Babasónicos presentó las canciones de Trinchera en el Movistar Arena
La banda liderada por Adrián Dárgelos brindó un impactante show con un setlist que mezcló temas de su más reciente trabajo y clásicos infaltables
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“Calculo que quieren más de mí, más de nosotros”. Con una media sonrisa en sus labios, Adrián Dárgelos se paró en el medio del escenario y contempló desafiante a su público. Había transcurrido una hora y cuarto del primero de los dos shows que Babasónicos tiene pautados en el Movistar Arena, en la que varias de las canciones de Trinchera, su más reciente álbum, se habían entrelazado con una selección de hits de sus últimas dos décadas de carrera. Y su reflexión no escapaba a la realidad, una suerte de acuerdo tácito entre artista y audiencia donde el público siempre quiere más de la banda de Lanús, que a su vez alimenta ese deseo, lo atiza y lo hace crecer.
En la inmensidad del estadio emplazado en Villa Crespo, Babasónicos montó una puesta de falsa sencillez, prescindiendo de la caja escénica para darle mayor visibilidad al tablado, ornamentado con cinco tótems LED. Y lo que en un principio era pura austeridad visual ganó en complejidad conforme el show sumó minutos de vuelo. La cosa comenzó con la banda a contraluz y Dárgelos sobre el final de una pasarela que avanzaba sobre el campo en “Bye Bye”, un single bailable con tanto hedonismo en sangre que hizo que la continuación del recorrido con “Los calientes” y “Putita” funcionase por definición propia. Al momento de “Ingrediente”, un acople de micrófono amagó con arruinar el trance en el que se encontraba Dárgelos, pero el cantante logró sortear la situación con elegancia, cuando convirtió al reflejo de taparse los oídos en el inicio de un baile tántrico.
Al momento de “Mimos son mimos” y “Paradoja”, dos canciones hilvanadas como si fueran una a partir de un mismo beat, de a poco la puesta comenzó a ganar en complejidad mientras los estrobos blancos funcionaban como barrotes lumínicos que enjaulaban a la banda en el escenario. Después de “Mentira nórdica”, “La pregunta” funcionó como un show dentro de otro, un recorrido ascendente hacia la intensidad con la banda bajo luces rojo sangre, después entre flashes blancos, y finalmente en plena penumbra. La carga fue tal que “Tormento” apareció como una válvula de escape necesaria aunque más no fuera por unos escasos minutos. Poco después, el impacto visual redoblaría la apuesta con los haces multicolor de “Deléctrico” y las llamaradas de “Pendejo”, separadas entre sí por una versión acústica de “Su ciervo”, una canción pesada y de espíritu oscurantista convertida en una bossa nova sutil.
En el mundo babasónico, muchas de las cosas funcionan mejor cuando algo entra fuera de lugar y lo hace a la vista de todos. Para muestra, “Cretino” y la llamativa correlación entre lo que plantea su letra (“Esto no es el festival de la canción, donde festejan y aplauden”) y el rol de Diego Rodríguez, interpretando los coros sin dejar de palmear. De a poco, todo comenzó a tomar vuelo sin que mediara palabra, sin más recursos que los contoneos de Dárgelos o las texturas sonoras de Diego Tuñón y Carca, “Desfachatados” puso aires de tex mex, “Irresponsables” tamizó entre válvulas el espíritu de Sandro, y “Así se habla” y “Sin mi diablo” oficiaron de excusa válida para volver a poner lenguas de fuego en el escenario como recurso dramático ante cada estribillo electrificado.
Después de “Chisme de zorro” y el melodismo cannábico de “Risa”, “Anubis” volvió a darle protagonismo a las canciones de Trinchera con Dárgelos y Rodríguez cantando a dúo para empatar en vivo la voz de androide malherido que ostenta su versión de estudio, y “Como eran las cosas” revalidó su condición de hit de cosecha tardía. Sobre el final, el medley de “Carismático” y “Yegua” con el encanto de cómo un fraseo de la primera termina convirtiéndose en el leit motiv de la segunda sin que nada más cambie a su alrededor. Y sin mediar palabra, “La izquierda de la noche” y su andamiaje rítmico de fermentación lenta puso un freno al show en forma de falso final.
Luego de unos minutos, Babasónicos regresó al escenario con una selección de canciones que fue de lo intrincado a lo de amplio alcance. Primero, “Suficiente”, del EP del mismo nombre, un bolero alimentado a base de drogas de diseño, y “Humo”, una perla oculta perdida dentro de Romantisísmico, una pequeña suite episódica que se mueve entre la épica setentista contenida y los chispazos guitarreros de Mariano Roger. Y allá donde “El colmo” podía funcionar como final coherente con su estribillo aspiracional (“Canción, llevame lejos”), Babasónicos hizo lugar para una canción más: tras dos horas de show, la banda volvió a interpretar “Bye Bye”, y lo que antes daba nombre al show, ahora se convertía, desde su propio título, en una despedida coherente.
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