Babasónicos, con su arrogancia y sus contradicciones intactas
"En cierta forma, lo mejor de hacer música es la representación en el escenario. Es un tiempo inaccesible a cualquier persona ordinaria porque es un tiempo donde nosotros manejamos una especie de ultraconcentración, es un estado distinto de realidad. Detenemos el tiempo, movemos la cosa y nosotros estamos muy encima de eso, en vértigo, no en una situación muy estática donde todo puede salir bien. Es como el rock, donde todo puede fracasar, exponiendo ideas y esgrimiendo el rock desde los lugares más complejos y emotivos que se puedan".
Así explicaba Adrián Dárgelos la esencia babasónica más de diez años atrás, con un disco como Anoche recién editado (2005), apoyado en la popularidad que le había dado a la banda sus dos discos anteriores: Jessico e Infame. Por entonces, el cantante más perversamente intelectual del rock de acá se arrogaba de volver loco a su público siempre con la misma arma, la sorpresa, y aseguraba que su tormento era "lograr un personaje nuevo que pueda decir otra barbaridad".
Pasaron trece años, cuatro discos de estudio oficiales, dos álbumes en vivo, cuatro ediciones "paralelas" (lados b y rarezas) y todo sigue igual, las preocupaciones y motivaciones fundamentales del grupo siguen siendo las mismas, su arrogancia también, las contradicciones se mantienen y Babasónicos, como desde su primer día en escena, continúa siendo la banda más discutible del rock de los últimos 25 años. Y eso también es rock.
El fin de semana, el grupo pagó una deuda atrasada: el tercer concierto en el estadio Obras de este año, programado hace tiempo ya y, muy probablemente, sin tener en cuenta la coincidencia de la fecha con la del lanzamiento de su décimo segundo álbum de estudio: Discutible. Un show que no prometía presentar oficialmente las nuevas canciones, sino que se auguraba como una continuación del regreso de Babasónicos a su estado de rock, después de dos años de repasar su repertorio en plan acústico e intimista, y como corolario de su vuelta a un escenario tan caro a sus sentimientos: Obras Sanitarias.
"Esto no es el festival de la canción, donde festejan y aplauden. Tengo problemas y los resuelvo mal. No soy un premio para nadie", canta Dárgelos en el inicio del show con "Cretino", una de las canciones incluidas en Discutible, mientras invita a las palmas. Desfachatados, infames, irresponsables y, ahora, cretinos. No solo se ufanan de no ser un premio para nadie, sino que en otro de los temas de su último disco se desentienden del juego pop con total desparpajo: "No se puede sólo desatar el nudo con un estribillo pop que lo repetís hasta que lo pueden cantar un conjunto de orangutanes" ("La pregunta").
Dárgelos efectivamente parece haber encontrado aquel "personaje nuevo que pueda decir otra barbaridad", aunque por el momento aquí en Obras será apenas un esbozo (la presentación oficial de la nueva era/estética babasónica será promediando el primer semestre del año próximo), una tonalidad más sobria en el vestuario donde abundan los grises y colores opacos y nada más queda de la brillantina y las calzas flúo y cierta oscuridad inquietante llevada con ritmo y reflejada en el segmento Discutible, disparado en medio del set: "La pregunta", "Bestia pequeña" y "Trans-Algo".
Desde que asomaron su cuerpo de seis cabezas a principios de la década del 90, a Babasónicos, y especialmente a Dárgelos, se les acusó de todo. Que eran "blandos" (replicando una discusión del rock argentino de los años 70), que eran unos "maricones", que eran "feos", que eran arrogantes y que, por supuesto, "no eran rock" (tema al que por supuesto aludieron en una de sus composiciones, "Soy rock", del álbum que autoproféticamente marcó su popularidad, Jessico).
Por estos días, con la salida de un nuevo álbum de la banda, en las redes sociales sus detractores encontraron un argumento más para hincarles los colmillos al grupo: "Hagan lo que hagan, la prensa siempre dice que está bueno". Postulado al que inclusive se han sumado algunos músicos locales. Siempre ajenos al qué dirán, el viernes por la noche, Babasónicos respondió a su manera con versiones siempre remozadas de su discografía post Jessico: cinco temas de Infame (2003) y Anoche (2005); cuatro de Discutible (2018), tres de Romantisísmico (2013) y de Mucho (2008), dos de A propósito (2011) y de Jessico (2001) y apenas un rescate de Trance Zomba (1994) y otro de Dopádromo (1996).
Un repertorio que tuvo equivalencia en el público que agotó las entradas del "Templo del rock", en su mayoría jóvenes y adolescentes que también confirman el recambio generacional continuo de seguidores del grupo. Si de algo no se los puede acusar es de vivir del pasado.
Temas como "Risa" y "Fan de Scorpions" suenan a clásicos imperecederos mientras Dárgelos detiene el tiempo y, más allá de su look maduro de barba cana y mameluco gauchesco, se entrega al juego del performer todoterreno, se arrastra, baila y mira con indecencia a los que tiene más cerca: "¿Qué quieren?", les disparará con picardía casi sobre el final esta suerte de Sandro psicodélico y perverso. "Patinador sagrado" recordó cuánto la escena de Manchester influenció a la banda allá en sus principios y "Monga cuca" marcó el ritmo bailable que mejor parece acoplarse a la era que vendrá de aquí en más.
Babasónicos no cambió, el que cambió sus parámetros es el mainstream, suele disparar el cantante cuando se le pregunta por el estatus popular alcanzado por esta banda de desfachatados, infames, irresponsables y cretinos. "¿O los engañamos a todos o el mundo cada vez se parece más a nosotros? Por ahí la gente está loca y nosotros estamos dando el parámetro de lo que es mainstream y, en un punto, están todos engañados, ¿no?". Será.
"No existe un mundo donde todos piensen como vos. Acostúmbrate. ¿Desde cuándo sabés quién es cada quién? No vine a criticar a nadie. Vine a transformarlos. Vine a despojarlos. Vine a provocarlos", canta Dárgelos en la canción que cierra su último álbum (que no sonó en la noche del viernes) y deja en claro una vez más que Babasónicos tiene entre manos todo lo que una banda de rock debe tener: una obra discutible.
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