Andrés Calamaro “toreó” con sus canciones a Madrid y ofreció un show emotivo y versátil
Con una lista de 25 canciones, el argentino brilló en el ciclo de Noches del Botánico de la capital española, que ya va por su séptima edición
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MADRID.- La estación de Metro Ciudad Universitaria de la capital española lleva ese nombre porque está rodeada por la Universidad Complutense, que alberga el majestuoso jardín botánico Alfonso XIII. En ese contexto exquisito, florido y perfumado, Andrés Calamaro apareció el último fin de semana vestido de negro con gafas iguales en un escenario a cielo abierto para una función sold out. La noche anterior tocó Bob Dylan con algunas butacas vacías y una lluvia débil que pareció haber marcado el ánimo en general. Sin embargo, el cantante lo precedió un atardecer naranja, intenso y fascinante como si supiera que este artista local, volvía a tocar en casa. El atardecer terminó a las 22.15 justo cuando el show empezó. Sí, Madrid tiene sol hasta esa hora en primavera y en verano. “Hola, buenas noches. Gracias por venir y por haber venido” dijo un Andrés en calma, con un estado elegantemente saludable de ánimo.
“Output Input” abrió la lista con un público cálido, Calamaro y dos teclados como escudo. Lo acompañaron Mariano Domínguez en el bajo, Martín Brun en la batería, Julián Kanevsky en guitarra (también es guitarrista de Alejo Stivel) y Germán Wiedemer en piano.
“Cuando no estás” continuó prolija pero sin pedir permiso y así, con un Andrés que habló poco pero disfrutó mucho, se fueron sucediendo las canciones con una voz limpia, llegando incluso hasta las notas difíciles de hacer en vivo. Arreglos y armonías que no suenan en los discos ensayados para estos conciertos; coros a tres voces con Julián y Martín, el sonido y las luces, el compromiso acústico del cantante que varió desde el cencerro hasta el toc toc, o colgarse la guitarra para cantar “Verdades afiladas” invitaron al público a descubrir sutilezas en canciones por todos conocidas.
Siguieron las buenas nuevas porque invitó al Niño Josele a tocar con su guitarra de concierto un “Estadio Azteca” poderoso y flamenco, levantando la temperatura del público, que cantó emocionado. La versión de “Los aviones” que hicieron juntos, con el punto más alto de la noche en la voz de Andrés –que hasta un falsete firuleó– erizó hasta las plantas del botánico. Y es que el músico estuvo versátil. Mientras se ataba el pañuelo en la frente, agarró las maracas y cantó una cumbia. Las sensaciones no pararon.
Cambiar el rumbo y enganchar “Mi enfermedad” con “Todavía una canción de amor” y “Dulce condena” para inmediatamente llamar a Diego García, quien fue soporte para este concierto con su banda Twanguero y tocar “Sin documentos” con una versión renovada y bella de esa rumbita flamenca. Otra vez, las voces en acordes confirmaron a un Calamaro armónicamente tremendo. Elegir de soporte a Twanguero trajo como regalo una versión de “Guitarra, dímelo tú” de Atahualpa Yupanqui en una versión recomendada para curiosos.
Cuando parecía que después de veinte canciones toda esta furia se moría, volvió la banda a cantar “Flaca” y finalmente Andrés habló. Agradeció nuevamente, contó lo disímil de esta presentación con la de años anteriores y no se fue, sino que siguió tocando, ahora “Paloma” con el final intervenido por Layla de Derek and the Dominos y como si eso no alcanzara, “Los chicos” rematado por el final de “I Want You (She´s So Heavy)” de los Beatles.
Se quedó saludando en el escenario, toreando remeras de la Argentina, una bandera, firmando, sonriendo, como si hubiese constatado en su propia piel que de un gran show nadie se quiere bajar. En el escenario sonó “Nerva”, el pasodoble de los toreros.
Horas antes del concierto publicó en su Instagram un video diciendo: “Esta noche y mañana tocamos en Madrid, en el Botánico. Madrid siempre complicado, comprometido, exigente, expectante, bueno, para los artistas, para los toreros, Madrid big city. Pero venimos muy bien y esperamos dar lo mejor. Estamos muy contentos porque llenamos el Botánico y mañana hay otra fecha. Gracias”. Y terminado el concierto publicó otra historia aún mejor, con la cara radiante, sudada y enrojecida, pero satisfecha.
Andrés Calamaro estuvo feliz. Madrid, también.
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