Arturo Sandoval: de su mentor Dizzy Gillespie, que lo acompañó a pedir asilo en los Estados Unidos, a su “preocupación” por la música urbana
El histórico trompetista cubano, uno de los referentes del jazz latino, se presentará este sábado en el teatro Ópera; su vida de película, que HBO llevó a la pantalla con Andy García como protagonista, su amistad con el enorme Dizzy Gillespie y su opinión sobre la denominada música urbana
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“Mi misión es aprender”. Arturo Sandoval tiene 72 años, es uno de los máximos referentes históricos del jazz latino y aún se mantiene fiel a la ecuación jazzera por excelencia: tocar = aprender. Y aclara que su presentación en el Teatro Ópera este sábado 13 de agosto irá por la misma senda. “Vamos a hacer lo que siempre he hecho”, anticipa. “Una mezcla de muchas cosas. Música, en general, música buena, como decía Duke Ellington: ‘la música es una sola, la buena’”.
Nacido en Artemisa, Cuba, una ciudad rural a unos 60 kilómetros de La Habana, el trompetista Arturo Sandoval torció su propio destino. Nadie de su familia se había dedicado al arte y el contexto humilde en el que creció no indicaba que pudiera hacerlo él tampoco. “Mi padre era mecánico automotriz y mi tío trabajaba en la fábrica de azúcar. Era gente sencilla, humilde”, cuenta. “Cuando me incliné a decir que quería hacer música, la reacción de todos fue: ‘este chico se volvió loco, está mal de la cabeza’”, se ríe.
Pero el pequeño Arturo hacía música en todo momento. Golpeaba los cubiertos y las mano sobre la mesa y consiguió que un vecino le mandara a hacer unas pequeñas tumbadoras. A los 8 años fabricó una especie de sikus con sacos de azúcar y armó un dispositivo para tocar en vivo. “Ponía carne de mala calidad, piltrafa, que me regalaban los carniceros y tenía un gato que lo ponía en la otra punta y entonces caminaba por la cuerda para ir a buscar la carne, así el gato hacía sonidos en casa mientras yo tocaba. Ese fue mi primer intento capitalista: cobraba un centavo la entrada y me venían a escuchar los niños del barrio”, recuerda Sandoval.
De todos modos, pasaron unos años hasta que pudo mudarse a La Habana y recibir educación formal. “Cuando estaba en quinto año dejé la escuela y empecé a trabajar para ayudar a mi familia, que era muy pobre”, recuerda. “No tenía muchas esperanzas en general, pero pude empezar a tocar música tradicional cubana con un cuarteto de son hasta que conseguí una beca para estudiar en la Escuela Nacional de Arte de La Habana. Allí pasé tres años estudiando estrictamente música clásica”. Su primer encuentro con el jazz no se dio hasta que un periodista le hizo escuchar un disco que recopilaba grabaciones de Charlie Parker y Dizzy Gillespie. “Eso me voló la cabeza, me cambió la manera de pensar y quise aprender eso a toda costa”.
-Y años más tarde no solo conoció a Dizzy Gillespie, también fue su amigo y mentor.
-Dizzy fue fundamental en mi vida. Él me acompañó a la embajada el día que pedí asilo político. Sigue siendo mi ídolo y me siento extremadamente bendecido porque cuando tienes la oportunidad de hacerte amigo de tu ídolo es una bendición, un regalo de Dios. Él fue un hombre buenísimo conmigo hasta que cerró los ojos. Me dio infinitas muestras de que siempre quiso ayudarme y le estaré eternamente agradecido. Lo más lindo que aprendí de él fue el amor y la pasión por la música. Nunca se cansó de compartir cosas, de enseñarnos, de demostrar que vivía con una pasión extraordinaria por la música. Era muy contagioso. Ese fue el mejor ejemplo que recibí de él.
La vida de Arturo Sandoval es, literalmente, de película. Tanto que HBO la llevó al cine con Andy García como protagonista. For Love or Country: The Arturo Sandoval Story cuenta todo el proceso del músico hasta que logró salir de la isla. “Termina el día que llegamos a Estados Unidos”, explica Sandoval. “Las posibilidades en Cuba eran nulas para un músico. No había futuro, no había una disquera, publicidad, ni compañía que promoviera tu carrera. Sabía que tenía que escaparme de alguna manera. Me casé muy joven, tuve un hijo enseguida y no quería dar el paso yo solo, no iba a dejar mi familia atrás. Tuve que esperar a que la dictadura cubana cometiera el error de dar un permiso súper especial a mi mujer y mis hijos para que fueran a Europa a pasar un tiempo conmigo y esa fue la clave”.
-Si bien se lo asocia primeramente con el jazz, a lo largo de su carrera ha estado relacionado con muchísimos estilos y nunca dejó de estar en contacto con la música académica. ¿Qué encuentra en ese eclecticismo?
-Esa es mi misión durante estos años, tratar de aprender de todos los estilos y todas las épocas y abrazar toda la buena música por igual, eso me place sobremanera. No me gusta que me encasillen en una sola forma o un solo estilo, eso no me llena el corazón. Mi compositor favorito es Rachmaninov, tiene las melodías más lindas que yo he escuchado en mi vida, soy fanático de ese tipo de música. Eso ha sido consistente por muchísimos años y, por supuesto, el bebob. La música que creó ese pequeño grupo de músicos después de la guerra fue un movimiento increíble de creatividad. Es la música más compleja de todos los estilos de jazz y todavía estamos en esa misión de descifrar qué estaban tocando esos genios en esos años.
-¿Por qué cree usted que la melodía sigue siendo el elemento más importante de la música?
-La música instrumental tiene tres ingredientes: melodía, armonía y ritmo. Cuando es con letra se añade la lírica. Los tres elementos son importantísimos por igual, pero una canción sin melodía no existe. Puede tener una gran armonía y un ritmo buenísimo, pero si no hay una melodía, ¿sobre que construimos esa pieza? Es, de los tres ingredientes, el más importante. Una melodía mediocre con tremenda armonía la salva y si es al revés puede convertirse en una buena pieza. Pero estás echando a perder algo. Yo soy amante de las grandes melodías, por eso me gusta Rachmaninov y todo lo que compuse en mi vida es a partir de la melodía. El jazz se basa en improvisar sobre una melodía, esa es la base fundamental. Una sinfonía también trabaja sobre el desarrollo de la melodía original.
-Comenzó la entrevista citando a Duke Ellington. ¿Cómo se determina qué es buena música y qué no lo es?
-Es difícil de contestar pero voy a tratar de dar mi visión. Hay música que llamamos música de elevador, porque puedes entablar una conversación mientras suena, ignorarla y pensar que estás escuchando algo que es como un ruido de fondo, pero cuando uno se adentra y presta atención con detenimiento a lo que está escuchando, eso ya es otro tipo de concepto de comunicación, porque intentas asimilar lo que estás escuchando y quieres adentrarte en esos valores musicales profundos. Hay muchísima música de compositores de diferentes géneros que han dado un aporte extraordinario a la cultura universal, eso engrandece el espíritu, te cultiva como ser humano, hace a tu alma mucho más profunda, más susceptible a que todo eso que está sucediendo te emocione y te transporte a diferentes universos. Porque la música es como un bálsamo que cura el alma. No me aburro de repetir que la música me ha atrapado la vida, me creó una ilusión que no ha cesado hasta hoy.
-¿Se considera usted un referente del jazz latino? ¿Cómo se lleva con el concepto de lo latino en la música?
-Te confieso que todos los que mamamos la música profundamente estamos muy preocupados por lo que está sucediendo últimamente con la música llamada “urbana”. Las grandes canciones de siempre tienen letra que son poemas extraordinarios, obras de arte y hoy desafortunadamente hay una corriente en la que los ritmos son estáticos, hechos con una computadora, muy robóticos. Las armonías son paupérrimas y las letras... para qué hablar. Están basadas en improperios, groserías, malas palabras. Es muy preocupante porque tiene mucha promoción y es inmensa la juventud que la sigue y que piensa que esas son buenas canciones y que esos señores y señoras son grandes artistas. Es peligrosísimo para la cultura, es dañino para el desenvolvimiento de los seres humanos. Es preocupante ver que jóvenes siguen ese tipo de tendencia. Los llamados, entre comillas, artistas ponen un video en YouTube y a los dos días tienen millones de video views, tu pones un concierto de música clásica extraordinario o jazz o una canción hermosa con letra preciosa un poema bien estructurado, y tiene doscientas views, eso es muy triste, la verdad.
Arturo Sandoval. Este sábado 13 de agosto en el teatro Ópera, Corrientes 860. Entradas desde 3360 pesos. En venta en el teatro y online.
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