El director australiano habló con LA NACION sobre This Much I Know to Be True, el documental sobre el artista que se filmó en pandemia y que ya está disponible en la plataforma MUBI
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“A Nick Cave lo conocí a través de un dealer al que le compraba droga”. A Andrew Dominik no le gustan las formalidades. Esto se vuelve evidente desde el momento en que, dentro de los acotados tiempos que ofrece una entrevista a la distancia, dialoga a su modo y a su propio ritmo, como si esa estructura primigenia no le fuera suficiente.
Entrevistar al director australiano (nacido en Nueva Zelanda) es una experiencia sin rumbo definido en la que él no se ajusta a lo estrictamente promocional. Por el contrario, prefiere los discursos espontáneos sobre toda su obra (corta, fascinante) porque está convencido de que a una película no se la puede encorsetar. Basta hacer un fugaz repaso por su filmografía (Chopper, El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford, Mátalos suavemente) para comprobar cómo los géneros se amoldan a él y no a la inversa.
“Everything’s Fucked” se lee en la remera que usa para la charla con LA NACION, y es el título de la canción de la banda australiana Dirty Three, puntapié para que se hable de los mejores grupos que salieron de Melbourne, cuya escena musical Dominik conoce de punta a punta. El cineasta ametralla con recomendaciones, hace una lectura de cómo el exigente público australiano te obliga a no interpretar en modo automático y, de paso, menciona esos temas que le cambiaron la vida. El Zoom puede representar una barrera, pero Dominik está ahí para romperla, y eso fue lo que hizo en un extenso diálogo con este medio que, claro, se prolongó más de lo previsto. Al director no se le dice cuándo hay que ir redondeando, él es quien tiene en sus manos el final cut.
El viernes se estrenó por la plataforma de streaming MUBI This Much I Know to Be True, el segundo documental del realizador sobre la figura del enorme Nick Cave (el primero, One More Time with Feeling, mostraba el proceso de grabación de Skeleton Tree, el álbum del músico con los Bad Seeds), pero también sobre la de su colega y coterráneo Warren Ellis, quien asegura que las mejores cosas salen de esos momentos en los que parece no estar pasando nada.
Por un lado, Dominik, quien tiene una relación de larga data con ambos artistas (compositores de las bandas sonoras de El asesinato de Jesse James y de la inminente Blonde), retrata la interpretación, en un galpón en el que se lleva a cabo un juego de luces extraordinario, de dos discos: Ghosteen (de Cave con los Bad Seeds) y Carnage (de Cave y Ellis). Por otro lado, no los entrevista, más bien los deja expresarse como quien escucha embelesado todo lo que conlleva el proceso creativo con perspectiva de fan, que es precisamente lo que es Dominik de esas figuras, aspecto que no busca disimular.
Sobre el final de su trabajo -filmado en pandemia y estrenado en febrero de este año en el Festival de Cine de Berlín-, Dominik deja que Cave interprete “Balcony Man”, canción de la que se desprende la frase que da título a su gran documental, uno que conmueve también cuando la versión de “Waiting for You” está digitada por las luces que acompañan el vaivén melódico y ese rostro tan fascinante de Cave, tan intenso como su forma de sentir aquello que canta. “Con Nick nos sentamos y jugamos para ver qué sale, uno vive por esos instantes”, dice un risueño Ellis, y Dominik pone el foco en esa dinámica espontánea que forja una obra homogénea y etérea, como salida de otro mundo.
-¿Cómo conociste a Nick? Una de tus novias tuvo algo que ver...
- Sí, aunque en realidad lo conocí primero a través de un dealer de droga en el ‘86. Yo era un niño inocente de una escuela privada y Nick era como el príncipe de las tinieblas sentado en el sofá, viendo un documental sobre lombrices en la televisión (risas). Le pregunté qué estaba viendo, se dio la vuelta y me mostró los dientes, me daba bastante miedo en esos días. Unos meses después, yo estaba saliendo con una chica que había sido su novia, Deanna, la de la canción que Nick compuso. Comencé a salir con ella justo cuando salió el disco [Tender Prey]. Nick la llamaba para hablar y a veces contestaba yo el teléfono y empezamos a charlar. Nos llevábamos bien.
-¿Y por qué pensás que se llevaron bien de inmediato?
-Porque yo tenía mucha curiosidad por él porque era el exnovio de mi novia (risas) y ella solía contar historias y parecía un hombre fantástico, yo era fan en ese momento, había escuchado su música. Nick tiene un gran sentido del humor, le gustan las bromas, así que nos reíamos de cualquier cosa. Y luego gradualmente, a lo largo de los años, llegamos a conocernos mejor y trabajamos juntos. Ahora somos muy buenos amigos.
-¿Cómo fue trabajar con él en este segundo documental? ¿Cuál es la parte más divertida de estudiarlo, cómo fue verlo tocar con Warren, tocar como chicos?
-Siempre es un privilegio estar cerca de esos muchachos, lo hacen parecer tan fácil, son los músicos que mejor conozco en el mundo. Tengo otros amigos que son músicos, pero con Nick y Warren pasan otras cosas. Estoy con frecuencia en el estudio de grabación con ellos y los veo hacer música y parece sencillo. Simplemente la rompen. Hemos trabajado mucho juntos, hicimos la música para Jesse James, luego hice documentales con ellos y luego estuve cerca de la grabación, estuve ofreciendo mi opinión y terminé con un crédito de mezcla en la película, que creo que realmente no merecía (risas).
Warren y yo estamos realmente sincronizados, como si a menudo pensáramos lo mismo al mismo tiempo, creo que lo tranquiliza escuchar a alguien más, eso confirma su propia creencia sobre lo que está pasando. Y también estoy siempre interesado en las cosas más pequeñas de Nick. En la grabación de Ghosteen, recuerdo que llegué al estudio de Malibú, me puse los auriculares y lo escuché, me emocioné, y eso los hizo sentir realmente seguros al respecto.
Estar cerca de la creación de ese disco fue increíble, ver cómo cobraba vida y con qué frecuencia estaban operando en ese espacio donde son muy vulnerables, donde no saben si lo que están haciendo es bueno o malo, cómo siguen yendo en ese tipo de dirección desconocida, hasta que algo sucede y es realmente extraordinario de atestiguar.
-Hablando de los pequeños momentos, tu documental tiene mucho de eso, incluso empieza de manera inusual, con las piezas de cerámica Nick; ¿te contagiaron esa forma lúdica, el disfrute del proceso, que ellos mismos llevan a cabo?
-Yo no aparezco con una idea de lo que quiero hacer o de cómo filmar las canciones. Tengo un pensamiento amplio sobre eso porque en realidad las películas tratan sobre cómo son como personas. Muestro a un hombre como Nick que está tratando de encontrar la manera de dar un paso adelante, y lo que ha aprendido, eso no es algo que estoy imponiendo, eso es algo que Nick está transmitiendo, simplemente comenzás permitiendo que todo se revele. Respecto de esa escena, me bajé del avión y entré a la casa de Nick y él me mostró las esculturas. Fue exactamente así, obviamente es un disfraz, el recuento de su propia vida, es un retrato de él, y me pareció increíblemente conmovedor, entonces lo puse en la película.
-¿Qué tan involucrado estuvo Nick en las decisiones creativas, como los juego de luces?
-En eso no tanto. Él está involucrado porque él crea la música, y eso me exigió a mí ser como un músico visual. Nick reacciona a los sonidos que hace Warren y Warren reacciona a las palabras que canta Nick, y luego visualmente yo reacciono a lo que están haciendo, pero es mi propia visión. Como yo estaba allí cuando hicieron el disco, conocía cabalmente esas canciones, y tuve la oportunidad de crear una especie de representación visual de las mismas.
Sabía que podía hacer que las luces se sincronizaran con la música, eso era lo más importante que podía hacer. Así que realmente pensé en cómo diseñar toda la iluminación como en 3D, como si configuraras la iluminación en un espacio 3D y después lo diseñás todo, después lo pasás a la realidad, lo echás a andar. Si tenés suerte funciona, cosa que sucedió, hubiera sido un problema de lo contrario (risas).
-¿Cuánto duró la filmación? Apenas unos días... ¿no?
-Sí, solo cinco días.
-¿Fue una presión para vos o estabas relajado?
-Siempre estoy presionado, pero me gusta eso. Me gusta trabajar en un estado de pánico apenas contenido porque siento que eso realmente revela la verdad, eso siempre pasa con las películas.
-¿Filmaste el documental mientras estaba la pandemia y estabas filmando simultáneamente Blonde [la biopic de Marilyn Monroe que llega a Netflix el 23 de septiembre]?
-Había terminado de ver la edición de Blonde, pero me faltaban algunas cosas de post-producción, los efectos visuales, en cierto modo filmé esto en medio de esa película.
-Te tengo que preguntar más sobre Blonde...
-Sí, vos podés preguntar lo que quieras, pero yo no te voy a contestar nada (risas).
-¡Pero dijiste que estabas realmente orgulloso de lo que habías hecho!
-Sí, eso seguro. Lo estoy, pero no voy a hablar sobre Blonde, estoy cansado (risas). Estamos manteniendo un silencio de radio con eso, solo por un tiempo más.
-Pero ya hablaste bastante...
-Sí, pero ahora cambié de plan (risas).
-Volviendo a Nick, ¿recordás la primera vez que lo escuchaste cantar?
-La primera vez que lo escuché fue haciendo “Shivers”, una canción que está en la película Dogs in Space [dirigida por Richard Lowenstein y protagonizada por Michael Hutchence], en la que actuaba nuestra novia Deanna (risas). Esa fue la primera vez que los vi juntos, pero él solo aparecía en la TV cantando “Shivers”, y fue cómo: “Wow, esa canción es increíble”. Fue escrita por otro amigo mío, Rowland Howard [de la banda punk australiana, The Boys Next Door], quien murió hace unos años.
-¿Y tu disco favorito es Ghosteen?
-No puedo elegir uno solo aunque sí creo que Ghosteen es increíble, no son muchos los músicos que crearon sus mejores discos a los 60 años, pero me gustan varios, me gusta lo que hizo The Birthday Party también, hay distintos discos para distintas épocas de tu vida. Lo grandioso de los Bad Seeds es verlos en vivo, cuando los ves en vivo notás lo buenos que son, lo bien que suenan, esa es la verdadera prueba que debe pasar una banda ¿Pueden tocar en vivo? Porque hay muchas de las que esperás grandes cosas y cuando vas a verlas son horribles (risas).
-¿Cómo cuáles?
-No te lo voy a decir (risas), pero me pasó con varias. Yo vengo de Melbourne y en los 80 y los 90 la música era increíble, había muy buenas bandas, pero el público era difícil, no estaban predispuestos a que les gustaras, eran duros porque fueron criados con buena música, como el rock australiano, el rock australiano es bueno y tienen que tocar en vivo. Eso es lo que sucede: si vas a tocar en Melbourne, mejor que seas bueno porque si no lo te van a chiflar hasta el cansancio.
Después pasa que salís al mundo, viajás y ves bandas y penás: “Oh, Dios, esta banda apesta”. The Birthday Party [ex Boys Next Door, con Cave a la cabeza], por ejemplo, se mudó a Inglaterra porque pensó que ahí era donde todo pasaba, fueron y se dieron cuenta rápidamente de que eran la mejor banda del mundo porque las otras no podían seguirles el ritmo. No fueron una banda exitosa en un sentido comercial, pero artísticamente todos sabían que eran insuperables. Por eso eran arrogantes, porque sabían lo buenos que eran, debió haber sido fantástico.
-Hay un momento muy especial en el documental en el que aparece Marianne Faithfull, ¿cómo fue ese día para vos y para todos en el set?
-Marianne es ruda, se ve ruda, yo quería llevarla porque me gusta, porque “Galleon Ship” es una canción sobre el heroísmo de amar a alguien sabiendo que eventualmente lo perderás, y la voz de Marianne es una especie de suspiro, como algo en el fondo de tu mente que está señalando que se avecina un desastre. Esa es la forma en la que lo sentí, y quería que se escuchara eso. Recuerdo que ella llegó al lugar y fue como un drama porque estábamos expectantes acerca de si podía venir o no, pero básicamente para cada momento en el que está en la película traté de convencerla de que no usara maquillaje, de que hiciera ciertas cosas, pero no gané. Nunca gano con Marianne, es una mujer increíble.
-¿Te puedo preguntar algo sobre otra cosa que dirigiste?
-Depende sobre qué (risas).
-Mindhunter, ¿pensás que puede llegar a volver?¿Te gustaría? Acá en la Argentina hay muchos fanáticos de la serie y del quinto episodio de la segunda temporada que dirigiste...
-Ay, sí, me encanta Mindhunter y creo que una próxima temporada probablemente sería lo mejor pero no sé si David [Fincher] quiere hacerla, es muchísimo trabajo hacer una serie, tener que hacer 10 horas, es muchísimo. Haberlo visto ahí en el set pensaba en cuánta presión tenía y cuánto trabajo le daba. Es algo que parece que no termina nunca, pero estás filmando por meses y meses. Si pudiésemos obligar a David a hacerlo, lo haríamos, pero no creo. En el set me dijo: “Esto podría ser tuyo” porque quería sacárselo de encima (risas), pero de ninguna manera.
-Pero dijiste que trabajás bien bajo presión, ¿no te ves dirigiendo una serie?
-Sí, me gustaría tener 10 horas para contar una historia, pero viéndolo a David, es como una nueva forma de arte, aún más que las películas, entonces tenés que ser bueno para hacer una, es un montón de presión. Lo positivo es que tenés a otros directores también trabajando, eso debe estar bueno, es como estar en el colegio. Y fue bueno para mí tener a alguien con quien hablar sobre mis problemas.
Fincher fue el productor más comprensivo con el que he trabajado, no siempre pasa eso. Dicen que los directores son los peores productores, son algo así como niños que sufrieron bullying en el colegio que crecen y luego hacen bullying ellos (risas), pero David no fue así, fue muy comprensivo, él me cuidó, es genial, como una figura paterna, un ser humano increíble.
Dónde verlo. This Much I Know to Be True está disponible en MUBI.
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