Ariel Ramírez: con nostalgia de piel y voz, esta zamba es de usted
Anteanoche falleció uno de los más grandes compositores e intérpretes del folklore argentino
Si tan sólo hubiese escrito las bellísimas notas de la zamba "Alfonsina y el mar", sobre entrañables versos de su poeta predilecto, Félix Luna, Ariel Ramírez –fallecido anteayer, tras una larga enfermedad degenerativa– habría ingresado con gloria en la posteridad. Este solo tributo del músico y el vate, entretejido con notas indelebles y asombrosas imágenes impregnadas de honda ternura, para descifrar aquella enigmática escena de inmolación de la atribulada poeta en aguas de la Ciudad Feliz, hubieran bastado para que el mundo las acogiera para siempre como un tesoro.
Pero el legado musical de Ariel Ramírez es portentoso por el sinfín de obras antológicas inspiradas en el folklore de nuestro país y de esta América latina. En tal herencia se conjugan de modo admirable las más genuinas esencias de la tierra con las exquisiteces clásicas de la portentosa invención melódica.
Entre los mojones de trascendencia universal del compositor, resplandece su Misa criolla , obra sacra del culto católico traducida al castellano, sobre cuyas partes del ordinario ritual colocó el genio diversos ritmos autóctonos: vidala-baguala ("Kyrie"), carnavalito-yaraví ("Gloria"), chacarera trunca ("Credo"), carnaval cochabambino ("Sanctus Benedictus") y estilo pampeano ("Agnus Dei"). Cientos de coros y solistas de todo el mundo la están interpretando desde 1964.
Tras la primera presentación aquí, el 20 de diciembre de 1965, con Mercedes Sosa como solista, se sucedieron muchas otras a partir de la primera gira europea en 1967, por Alemania, Holanda, Bélgica y Suiza, que concluyó en Radio Vaticano. Zamba Quipildor, en la segunda gira europea (1974); el tenor lírico José Carreras (1987). Luego, Granada (1992), Londres (1995), Japón (1998), Expo de Hannover (2000), etcétera.
A tales hitos se suman cuatro memorables ciclos integrales: Navidad nuestra , Los caudillos , Mujeres argentinas y Cantata sudamericana ; los más conocidos, amén del no editado Tríptico mocoví, sobre el mundo indígena del Chaco, cantado en 1983 por Mercedes Sosa, y Los sonidos del Nuevo Mundo , partitura inédita de homenaje a España y al descubrimiento.
En cada uno, Ariel fue devanando, con la alta poesía de Félix Luna, el mágico ovillo de ritmos de todo este sur de América latina junto a las melodías irrepetibles de su inventiva.
Su prolífica fantasía nos dejó, además, la Misa por la paz y la justicia , que Ariel consideró superior a muchas de sus obras y que fue presentada en Europa y grabada en Holanda.
Viajero
Hijo de Rosa Blanca Servetti y Zenón Ramírez, maestro, periodista y escritor, había nacido en Santa Fe el 4 de septiembre de 1921. Allí estudió piano, pero quería aprender de los músicos populares. En Córdoba, Atahualpa Yupanqui lo instó a conocer el paisaje y la música nuestra en el Noroeste. Le pagó el pasaje. Y Ariel, con 20 años, recorrió Tucumán, Salta y Jujuy. Recibió enseñanzas de don Justiniano Torres Aparicio, doctor y músico, en Humahuaca. Con 22 años inició en Buenos Aires el camino de pianista intérprete del folklore latinoamericano, en conciertos, filmaciones, audiciones radiales y empresas discográficas. Su discografía arranca con RCA Victor en 1946. Serán 21 discos dobles de 78 r.p.m. A partir de 1961, graba varios LP en Philips.
Ariel necesitaba estudiar para enriquecer su vocabulario musical. Luis Gianneo, primero, y más tarde Erwin Leuchter le enseñaron los secretos del arte. Con ese bagaje, inicia viajes por Europa en 1950. Se instala en Roma. Durante cuatro años ofrece recitales allí y en prestigiosas salas de Barcelona, Santander, Madrid, Londres, Hamburgo. Se radica en Lima y emprende giras por ciudades del continente. En 1955 funda aquí su Compañía Folklórica, con una decena de músicos de primer nivel. Recorre el país durante dos décadas y Europa oriental.
Fueron sus poetas, además de los versos de su padre ("A la Juventud Normalista"), María Elena Espiro, Luna, Tejada Gómez, Aizenberg, Brascó, Espiro, Yupanqui, María Elena Walsh, Cátulo Castillo, León Benarós, Juan L. Ortiz, Antonio Tarragó Ros. También poetas anónimos de la tradición. Algunos traducidos y registrados en inglés, francés, italiano, árabe y hebreo.
Compositor y pianista
El legado de Ariel Ramírez como compositor es casi inabarcable. Ritmos pampeanos (milonga, estilo, triunfo), del Noroeste (chacareras y en especial zambas), del Litoral (chamamé, rasguido doble, galopa), gatos, valses, pericón, una veintena de canciones, un tango; pulsos de choro, bossa nova, guajira, vals peruano, 15 estudios para piano, entre otros.
¿Cómo no recordar las gloriosas zambas "La tristecita" (con su compañera, María Elena Espiro); "Volveré siempre a San Juan" y "Allá lejos y hace tiempo", con Tejada Gómez; "El Paraná en una zamba", con Jaime Dávalos; "Zamba de usted", con Félix Luna, o la cadencia mesopotámica aledaña de su pago: "Agua y sol del Paraná" y "Santafecino de veras", con Miguel Brascó, y "Los inundados", con Isaac Aizenberg; o el pulso pampeano en vidalitas, el malambo "Cuatro rumbos", "Milonga campera", o "La hermanita perdida", con Yupanqui; su homenaje al indio toba, con Luna; su tributo a los Hermanos Abalos en la chacarera "La equívoca"; o su primer aprendizaje en el noroeste argentino en el bailecito "Purmamarca", o a Cuyo, en la cueca "La cuyana", además de "Cueca de la frontera".
Pero Ariel fue, además, un gran pianista, un auténtico clásico. No le interesó pertenecer a la vanguardia. La mano derecha, para notas brillantes y transparentes; la izquierda, para subrayar el acorde, el arpegio oportuno. Sus largos dedos no buscaron el virtuosismo. Jamás apabulló ni quiso sorprender. Sí supo adornar melodías con apoyaturas, raudas cabriolas y repentinos arranques de típicos rasgos folklóricos, para luego adentrarse en matices y sutilezas.
Ariel instaló definitivamente el piano como instrumento del folklore. Antes, era sostén de algún grupo. El lo puso adelante como protagonista, solo o con otros músicos.
Como intérprete, fue un ejemplo para compositores pianistas al recorrer el mapa argentino y latinoamericano de los más diversos creadores: Chazarreta, Yupanqui, Polo Giménez, Eduardo Falú, Cocomarola, Fleury, Gómez Carrillo, Cuchi Leguizamón, Rosita Melo, Arnedo Gallo, Morales, Jaime Torres, Tarteño Rojas, Alomías Robles, entre tantos otros. Y demostró una admirable generosidad y altruismo para con sus colegas. Su toque era único; su sonido, inconfundible. Conjugó sencillez con pujanza, raigambre popular con refinamiento pianístico. Fue serio. Descartó al mismo tiempo el malabarismo, la demagogia.
Son de antología sus entretejidos con Eduardo Falú (canto y guitarra) y Los Fronterizos en "Coronación del folklore"; con Domingo Cura en "Cuatro rumbos"; con el Conjunto Ritmus (Yepes-Jacobson); o junto al charango de Jaime Torres y la voz maravillosa de Lolita Torres.
Funcionario
Muchos cargos nacionales e internacionales asumió a lo largo de su vida. En 1983 estuvo al frente del Centro Municipal de Divulgación Musical. La música popular y clásica se expanden por Buenos Aires. Desde allí lanza un intensivo plan educativo: La Música va a la Escuela.
Por cinco períodos, fue presidente de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores (Sadaic). Debió sortear intervenciones y controles con los gobiernos de facto. Se retiró en 2004. Fue el único latinoamericano que presidió la entidad internacional de creadores.
TESTIMONIOS
- Mario O´Donnell ("Pacho"). "Ariel Ramírez hizo más por la historia que muchos historiadores. Con Félix Luna hicieron conocer la historia profunda, no la convencional. Juntos dieron obras emblemáticas, algunas de ellas de repercusión internacional. Tengo una gran admiración por el talento de Ariel Ramírez. Fue un gran intérprete, de formación severa, y un funcionario apasionado. Recuerdo sus años como director nacional de Música, cuando yo era secretario de Cultura."
- Jaime Torres. "La Misa criolla era algo inesperado para todos. Ni el más optimista se iba a imaginar esto que nos dio tanta alegría; recorrer buena parte del mundo. Es una obra que ha hecho muy feliz a la gente de nuestro país y del mundo, como mensaje y espíritu de lo que se podía lograr a través de las melodías relegadas e instrumentos criollos. Yo conocí a Ariel en el 55, en una visita a Rosario. Fue muy claro: era muy sabedor de lo que se buscaba en el momento. Nos marcó a todos. Eramos muy jóvenes. En el 58 comenzamos a formar aquel binomio de piano y charango. Desde entonces, seguimos juntos hasta el 87."
- Zamba Quipildor. Fue uno de los primeros músicos que se acercaron al Congreso Nacional para despedir a su amigo. Allí conversó con LA NACION. "Hace más de 30 años que lo conozco. Vengo a despedir a un amigo, a un padre. Lo que me queda es la enseñanza que nos dejó a todos. Recuerdo cada viaje que realizamos. Esos recorridos eran, para mí, aprender a ser más hombre."
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