Hoy se edita Dios los cría, en el que vuelve a grabar algunos sus clásicos junto a estrellas como Raphael, Julio Iglesias y Julieta Venegas; el músico recuerda en esta entrevista su relación con Maradona, la primera crítica que recibió sobre Los Abuelos de la Nada y su incursión en el guion
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Hoy se edita un disco de Andrés Calamaro, Dios los cría. En él revisita temas de sus diferentes etapas (pre y post Los Rodríguez, y también durante) junto a invitadas e invitados como Raphael, Julio Iglesias, Julieta Venegas, Alejandro Sanz, Vicentico y León Gieco. Calamaro responde las preguntas de LA NACION por escrito, como es su costumbre a lo largo de los últimos años.
El primer y obvio escollo es lo difícil que resulta interpretar al entrevistado y dar vida al texto sin el tono de voz, el gesto y la repregunta. A modo de ejemplo (alerta spoiler): Calamaro habla de ir a la música como ir a la guerra, y luego establece una analogía de la postergación: grabar un disco no se detiene, igual que no se pospone “un dolor de muelas o un divorcio”. ¿Estoicismo o épica del sufrimiento artístico? Otro caso: no cuenta una anécdota de las vividas con Diego Maradona bajo el amparo de una extraña hipótesis: quienes pueden hacer públicos sus recuerdos con el Diez son solo sus “compañeros de profesión”. Pero si el Diego es del pueblo… Así, las respuestas.
–¿Cómo surgió Dios los cría?
–¡Surge de las entrañas mismas del deseo! Hace cuatro años, promediando la gira Licencia Para Cantar, ingresamos al estudio de grabaciones Red Led donde pretendíamos registrar el mismo repertorio que tocamos en vivo en 60 recitales, los últimos de los cuales los celebramos en el teatro Gran Rex de Buenos Aires. Grabábamos sin motivo aparente cuando imaginé algunas de estas canciones cantadas por otras gargantas, compartí esta inquietud con los músicos y el ingeniero Angel Martos. No recuerdo cuántas vueltas le di al asunto pero finalmente hicimos lo más sensato: reclamar los servicios de lujo de Carlos Narea, mi amigo y realizador de grandes producciones a priori imposibles.
–¿Cómo fue la selección de temas? ¿Y la adaptación de tempo y estilo?
–El arreglo de Germán Wiedemer ya asoma en Romaphonic Sessions (2016) y se expande a trío para la gira LPC de 2017. Grabamos primero lo que estábamos tocando de gira y luego elegimos otro racimo de canciones para grabar en este mismo formato. En Romaphonic… grabamos solo con piano y las canciones se acomodaron –para cantarlas sin batería ni guitarra eléctrica– aliadas al silencio, inclinadas hacia lo que podríamos definir como jazz y pop, a veces empatadas con la clave de bolero híbrido que no es el de Javier Solís, Daniel Santos o Rolando La Serie. Cierto tipo de conjunciones armónicas pueden considerarse jazz fuera de la horma tradicional contemporánea del Jazz. Es este el caso.
–¿Cómo fue la decisión de invitar a las y los artistas que participan? ¿Los imaginaste en los temas que interpretaron?
–Los imaginamos desde la primera sesión de grabaciones y los seguimos eligiendo con Carlos. Creo que pensamos en tres posibles cantantes para cada una de las treinta o más canciones que barajamos grabadas, y tres posibles canciones para cada cantante deseado ¡180 variaciones posibles!
–¿Cómo te sentiste a nivel artístico y a nivel personal “revisitándote” de esta manera?
–La música es un servicio más que un trabajo, vamos a la música como un soldado va a la guerra. Las sensaciones personales importan poco, hay un disco para grabar o una gira de dos años y sesenta recitales. Nada se posterga por un dolor de muelas o un divorcio: se aguanta. Luego mi forma de hacer las cosas, buscando buenas sensaciones en el escenario y el estudio. Un estilo que combina el egoísmo con la entrega y es plausible de revisarse.
–¿Hay alguna canción tuya que no quieras volver a escuchar?
–Eso depende de los caballitos de tequila ingeridos.
–”Dicen que para escribir es inevitable sufrir”, ¿sacrificarías la palabra para no sufrir? ¿Cuáles son tus escritores favoritos?
–Este verso es un tributo plagiario a los de ¨Naranjo en flor¨, no abrazamos el sufrimiento, quizás la melancolía. Cantamos para licuar las penas de los demás. No puedo tirarme el moco con mis lecturas, no soy un lector constante ni sofisticado. Marechal, Huidobro… Michel Houllebecq. Luego consulto ensayos para expandir un poco el conocimiento.
–”Jugar con fuego” sobresale por el mood alegre y potente; y la de Raphael es quizás la participación que más modifica su propia impronta en pos del tema. ¿Coincidís?
–Los cantantes no somos alegres ninguno. Raphael es único en la tierra, la manera en que se vuelca con el oficio, el amor al canto y la voz como cantor. Sobresale siempre. Al disco se brindó en cuerpo y alma.
–También llama la atención “Tuyo siempre”, porque a pesar del tópico de la despedida, la versión transmite cierto optimismo. Distinto de lo que comentaba de Raphael, hay una apropiación de Vicentico. ¿Cómo fue esta colaboración? ¿Y con León? (En “Mi bandera” se percibe una especie de duelo de propuestas artísticas, que terminan ensamblándose).
–De eso se trata la música y las canciones, imprimen euforia en los momentos grises, socorren en la soledad y el miedo. Todo lo explica Yupanqui en El destino del canto. León Gieco es el artista más grande de nuestro país y un tesoro de persona. Gabriel Vicentico le sigue de cerca. Tienen sonido y sensibilidad, son solemnes pero sencillos. En un puño contienen la psiquis y el latido de su pueblo.
He aquí otro “tributo plagiario”: la cita pertenece al tema “Buen día, día”, de Miguel Abuelo
–Incluiste “Pasemos a otro tema”. En la seguidilla del Gran Rex de 1997 sumabas varios hermosos temas de Nadie sale vivo de aquí, como éste y “Señal que te he perdido”. ¿Tenés un vínculo especial con estos temas, con este disco que tuvo reconocimiento crítico pero no estuvo cerca de la masividad rotunda que sí llegó desde Alta suciedad?
–De los recitales de 1997 en el Gran Rex recuerdo algunas cosas pero no el repertorio que elegimos tocar, sí las instalaciones hedonistas que instalamos debajo del escenario y las inyecciones de cortisona que me administraban antes de cantar. Lo que vale la pena recordar.
¿Qué serán las instalaciones hedonistas?, podrán preguntarse los lectores. Esas son las dudas, los juegos que se pierden.
–¿Cómo fue la mixtura de géneros latinos y españoles, algunos muy familiares para vos y otros quizás más lejanos?
–Muy normal. Provengo de una familia cultural y musical, toda la vida escuché rock, pero también tango, folklore y vanguardia. El principado flamenco me respeta y aprecia, he incursionado en el tango acreditado por leyendas como Virgilio y Mariano, hace muchos años que cantamos para América Latina y España. Me encanta la salsa dura, las cumbias y la dulzura de los folklores. Hablemos de los Hermanos Flores, Raúl Barboza, Sun Ra, Ismael Rivera, Cafrune y Larralde. Somos rockeros, tampoco caricaturas imaginadas por Diego Capusotto o This is Spinal Tap.
–En general con respecto a Dios los cría: ¿es posible que esos temas, que escribiste y editaste en un momento y con una historia detrás se resignifiquen ahora?
–Las canciones no tienen tanta historia detrás, algunas tienen mucha historia por delante.
–Si tuvieras que quedarte con un fragmento de tus letras, ¿cuál elegirías hoy?
–”La vida es una cárcel con las puertas abiertas”.
¿No pensaste en incluir “Maradona”? ¿Qué recuerdo te queda del dueto con él en ¨Hacer el tonto¨?
–Con Maradona fuimos amigos de verdad. Unidos por el amor cómplice de la amistad, solo nos encontramos en ámbitos privados y clandestinos, y muchas veces. Anécdotas pueden contar sus compañeros de profesión, es lo que corresponde. Yo sigo esperando que suene el timbre de casa y sea él, Diego Maradona.
–¿Cuándo fue la última vez que lloraste al escuchar una canción?
–Ni idea. Nunca lloro. No debo hacer llorado mas de dos veces en toda mi vida y no recuerdo cuando ni por qué. La obra que me toca en las fibras es el ¨Adagio” de Albinoni.
–Tus letras transmiten una sensibilidad y una vulnerabilidad que polarizan en ocasiones con tus declaraciones. ¿Cuándo sos más libre?
–No me exijo tanto, prefiero evitar las palabras enormes porque les bajamos el precio si las integramos al lenguaje coloquial. La libertad, el respeto, el amor, la felicidad y la empatía… no se nombran en voz alta, son privadas o no son nada.
Andrés evade, acaso, el punto. Él es autor de letras afanosamente sensibles (ejemplos hay muchísimos, pero va uno: “Me parece que soy de la quinta que vio el mundial setenta y ocho/ Me tocó crecer viendo a mi alrededor paranoia y dolor/ La moneda calló por el lado de la soledad (otra vez)”, de “Crímenes perfectos”. Pero también es el mismo que tuiteó de manera polémica: “Vamos Jair con todo. Pegue y pegue”, en la falsa cuenta de Bolsonaro cuando desde allí se habló del cuerpo de una mujer, Ofelia Fernández, de una manera repudiable.
–¿Te googléas? ¿Qué es lo más extraño que leíste sobre vos?
–Dicen que voy colocado a las entrevistas y llevo ocho años sobrio. Y abstemio.
–¿Recordás alguna crítica sobre tus shows o discos que te haya gustado o disgustado particularmente?
–Recuerdo la primera crítica del primer recital con Los Abuelos de la Nada escrita por Carlos Dutil. Dijo que éramos un grupo de “exconvictos de la vida”. Mejor es imposible.
“Recuerdo la primera crítica del primer recital con Los Abuelos de la Nada escrita por Carlos Dutil. Dijo que éramos un grupo de “exconvictos de la vida”. Mejor es imposible”.
–¿Qué es lo último que escribiste o compusiste?
–El año pasado escribí un diario en verso, todos los días del año en décimas redondillas, un formato antiguo ahora impulsado por artistas como Jorge Drexler y Alexis Pimienta. La décima la exploraron Violeta Parra y Miguel Hernández. Escribir, componer, descomponer y grabar son cosas normales como respirar, es lo que los músicos hacemos todos los días.
–Entre lo último que escuchaste, ¿qué músicos/músicas recomendarías?
–Kali Uchis, Rigoberta Bandini y Moses Sumney. Recomendaciones muchas; escuchar música, la primera.
–Escribiste un guion el año pasado, también estabas trabajando en una obra de teatro político. ¿Planeás publicarlos, o transformarlos en película/función?
–El potencial de los libros para cine y teatro es tanto que no he compartido detalles con mi madre ni con mis más íntimos amigos. Hace pocos días le he confiado partes del guion a una persona de mi confianza y ya estoy pensando en contratar un sicario rosarino para silenciarlo.
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