Anna Bolena: muy buen elenco y una puesta atractiva que despeja las dudas de la “versión de concierto”
Con un elenco encabezado por Olga Peretyatko, Alex Esposito, Daniela Barcellona y Xabier Anduaga, se estrenó en el Teatro Colón la nueva puesta de la ópera de Donizetti, con dirección musical de Iñaki Encina y escénica de Marina Mora
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Anna Bolena, ópera de Gaetano Donizetti en versión de concierto. Intérpretes: Olga Peretyatko (Anna Bolena), Alex Esposito (Enrico VIII), Daniela Barcellona (Giovanna Seymour), Xabier Anduaga (Percy), Florencia Machado (Smeton), Cristian De Marco ( Rochefort) y Santiago Vidal (Hervey). Coro y Orquesta Estables del Teatro Colón. Director musical: Iñaki Encina. Directora escénica: Marina Mora. Concepto visual: Gabriel Caputo. Función del Gran Abono, Teatro Colón. Nuestra opinión: muy bueno
El anuncio previo que indicaba que Anna Bolena sería presentada en versión de concierto causó desde enojos hasta extrañezas. Una ópera es teatro musical al cual, si se lo despoja de sus componentes escénicos, se le comete una omisión esencial, a priori, inexcusable. Con todo, lo que se ofreció en el Colón no fue estrictamente una usual y literal versión de concierto, en la cual, por delante de la orquesta, ubicada en el escenario, los cantantes esperan sentados sus momentos para levantarse y entonar sus respectivas partes. La mención, en los anuncios, de que iba a haber una directora escénica, Marina Mora, y un responsable de algún concepto visual, Gabriel Caputo (sobre cuyas historias, inexplicablemente, no hay ninguna mención en el programa de mano) podía hacer presumir que no sería exactamente así. Y efectivamente lo que se vio en el Colón fue una puesta muy interesante que, concretamente, se atuvo a la mínima acción dramática que plantea el libreto original de Felice Romani, cuyo objetivo principal era el de darle una base a Donizetti para que se explayara, generosamente, con arias y números vocales de conjunto, que es lo que el público italiano de la primera mitad del siglo XIX quería ver.
En este sentido, Anna Bolena no es sino una característica ópera trágica del bel canto italiano, de 1830, que puede admitir brillantes o insustanciales y perezosas puestas tradicionales o miradas novedosas y muy bien realizadas como ésta que, ahora, se está dando en el Colón. Con esta propuesta, lo teatral no está ausente sino que es presentado de otra manera. Por lo demás, da el mejor marco escénico para poder observar y disfrutar de todas y cada una de las mencionadas arias y escenas de conjunto que Donizetti sembró con generosidad, algunas de las cuales tuvieron realizaciones definitivamente sublimes.
Sobre el escenario, dispuestas en semicírculo, aparecen seis plataformas cuadradas en tres niveles de altura, y un séptimo cuadrado, éste sobre la superficie, en el centro de ese semicírculo. En cada una de estas áreas, un atril simbólico y sin ninguna función más que la de simular un concierto. Por detrás de un telón de extensísimos listones transparentes que penden desde las alturas, en penumbras, se ubica el coro, sentado sobre unas gradas invisibles. La belleza visual de esta arquitectura se completa con cambios lumínicos que tiñen al escenario con distintas tonalidades. El movimiento escénico es mínimo. Según las escenas determinadas por el libreto, los personajes caminan lentamente para ubicarse en alguna plataforma o en algún lugar por delante de ellas. La exactitud y la precisión escénicas, irreprochables. Dado que los textos cantados son bastante explícitos, la comprensión de la trama no presenta ninguna dificultad. Y para darles vida a los cinco personajes principales de la ópera, hubo cinco cantantes notables. Con una única salvedad, precisamente, la Anna Bolena en cuestión.
Olga Peretyatko es una soprano de coloratura sobresaliente cuya capacidad para pasearse con soltura y con una afinación impecable por los pasajes más endiablados es inmaculada. Pero su caudal es pequeño y lució insuficiente para insuflar mayor dramatismo y veracidad a sus furias, sus enojos e, incluso, sus pesares. En Anna Bolena, Donizetti no se atuvo únicamente a las consabidas (y numerosas) arias para cada uno de los protagonistas -que, en esta ópera, son desparejas y un tanto reiteradas en sus texturas y en sus diseños formales- sino que elaboró algunas escenas de conjunto, éstas sí, admirables. De todas ellas, se destaca, especialmente, el dúo del comienzo del segundo acto, cuando Anna se entera, por boca de Giovanna, que Enrico VIII la engaña con una amante que es, justamente, la misma Giovanna. Y ese celebérrimo dúo para soprano y mezzosoprano suena absolutamente desbalanceado, ya que el canto de Peretyatko, más delicado y cuidadoso que trágico, queda opacado ante la opulencia y la exuberancia vocales de la excelente Daniela Barcellona. Centrada en las sutilezas y en la expresión cabal y afinadísima de cada una de las notas que Donizetti puso para el lucimiento de la soprano que se atreva con esta partitura, su canto -lo repetimos, de altísima calidad vocal-, pierde consistencia dramática y concluye por resultar insuficiente en las escenas de conjunto.
Los mismos elogios dispensados para Daniela Barcellona van también para el gran bajo-barítono italiano Alex Esposito; para el sorprendente Xabier Anduaga, un tenor español de 28 años que está desarrollando una carrera extraordinaria, y para Florencia Machado, la única cantante vernácula entre los roles más destacados, y que, como de costumbre, jamás decepciona. Precisos y correctos también los músicos y los cantantes de la orquesta y del coro, todos muy bien dirigidos por Iñaki Encina.
Anna Bolena es una ópera extensa y, ciertamente, no es la mejor ni la más lograda de Donizetti. Con todo, bien vale la pena ir a ver a un muy buen elenco y a una puesta muy atractiva y que, concluyentemente, no es una mera versión de concierto.
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