En una extensa charla con LA NACION, los músicos contaron detalles de la proyección que se realizará de la famosa película de Steven Spielberg y de la musicalización en vivo con una orquesta de 75 músicos que reproducirán las partituras de John Williams; intimidades de los procesos creativos y de la vida familiar
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Hubo un tiempo en el que las proyecciones cinematográficas mudas eran acompañadas en vivo por uno o varios músicos que buscaban generar la ambientación sonora propicia para aquello que se estaba narrando en imagen. Con la aparición del cine sonoro, en la década del veinte del siglo pasado, más allá de la palabra, la música fue un lenguaje primordial a la hora de potenciar sentidos, generar climas, contar sensaciones. Algo de esa magia se pondrá en juego el próximo 11 de diciembre en el estadio Luna Park, cuando la orquesta sinfónica dirigida por el maestro Damián Mahler musicalice, en vivo, la proyección en pantalla gigante de E.T., el extraterrestre, el recordado film de Steven Spielberg.
Al cumplirse cuarenta años de su estreno, la película, que acompañó a varias generaciones, podrá verse a través de una copia remasterizada y puesta en valor en una pantalla de grandes dimensiones y con un sonido de última generación, en un evento multitudinario producido por Ángel Mahler, quien hace convivir su faceta como músico eximio con la producción de espectáculos a gran escala, como las recientes funciones en el Movistar Arena de Drácula, el musical del que es autor de esas partituras recordadas por todos que son un sello del teatro argentino.
“Es llevar la experiencia del cine a algo que sucede en el momento, vamos a sumarle lo que pueden dar más de setenta músicos tocando en vivo. Además, se trata de una película icónica que vieron millones de espectadores y a cada uno lo atravesó de distinta forma”, reconoce Damián Mahler.
Este tipo de experiencias son habituales en el mundo del entretenimiento internacional, pero no tan frecuentes en nuestro mercado. Ángel Mahler explica que “lo que la gente escuchará es la partitura original de la película”.
El material es uno de esos títulos que cuenta con fanáticos que memorizan la letra y conocen en detalle cada una de las escenas. “Forma parte de la vida de muchos, remite a infinidad de recuerdos”, sostiene Damián Mahler en torno a E.T, el extraterrestre, el film de ciencia ficción que se estrenó el 11 de junio de 1982 en Estados Unidos.
Para la próxima función en el Luna Park, los ensayos requirieron de un aprendizaje técnico puntual. La orquesta ensayó con la proyección del film en simultáneo y Damián Mahler recurrió a un sistema digital de línea que va marcando qué partitura debe sonar precisando la secuencia exacta del film a la que corresponde. “Es un sistema muy complejo, utilizado en todo el mundo”, dice Mahler, mientras que su padre recuerda que “así grababa John Williams”.
John Williams es el creador de las recordadas melodías que acompañan la historia del ser de otros universos y Elliott, aquel niño que lo protege y lo involucra en el mundo de los humanos. La envergadura de la música de E.T., el extraterrestre fue tal que el propio Spielberg reconoció: “Yo hacía despegar las bicicletas en E.T., pero era la música de John Williams la que las sostenía en el aire”.
Una anécdota refleja la comunión entre la imagen, la palabra y los acordes en E.T.: “Spielberg le dio un valor muy importante a la música de esta película. De hecho, durante el proceso de musicalización, por alguna razón John Williams no llegaba a los compases a los que debía llegar en determinada secuencia, entonces, ante esta situación, que no era habitual, Spielberg le pidió que tocara como a él le parecía y que luego volvería a editar ese tramo del film”, recuerda Damián Mahler.
John Williams registraba la música a partir de la interpretación de una gran orquesta que tocaba mientras veía la proyección de la película, algo similar a lo que sucederá en el Luna Park porteño. “En cine y teatro, imagen y música generan algo muy increíble”, reconoce Ángel Mahler.
En busca de la excelencia
A los 34 años, Damián Mahler tiene el conocimiento musical, la madurez interpretativa y el don del liderazgo para poder ponerse al frente de una orquesta de maestros concertistas. “Nací en una casa donde había música y cine”, dice el hijo, mientras que el padre también reconoce que “un buen texto es música en sí mismo”.
Para Damián Mahler, liderar la orquesta sinfónica de más de setenta músicos implica un gran desafío. “En muchos casos, dirijo a concertistas que llevan de carrera los años que yo tengo de edad”. Más allá del legado de su padre, lo cierto es que cuando se enfrenta a la orquesta o le toca componer la música original de ficciones producidas para plataformas como Disney+, nada de eso cuenta. “Ahí sólo vale la verdad, tenés que hacer tu trabajo con excelencia, demostrar lo que sabés y sos, ya que no vale el ser hijo de…, el desafío, siempre es con la música”.
“Para que un director sea respetado, la única manera es saber”, sostiene Mahler padre, quien reconoce que “si el mundo y la política funcionaran como una orquesta, todo andaría mejor, ya que cada uno hace lo suyo buscando un objetivo común. Una orquesta suena fea cuando las individualidades se quieren lucir, pero cuando todos tocan armónicos, siendo fieles a la partitura, es cuando ese proyecto suena realmente armónico, sobre todo porque cada uno depende del otro en una simultaneidad de notas”.
La vocación como destino
Lejos de los formalismos, el músico de 34 años no duda en referirse a quien tuviera a su cargo los destinos de la Cultura de la Ciudad de Buenos Aires como “papá”, sin las falsas posturas de llamarlo por el nombre de pila al tratarse de una charla de corte profesional. Padre e hijo se parecen. Ángel y Damián Mahler comparten gestos y un todo de voz muy parecido. Sus facciones denotan un ADN común.
Esos parecidos también tejieron un camino de complicidades artísticas. Damián Mahler, además de compositor es pianista, y reconoce que sus visitas al Luna Park cuando Mahler hacía Drácula fueron un motor insoslayable: “Aquello caló profundo en mí, lo viví desde adentro. La primera vez que fui, me senté muy arriba y cuando lo vi entrar a mi papá para tocar, fue algo muy fuerte. Después de eso, lo acompañé a todos lados, veía todas las obras, me sentaba al lado de él buscando aprender todo. Así comenzó esa vocación, ese deseo de contar historias a través de la música en el cine o el teatro”, dice Damián Mahler, quien encontró en su padre a un maestro, pero que también se formó con otros músicos y realizó la carrera de Composición en la Universidad Católica Argentina. Alguna vez, y gracias a esas sorpresas que la vida depara, le permitió dirigir la orquesta del famoso musical. Lo que se hereda...
Para Ángel Mahler, que su hijo siga sus pasos artísticos es un motivo de satisfacción: “Los momentos más felices de mi vida tienen que ver con la música. Fui y soy muy feliz haciendo música y compartiendo la ceremonia con la gente y eso es lo que le transmito desde un lugar muy auténtico. Tanto a Damián como a su hermano Emanuel, que también es músico, les inculqué siempre que podían elegir hacer lo que sentían, pero que se jugaran y dieran todo por eso. Que si elegían ser bomberos que fueran el mejor bombero que podían ser y si es la música, que estudiasen y se entregaran a trabajar, porque esto es un trabajo enorme con fechas de estreno, responsabilidades y presiones”.
Algo en común
A la hora de pensar en la intimidad familiar, defectos y virtudes, Damián explica que a su padre “le gusta hacer experimentos en la cocina, pero no siempre sale bien. Una vez hizo salmón con semillas de amapolas que parecía que estaba bañado en arena”. Ángel no lo desmiente: “Fue complicado comerlo”.
A la creatividad en la cocina, Mahler la replica en arreglos de carpintería y todo aquello que haga falta hacer en la casa. “Papá es un creativo que resuelve en todos los aspectos de la vida, yo soy más pragmático y llamo al especialista que me tiene que arreglar lo que se rompió”. Ante la aseveración, Mahler le recuerda a su hijo que le tiene que devolver una mesa que restauró con mucho empeño. Damián vive con su esposa e hija, pero las visitas a la casa paterna son permanentes. “Una tarde y se llevó la mesa”, rezonga el padre, pero reconoce que “es un gran hijo, aunque el día que vino y me contó que iba a ser abuelo, fue un shock y una hermosa noticia al mismo tiempo. Tenemos una sensibilidad común, es muy lindo compartir la vida, la música nos une y esto no es un cliché”.
Damián asiente y confirma: “Compartimos la vida, la música nos une, porque tenemos afinidad”. Damián tiene una nena de seis años que dijo sin medias tintas,cuando sus compañeritos del jardín se referían a las profesiones de sus padres: “Papá y el abuelo, no son personas normales”. Más allá de las normalidades, lo cierto es que ambos están únidos por la pasión artística.
Ahora el desafío de los Mahler es llevar al famoso extraterrestre de Spielberg al Luna Park, emulando aquel cine con música en vivo, una forma posible y amorosamente añorada. E.T. in concert es la excusa para volver a la emoción de aquella historia con un mensaje preciso: “La película reivindica valores algo extinguidos de una manera muy sutil y les da la razón a los niños, Spielberg se planta en la mirada de ellos para contar”, finaliza Ángel Mahler, dando en la tecla sobre uno de los secretos de la repercusión atemporal de la icónica película de ciencia ficción.
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