Babasónicos, la vigencia de la gran bestia pop
Babasónicos armó su concierto en tres actos. Fueron treinta y dos canciones. Pero hubo un momento que marcó el recital. La canción "La pregunta", que se convirtió en himno de su último álbum "Discutible", creó una sensación diferente. Todos parecían haber llegado ahí para estar en ese momento y cantar junto a ese coro griego de voces: "Quiero que pensemos la pregunta. Y que nos la dejen preguntar". La poderosa fuerza retórica de la frase:
"¿Quién va a reclamar?, ¿Quién va a reclamar?, ¿Quién va a reclamar?, ¿Quién va a reclamar?" sonaba como arenga de canción de protesta, transformada en un poderoso estribillo pop que bailaba sobre una base dance.
Veinte mil personas al mismo tiempo diciendo la misma frase le daba al concierto un clima de épica inusitada para una banda políticamente resbaladiza. Con ese gesto, el grupo se erigía nuevamente en la gran bestia pop del presente. Preocupados por estar a tono con su tiempo, Babásonicos fue capaz de traducir el clima de época en una canción que es un signo de pregunta y a la vez un nueva perla pop de su extenso repertorio. Quizás la última gran canción que hayan escrito en estas tres décadas.
Lo más poderoso de todo es que esa canción integra su último disco y se transformó en el eje de toda una campaña de marketing discursiva que acompañó el lanzamiento de su álbum Discutible. "La pregunta" fue golpe de efecto y leimotiv movilizado para el inconsciente colectivo. Quizás por eso el Hipódromo de Palermo estaba lleno. "No lo hubiéramos soñado así", dijo todavía sorprendido Adrián Dargelos. Y quizás por eso estaba el público que los seguía desde su primer álbum Pasto y los más jóvenes que llegaron a los Babasónicos a través de temas nuevos como "Cretino".
El concierto en tres actos fue en definitiva la excusa de la autocelebración. Demostrar que después de más tres décadas Adrián "Dárgelos", el tecladista Diego "Uma-T" Tuñón, Diego "Uma" Rodríguez (guitarrista y voces), Diego "Panza" Castellano (baterista) y Mariano "Roger" Domínguez (guitarrista) siguen aportando a la banda de sonido de la música contemporánea.
Primer acto
Un lento groove dance ondula sobre la letra de "Ingrediente". Adrián Dárgelos parado sobre una plataforma irradia al principio una imagen misteriosa y sobrenatural. Y con la canción siguiente, "En privado", el grupo aparece con cierta desnudez en escena, una iluminación más fría y la canción al frente. "Tengo entendido que acá todos mienten. No soy todo eso que esperas de mí. Tal vez sea algo mejor o peor", desliza suavemente Dárgelos con su corona de cisne negro y el peso de las palabras que provocan un pequeño temblor en el público con "Bestia pequeña": otra de las grandes canciones de su último disco que sintetiza ese espíritu irreverente de la banda, entre la ambigüedad, el humor, la acidez y la honestidad. Pueden cambiar a la extraña balada de amor "Vampi" y regodearse en el hedonismo de "El loco" y el placer de ser víctimas de ese "Dios frágil temperamental que en vez de rezar por mí se fue a bailar".
El hit "Pijamas" en la tradición pop del Virus de los ochenta, los ubica, cómodos sobre el lomo de ese sonido pop creado a través de su cancionero y una impostura rock. Al tiempo que suenan modernos se pueden volver psicodélicos, como protagonistas de una película western en "Sin mi diablo". La luz roja tiñe el escenario, sus poses rockeras y el infierno de la letra, los transforma en majestades satánicas por tres minutos.
No necesitan ser lineales de una canción a otra. El grupo pasa de un clima pop a una cita disco. Los cortes son abruptos pero todo fluye igual que los días y las horas. Nunca son lo mismo. Los tonos de luces cambian y las referencias musicales de la banda también. Parecen autobiográficos en "Tormento", donde cantan orgullosos: "Me verás surgir y caer". El tema parece adecuado para este "resurgimiento" del grupo con su último disco. Dárgelos sigue con "El colmo", que suena a profecía y agradecimiento. "Canción llévame lejos… Quiero ser el murmullo de alguna ciudad que no sepa quién soy". El fin del primer acto termina con "La lanza", radiografía de una ruptura.
Los cortes son abruptos pero todo fluye igual que los días y las horas. Nunca son lo mismo. Los tonos de luces cambian y las referencias musicales de la banda también
Segundo acto
Abren con el sonido progresivo de "Adiós en Pompeya" de Discutible: una densa obra psicodélica, con guitarras distorsionadas. Las voces suenan en falsete como el tono épico del rock de los setenta. Hay un poder valvular en el sonido del grupo que hace ver a Dárgelos como un príncipe rockero con su capa negra. "Gracias hermanas y hermanos por compartir esta era discutible con nosotros", dice en plan de pastor evangélico el cantante. Luego largan con "Trans-algo": un himno con leimotiv ricotero en el riff de las guitarras, que termina siendo una oda beatle de la diversidad.
El recorrido por discos como Discutible, Jessico, Miami, Romantisísmico, les permite hacer un salto en el bucle del tiempo para apropiarse, en el presente, de una canción del pasado como "Sobre la hierba" de 1992. Va dedicada a los seguidores de la primera hora. Si en el primer acto la puesta de luces comandaba las escenas, en el segundo unas telas oscuras de formas cónicas le dan un aire mas dramático y teatral a las situaciones musicales. El escenario mutante, como lo habían bautizado, en realidad parece despojado, con una gran pantalla horizontal de fondo, que pone de relieve a la banda. En canciones como "Desfachatados" y "Pendejos", los Babasónicos suenan con la despreocupación de una banda indie y garagera y se muestran realmente frescos y vitales.
El concierto fue un buen termómetro de su presente. Siguen sonando provocadores. Siguen siendo la gran bestia pop
Tercer acto
La caprichosa "Teóricos", que abre la última parte del show, parece una pieza menor con respecto a "La Pregunta", la gran canción de su último disco y de la noche. Los arreglos vocales. La manera de encontrarle el pulso a esta época resuena en esos miles de seguidores arengados por la canción. Lo que sigue es un recorrido por temas infalibles de su repertorio: "Y qué", "Putita" y "Los burócratas del amor", donde Dárgelos se pregunta: "¿Cuánto vale ese rato?". Los que están en el campo Fan habían pagado dos mil pesos aunque el momento parece impagable para ellos cuando hace "Risa" de Infame. "Hoy la alegría llegó, sé que no durará para siempre", insiste Dárgelos. El momento es lo único que importa. La dupla de canciones de "Carismático" y "Yegua", suenan como himnos catárticos de incorrección bailable y esos giros que los hicieron tan populares.
Bis
"Quiero que lo den todo", le dice Dárgelos a esa masa de gente, que contempla a la banda en plenitud. La arenga es festivalera. El grupo termina arriba con el sonido rockero de "Cuello rojo" y "El maestro". Atrás y en la previa habían quedado las excusas del concepto para hacer uno de sus shows más grandes este año, en una temporada para la música con más cuestionamientos que respuestas. Para sus seguidores quizás haya sido otro momento vivido junto a su banda favorita. Para los Babasónicos, este concierto fue otra jugada de avanzada, como su último disco y la canción "La pregunta". El concierto fue un buen termómetro de su presente. Siguen sonando provocadores. Siguen siendo la gran bestia pop. El futuro es una incógnita y hoy no importa.
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