Astor Piazzolla y Jorge Luis Borges, enemigos íntimos
Cuando en 1965 apareció el long play El tango , el previsible cruce de afrentas no estuvo a la altura de lo que Jorge Luis Borges y Astor Piazzolla eran capaces. El poeta se limitó a decir que ni él ni su madre gustaban de la música que Piazzolla había puesto a los textos, porque no era tango -a doña Leonor le recordaba el samba brasileño- mientras que el compositor replicó descalificándolo, llamándolo "sordo" e "ignorante", defectos a los que un cuarto de siglo después, sin dejar de reconocerlo como "mago de las letras", agregó el de ser "un hombre autoritario, hasta prepotente en algunas cosas".
Esto último se lo dictó a Natalio Gorin en el verano de 1990 para un ajuste de cuentas titulado "Memorias", que apareció cuando ya estaba fuera de este mundo como consecuencia de un accidente cerebral del que nunca se recuperó. También Borges amplió los agravios de manera póstuma y con mucha mayor demora, porque sólo el mes pasado, gracias al enorme volumen que recopila las notas de Adolfo Bioy Casares sobre los encuentros con su mejor amigo, se conoció la verdadera dimensión del desprecio, que en su caso sí se extendía a lo artístico.
La deformación burlona "Astor Pianola", que usaba para referirse a él, resulta cariñosa en comparación con los insultos que, quizá suavizados, registró Bioy: "Es un bruto y tan vanidoso. Uno de sus tangos se llama «Melancólico Buenos Aires». ¿Te das cuenta, qué animal? No son tangos ni nada; él los llama tangos porque si los presentara como simple música, los músicos se le vendrían encima; en cambio, como innovador de tangos lo toleran y hasta lo fomentan".
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La idea de vincular las obras de Borges y Piazzolla en un ballet con "Hombre de la esquina rosada" como argumento la tuvo Ana Itelman en 1960 y la obra llegó a bailarse en Puerto Rico, pero de ahí no pasó, y agregó otro título a la lista de fracasos norteamericanos que, casi enseguida, impulsó al compositor a empezar de nuevo en Buenos Aires.
Fueron cinco años prodigiosos durante los que formó su primer quinteto, registró siete álbumes esenciales - Piazzolla interpreta a Piazzolla, Piazzolla... ¿o no? , Nuestro tiempo , Tango para una ciudad , Tango contemporáneo , 20 años de vanguardia y Concierto en el Philharmonic Hall -, aportó música para Prisioneros de una noche , Paula cautiva , Extraña ternura y otras cinco películas no tan buenas y colaboró con Alberto Rodríguez Muñoz en las piezas El tango del ángel y Melenita de oro , para la que nació destinada "Verano porteño".
Este período creativo extraordinario, ocasionalmente perjudicado por el culto del vanguardismo salvaje que imperaba en la época, debió haber culminado triunfalmente en 1965 con Borges avalando El tango , una de cuyas caras la ocuparon los dieciocho minutos de lo que Itelman encargó como ballet y reapareció convertido en oratorio para recitante, cantor y pequeña orquesta.
Pero la razón de ser del disco eran poemas más recientes y tres milongas elegidas entre las once del volumen Para las seis cuerdas : "Jacinto Chiclana", "El títere" y "A don Nicanor Paredes", que bastaron iniciar la discordia, que se explica comparando lo imaginado por Borges en el prólogo del libro -"La mano se demora en las cuerdas y las palabras cuentan menos que los acordes"- y las notas de Piazzolla para el sobre original, con alusiones al dodecafonismo, la música aleatoria y el canto gregoriano renglón por medio.
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Ellos ya no se hablaban, pero sus nombres siguieron encontrándose. El año siguiente, en la carpeta 14 con el tango , luego en 1982 en los créditos de La intrusa , interesante film de Carlos Hugo Christensen que Borges condenó sólo por lo que pudo escuchar, y finalmente, en octubre de 1987, en Tango apasionado , espectáculo montado por Graciela Daniele con muchos de los mejores bailarines disponibles en Broadway, para el que Piazzolla creó una de las mejores músicas de escena de su vida.
"En algún lugar de las sombras, Borges aprueba con una sonrisa irónica", imaginó el inocente autor de las notas de The Rough Dancer and the Cyclical Night , el compacto con la suite musical del show. Llevaba un año y medio muerto, y si en tal estado le fuera posible sonreír, lo que hubiera aprobado no eran esos sonidos sino el tesón de su heredera en la Tierra, que por cuestiones de derechos hizo bajar Tango apasionado antes de cumplir cincuenta representaciones.
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