Las grandes canciones: el éxito del músico chamamecero está inspirado en una película, pero también describe la situación de muchas mujeres del interior
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“Mirar rasgado, patitas chuecas, María va. Pisando penas, la arena ardiente, María va. Calcina el monte un sol de fuego, María va. Temor pombero, palmar estero, María va. / Quiso la siesta ponerle un niño a su soledad. De trigo y luna, y de su mano, María va. /Por el tabacal, tu paso, María va. Y se bebe el sol, que huele a duende, María va”.
Inmortalizada en la voz de Mercedes Sosa, pero mucho antes, en la de su propio autor, Antonio Tarragó Ros, “María va” es un clásico de la música popular argentina. Es un chamamé lento, que describe con pocas palabras, sencillez y, al mismo tiempo, preciso detalle, la vida de una chica del interior del interior de nuestro país. Una joven madre soltera a la que “una siesta” ha querido ponerle un niño rubio. Y el contexto, que claramente habla de un litoral correntino, profundo y caluroso, con su realidad más ineludible (“el tabacal”, la calle regada y la inocencia de niño pueblero), con su ensoñación más fantástica (el “temor pombero”, el sol que “huele a duende”). Esta canción es una magnífica descripción creada por Antonio Tarragó Ros a partir de esa María que son muchas que crecieron y crecen en la marginalidad. Pero lo más curioso es que el compositor no creó un personaje a partir de muchos otros ni se inspiró en una historia real para escribir su canción sino en una película.
Antes de ir a los hechos, conservemos por un rato la ilusión de que esa María son muchas marías porque esto también es parte de la realidad cada vez que una canción se desprende de su autor y de su historia y comienza a andar el tiempo en las historias de quienes la escuchan. Aquellos que busquen el tema en redes o plataformas de video y música van a encontrar comentarios de gente que le ha puesto otro nombre a esa María. O una historia similar.
En un vídeo de YouTube, con la versión de Mercedes Sosa, se puede ver el comentario de una mexicana que resume la historia de su abuela. “Esta canción me hace pensar en mi abuela, dejando su pueblo en la sierra para bajar a la capital, para trabajar de sirvienta... Ella no pudo ser madre, y aunque pobre, adoptó a mi mamá y le dio lo mejor que pudo. Y acá ya a 7 años de su muerte la recuerdo con la voz de la Negra Sosa. Esta canción es la historia de mi abuela Carmen, y la historia de tantas mujeres. ¡Un viva para ellas!”
En 1975, Antonio Tarragó Ros y Perla Aguirre vivían en una pensión porteña de la calle Chile 680. Perla trabajaba junto a Ernesto Sábato y a Juan Falú en el espectáculo “Romance para la muerte de Juan Lavalle”, creado por el escritor y el guitarrista. Antonio iba cada noche a ver las funciones y recuerda que por el éxito de la obra, casi siempre estaba de pie. “Una de esas noches en que había dos funciones le dije a Perlita que terminada la primera yo iba a ir a ver la película La hora de María y el Pajaro de Oro, de Rodolfo Kühn, sobre una obra del escritor santafesino Eduardo Gudiño Kieffer. Actuaban Leonor Manso, Dora Baret y Arturo Puig. Era la historia de una gurisa que vivía entre la leyenda y la realidad. Soñaba despierta. Era nieta de una curandera, era hija de una madre que para mejorar su vida viajó a la ciudad, a Corrientes, y no se la volvió a ver. Ella hace algo parecido porque está poseída por el pájaro de oro. Conmovido por esta historia tenía yo una canción adentro”.
Cuando Perla y Antonio volvieron esa noche a la pensión, el músico tomó una guitarra y casi susurrando comenzó a crear la canción, para no despertar a los vecinos. De hecho, casi toda “María va” es una especie de susurro. Ros dice que espera poder encontrar el cassette donde grabó por primera vez su canción. Se podrá reconocer que es la versión original y primera porque se escucha el arranque de una vieja heladera, que tenían en la habitación de aquella pensión. “María va” es una canción chiquitita porque cuando la escribí no quise despertar a nadie. Espero poder encontrar esa grabación, porque ya estoy grande y no quiero que se pierda esa versión, con la heladera y la guitarra latosa”.
Antonio dice que le encanta el cine de Fellini y explica que el director ha dicho que manejaba sus películas durante los primeros quince días de rodaje. “Después, las películas lo manejaban a él”. Con las canciones puede pasar algo similar. “En un momento pensé sacar lo de ‘patitas chuecas’ porque Leonor Manso se podría ofender. Pero menos mal que no lo hice. Mi idea era ponerle más contexto en una segunda parte, porque si no viste la película no la ibas a entender. Además, es una poesía medio críptica. Pero no me dejó. Mirá que soy decimista, improviso. Me gusta jugar con la palabra, pero la canción no me dejó. Por eso tuve que hacer un recitado. Además, es una canción rebelde -dice y después de tomar una guitarra comienza a cantarla en portugués y en guaraní-. La podés cantar en portugués o en guaraní, pero no suena. Un músico la había grabado en portugués. Y un día fui a cantar a un festival muy importante del Sur del Brasil. Dije: me la aprendo. Voy al festival, canto cinco o seis temas y después “María va” en portugués. La gloria que voy a cosechar, pensaba yo. La practiqué, sobre todo la pronunciación de las “erres” brasileñas. Cuando empecé la canción el público arrancó cantando, pero en castellano. Yo era el único boludo que la cantaba en portugués. Mirá que insistí. Pero es un tema que no se deja ni poner otro idioma. Tiene vida propia”.
La historia de “María va” también tiene vida propia. Porque más allá de que cuente el argumento de una película, no es necesario haber visto el largometraje de Kühn para entender un poco al personaje o ponerle otros nombres. María es aquella mujer anónima de ese “otro país”, más allá de que se quiera contar en tres minutos, una película de una hora y media (como lo hicieron otros, como lo hizo Fito Páez con “Thelma y Louise”).
“En aquella época ese tipo de temas no podían funcionar. La hice para sacarme la angustia que me provocó la película. Sólo la cantaba cuando estaba con amigos. Un día fui al teatro Coliseo para un espectáculo con Luis Landrisina. Y le dije a Luis que no podía terminar con [el chamamé] “El toro” si después entraba él a contar sus cuentos. Entonces le pedí que me dejara intentar con algo más suavecito. Entonces me dijo: “probá con esa de María que vos cantás”. En la primera función vino el gordo [Santos] Lipesker, que era el director artístico de Phillips y me dijo que quería que la grabara en Polydor. Mi planteo fue que si yo fracasaba con ese tema la culpa me la iban a echar a mí, no a él. Tenía miedo. El sinvergüenza me lo publicó en un simple. Y se vendió bien. Después, por el 82 o el 83 fue uno de los temas más cantados en el Festival de Cosquín”.
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