Babasónicos, en el Movistar Arena: el ritual irreverente volvió “por más fuego y compañía”
La banda comandada por Adrián Dárgelos se presentó, luego de dos años, en el recinto de Villa Crespo, con aforo completo y un pedido de disfrutar mientras dure
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“La noche es un país imaginario, donde lo insignificante luce como joya envuelta en humo, donde más es más y todo se desea más”, canta Adrián Dárgelos en La izquierda de la noche, su último nuevo hit. Pasaron 2 años desde la última vez que estuvieron sobre un escenario en la ciudad. Y el reencuentro con el público se agradece una y otra vez. “Muchas gracias, ¿qué más se puede pedir con un público así? Gracias, ¡por más fuego, más compañía, por lo que dure!”, dice promediadas las 2 horas de show el carismático frontman. Con 30 años de carrera, Babasónicos sigue buscando y encontrando la forma de traducir con su propio lenguaje una foto de la época. El ritual se vuelve a sentir dentro del Movistar Arena: hay baile, mini pogo, besos y cantantes amateurs que repiten cada estrofa que se escucha desde el escenario. Se siente por primera vez en casi 24 meses la energía, esa que regala la comunión entre personas que visitan un lugar con el mismo objetivo: disfrutar de un show, dejarse atravesar por la propuesta lumínica, por el sonido envolvente, por los movimientos que se desprenden de otros cuerpos. Lejos de esos espectáculos en burbujas, la comunión vuelve a ser protagonista. Y para celebrarlo, la banda ofrece un show que visita pasajes de su extensa y prolífera carrera, desde los inicios más punks, sus inoxidables temas pop con los que lograron colarse en los primeros puestos en los 2000 hasta sus últimos temas en los que revisitan su pasado más electrónico y lo vuelven contemporáneo.
Pasadas las 21:30 y tras una de las esperas más largas de los últimos años, Dárgelos, Diego Tuñón (teclados), Diego Rodríguez (guitarrista y voces), Diego Castellano (baterista) y Mariano Domínguez (guitarrista) vuelven a escena. Con una puesta minimalista, con algunas proyecciones puntuales, desde la pantallas centrales, Babasónicos impone su estilo irreverente. Y aunque ya no son los mismos, ya no hay cambios de vestuarios o piruetas, Dárgelos de a ratos se conecta y regala alguno de sus movimientos sensuales y hasta un salto. Tiene una túnica blanca y unos pantalones que parecen de gaucho. Hay aplausos, hay emoción, hay muy pocos barbijos. Desde adentro, el show borra de alguna manera los últimos meses, funciona como un túnel del tiempo que transporta a los presentes a momentos donde no había que preocuparse por nada y solo disfrutar de la fiesta popular.
Con un trío efectista, Babasónicos abre la noche. Suena la intro de “Bestia pequeña” (Discutible), el vocalista repite: “Tengo entendido que acá todos mienten. No soy todo eso que esperas de mí. Tal vez sea algo mejor o peor”, en uno de los temas que muestra el toque distintivo de la banda, entre la acidez y la sinceridad. Siguen: “Carismático” y “Yegua” (Anoche) para abrir la pista de baile y de los estribillos (”Algunas noches, soy fácil, oh oh, marcando límites” funciona cual mantra). “Los extrañamos un montón”, dice Dárgelos en una primera conexión con los fans.
Después de bajar un poco la intensidad con “Escamas” (Mucho), presentan “Suficiente”, un bolero que reflexiona sobre las historias que no funcionaron y que estrenaron en pandemia. La propuesta no sigue un orden, los temas se van sucediendo con naturalidad para pasar de una balada a una crítica. “Esto no es el festival de la canción donde festejan y aplauden”, se escucha en “Cretino” (Discutible). Acto seguido, la noche se vuelve psicodélica, las luces leds pasan de blancas a rojas y el ambiente se vuelve satánico en “Sin mi diablo” (Infame). Así recorren temas de diferentes épocas y los hacen convivir de forma orgánica: de pop a disco, de psicodelia a balada. “Son mi público ideal”, esboza Dárgelos antes de dar otro giro y volver a Discutible (2018), disco en donde demostraron su vigencia luego de más de 25 años como banda, con “Ingrediente” y, más tarde, con “La pregunta”, el corte del álbum que se convirtió en himno generalizado. También se escuchan la polémica “Teóricos del rock” y “Adiós Pompeya”.
Pero aún quedan más y más temas, y la banda quiere seguir tocando, no hay cortes en el medio, no hay ni un vaso de agua, Dárgelos y su equipo pasan de una canción a la otra como si hubieran tenido todos esos temas reprimidos, con la necesidad de sacarlos, de compartirlos. Los hits se suceden: “La lanza”(Romantisísmico), “Los calientes”, “Pendejo”, (Jessico), “Irresponsable”, “Risa” (Infame), “Fiesta popular” (A propósito) y en el medio surge otra de las nuevas canciones, “La izquierda de la noche” (”una oda a la vida nocturna desaparecida, que resucita como un Fenix en la clandestinidad. Misterio, secretismo y secta dan origen a un nuevo mito popular”, dice la banda).
Todavía queda más. Se suceden: “Estertor” (Infame) y “Flora y Fauno” (A propósito) para dar lugar a la vivaz “Desfachatados” (único tema de Miami que suena) y terminar el primer set con “El colmo”, en la que sueña con el anonimato (“Canción llévame lejos… Quiero ser el murmullo de alguna ciudad que no sepa quién soy”), seguida por “Vampi” (Desde adentro), donde se pregunta ¿de qué sirve ser inmortal? si no se puede morir de amor. “Sobrevivimos, un nuevo mundo”, dice, reflexionando sobre la pandemia. Para ir directo a la psicodelia que se sostiene desde la pantalla y los infalibles que elige para empezar a despedirse: “Risa” y “Putita” (Infame) y “Los burócratas del amor” (Romantisísmico). “Gracias por esta noche. Y brindo porque repitamos esto muchas veces más”, se escucha repetir al vocalista mientras se agacha en busca de cierta complicidad con el público.
La noche termina con pasos sexy, vuelve con “Como era las cosas” (Mucho) y dice que es ahí en esa noche dónde deberían estar, contestando a uno de los interrogantes que plantea el tema. Para prender las luces aún falta otra canción nueva, “Oportunidad” (“una pieza clásica y moderna a la vez”), en donde Dárgelos canta sobre un sonido distorsionado, para despedirse con “Once”, un tema que ruega que no se acabe el rock. “Trae a casa mi rock’n’roll”, clama uno de los últimos rockeros de la escena en un pedido desesperado.
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