Aun con el Colón cerrado, la oferta lírica será mucha
El fenómeno de la ópera es realmente maravilloso. La nueva, numerosa y bien preparada camada de jóvenes cantantes, la mixtura entre puestas clásicas y más audaces sostenidas por los nuevos recursos técnicos y la traducción del texto cantado le han dado un impulso magnífico. Es un atractivo muy importante, sobre todo para nuevos públicos, que se encuentran así frente a un verdadero espectáculo de teatro cantado. En definitiva, eso es lo que es una ópera.
Ante la ausencia de la temporada del Teatro Colón, la realidad es que, afortunadamente, va a haber mucha y seguramente buena ópera en Buenos Aires. A esto hay que agregarle lo que harán el Teatro Argentino de La Plata y el remozado Teatro Roma de Avellaneda.
La existencia de organizaciones privadas destinadas a la actividad -Juventus Lyrica, Buenos Aires Lírica y otras- constituye iniciativas de altísimo valor que han permitido no sólo generar nuevos ámbitos para el desarrollo de la lírica, sino también fuentes de posibilidades para los muchos artistas argentinos, ya sea en formación o con carreras en pleno desarrollo.
Lo destacable de estas organizaciones es el alto nivel con el que se encara cada una de las obras que montan. Y esto es muy loable, ya que los obstáculos que deben vencer para lograrlo son enormes. En este sentido, sería muy bueno que se pudieran llevar adelante las modificaciones que el teatro Avenida -una hermosa sala, pero con una acústica un poco seca, que exige un mayor esfuerzo a los cantantes- requiere, entre las que la ampliación del foso orquestal aparece en primer plano, como una necesidad prioritaria.
El Colón está cerrado, a pesar de lo cual, como se ve, la ópera está viva -y bien viva- en Buenos Aires.
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