Attaque 77 - ‘Triángulo de fuerza’
Sony. 4 estrellas
Cuando el tanque de ese bólido punk llamado Attaque 77 estaba acabando sus reservas, Triángulo de fuerza, el primer disco de canciones nuevas del grupo en una década, aparece como un nuevo destino en el GPS. Poco después de la advertencia de Mariano Martínez sobre el inminente final tras los festejos por los 30 años de carrera, la desazón se traduce en búsqueda y la falta de confort le aporta signos de vitalidad al trío: entre algunos pocos gestos autorreferenciales ("Como salvajes", un punk duro y rasposo, de manual; y "Lobotomizado", un ejercicio de estilo compartido junto a Campino, cantante de los alemanes Die Toten Hosen), Attaque suena como si estuviera recalculando el rumbo, en un intento por tomar distancia de aquella fórmula que los convirtió en referentes indudables del género en Argentina y el resto de Latinoamérica.
Si bien el disco profundiza en el costado más cancionero y sensible de la banda (el sonido beatle de "Por una vez"; la romántica y marginal "María", construida a partir de guitarras y riffs de piano; y, sobre todo, la reposada y melancólica "Una canción", todos temas de rock-pop con destino radial), también dispara diagnósticos de época contra las corporaciones que explotan los recursos naturales en nuestro país ("los nuevos conquistadores le entregan el oro a nuestros gobernadores", cantan en "A cielo abierto", entre pasajes de reggae y hard-rock) o la visibilización de la lucha del Movimiento Campesino de Santiago del Estero en "Sin tierra", una ranchera combativa que recuerda al clásico "Beatle" y que lo tiene a Martínez leyendo un comunicado sobre los atropellos contra el MOCASE. Entre esos dos extremos, el clímax del disco brota con fuerza en "Canto eterno", una sorprendente chacarera de guitarras brillosas estilo The Birds, apuntalada por el bombo legüero de la leyenda del folclore Vitillo Ábalos, único sobreviviente de Los Hermanos Ábalos, y la voz invitada de Peteco Carabajal, una dupla célebre que eleva la música de Attaque en una pieza que pinta un paisaje árido de cielo puro. Desde ahí, la voz de Mariano Martínez logra proyectarse con sentimiento y emoción, en idéntico registro vocal al de Ricardo Mollo, abriéndole al grupo un horizonte natural y criollo completamente nuevo y atractivo.