en 1993″. Los rumores sobre los reales motivos circularon en diferentes andariveles. Por un lado, se habló de las diferencias que podía tener con Jagger y Richards, que comandaban la banda; por otro, se habló de un real agotamiento de ese tipo de vida, especialmente por cierta aversión a los viajes en avión y las giras”.
La otra vida
“Simplemente tuve suficiente -dijo más de una vez-. Estaba en la mitad de mi vida y pensé: ‘Tengo otras cosas que quiero hacer’. Quería hacer arqueología, escribir libros, hacer exposiciones fotográficas y jugar al críquet de manera benéfica. Leía sobre culturas antiguas mientras viajaba y también hacía fotos. Quería vivir otra vida. Lo raro -explicó durante una entrevista que ofreció en abril pasado al portal inglés Mirror- es que desde que me fui, hasta el día de hoy, sigo soñando que estoy de gira, como si estuviéramos en un camarín o en un hotel. Sigo teniendo esos sueños, y sueño con otros amigos como David Bowie. Todos son muy agradables pero muy confusos”.
“Cada miembro de los Rolling Stones dejó y aún sigue dejando su huella a través de rasgos y características muy marcadas -dice Diego Perri, uno de los fans y coleccionistas que más sabe de la banda, en la Argentina. De hecho, fue el mismísimo Wyman quien escribió unas líneas para prologar el último libro de Perri, Stones fuera de Stones, que se publicó meses atrás. “Todos dueños de personalidades fuertes, atractivas, intelectuales y altamente seductoras, inclusive por fuera de lo musical, simplemente porque no son sólo músicos, son artistas, únicos e irrepetibles. Bill Wyman no escapa a eso. Fue el primer integrante en emprender su carrera solista porque su faz compositiva no era contemplada en el seno de la banda, acaparada por esa firma tan poderosa que sigue siendo la de Jagger/Richards. Ya en la década del sesenta componía sus propios temas y producía a otros artistas”.
En la torre de marfil del rockstar
Hasta ese momento, no vivía de otro modo que no fuera la vida del rockstar. Desde su juventud, Wyman cayó en los estereotipos del rockero famoso, lo mismo que varios de sus socios de la banda. Las novias que aparecían en sus vidas solían ser del mundo del modelaje o de la actuación, y a pesar de que los músicos envejecían, las relaciones siempre eran con personas de la misma edad o cada vez más jóvenes. Luego de su divorcio de Diane Maureen Cory (con quien se había casado en 1959, cuando todavía no era famoso), comenzó una relación con Astrid Lundström que duró 15 años, entre 1967 y 1983. Para esa época conoció a una adolescente de 13 años, llamada Mandy Smith, con la que se casó años después, cuando ella cumplió 19. El tenía 52. “La gente ya no es tan protectora con las celebridades como lo era antes”, dijo Mandy, un par de décadas después de esa relación. De hecho, luego del divorcio, lo acusó de haberla inducido a tener relaciones siendo ella menor de edad y la disputa terminó con un arreglo económico. “Yo era menor de edad, pero fui cómplice. Ahora lo veo en blanco y negro. Trabajo con adolescentes. Veo lo vulnerables que son”.
“Wyman tuvo una larga lista de romances y affaires dentro de la famosa trilogía prácticamente patentada por la banda: sexo, drogas y rock and roll (aunque nunca cayó en drogas pesadas) y un escandaloso noviazgo y posterior casamiento con Mandy Smith -recuerda Perri-. Las excentricidades en torno al grupo fueron un común denominador y el caso aquí se potenció, cuando Stephen, el hijo de Wyman, se casó con Patsy, la madre de Mandy. Bill fue siempre el archivista y coleccionista de la banda. Músico, compositor, productor, escritor, fotógrafo, apasionado por la arqueología y un obsesivo y gran conocedor de la historia del blues. Propietario además de Sticky Fingers, restaurante londinense y primer bar temático que cerró durante la pandemia, y que exhibía en sus paredes parte de la valiosa memorabilia del grupo”.
La vida por vivir
Dar un paso al costado de la banda probablemente ha repercutido de diferentes maneras. Desde principios de los noventa, lleva tres décadas en pareja con Suzanne Acosta. El sedentarismo que implicaba no tener la obligación de emprender largas giras también lo inclinó a ciertas excentricidades que nada tenían que ver con la vida de los músicos, como el patentamiento de un detector de metales. “Su pasión por la arqueología fue lo que lo llevó a diseñar y patentar ese detector -asegura el investigador stone-. Y su pasatiempo lo llevó a escribir libros de arqueología (Treasure Islands), de arte (Wyman Shoot Chagall), de blues (Blues Odyssey), sobre su infancia (Bill In The War), su fanatismo por el barrio de Chelsea (Bill Wyman’s Chelsea) y, por supuesto, sobre los Rolling Stones: Stone Alone, Rolling With The Stones, The Stones - A History In Cartoons y From The Inside”.
Su actividad discográfica solista no tuvo que ver con su salida de la banda. Su primer álbum es de 1974, Monkey Grip y publicó otros tres mientras compartía con sus viejos compañeros de ruta las filas de The Rolling Stones. Lo más curioso es que solo con su nombre, desde 1993 publicó dos, Back To Basic (2015) y Drive my Car, que acaba de estrenar. En el medio, durante estas últimas tres décadas, se refugió en una banda que bautizó Rhythm Kings, con la que publicó siete álbumes entre 2007 y 2018.
Por aquellos años también tocó algunas canciones en el concierto del 25 de noviembre de 2012, que los Rolling ofrecieron en Londres, en el marco de una de sus giras, pero siempre se aclaró que su participación había sido como invitado y que la banda no tenía intenciones de volver a tenerlo en sus filas. Tampoco Wyman quedó demasiado satisfecho luego de esa experiencia. “Pude verlo en vivo en Londres en 2012, ocasión en la que acompañó a sus ex compañeros durante un par de temas en las dos presentaciones en el O2 Arena, con motivo de los 50 años de la banda -repasa Perri-. En 2023, Bill volvió a presentar From The Inside, ese libro de fotografías sin desperdicio en una icónica galería en pleno Londres. Ahora, Mientras disfruto Drive my Car, su nueva obra en solitario, no puedo dejar de recomendar una y otra vez The Quiet One, un documental imperdible sobre su vida para entender los invalorables aportes del gran Bill en las más diferentes direcciones y un legado científico y artístico extraordinarios”.
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