András Schiff, el mejor de todos
El pianista húngaro interpretará a Beethoven
Cañones y manteca. Esas eran las dos alternativas de una propuesta muy provocadora que Paul Samuelson, Nobel de Economía de 1970, estableció (y popularizó) como ejemplo de opciones para la prospectiva económica de un país ideal. Puestos a establecer binomios de unidades supuestamente incompatibles, juntemos a la música y al deporte, ya no para cotejar naturalezas o esencias, sino para comparar la certeza de uno para establecer superioridades y la imposibilidad de la otra para colocar medallas de oro.
En estos tiempos posolímpicos, nos acordamos de Michael Phelps y de Usain Bolt, que ocuparon los lugares que se merecen. Sin lugar a dudas, cada uno en lo suyo, son los mejores. Los cronómetros, electrónicos y de precisiones inapelables, así lo certifican. Pero si aplicáramos los criterios del deporte a la música, ¿quién es el mejor pianista, cuál la mejor orquesta, quién el mejor tenor? Claro, para la música no existen relojes, barómetros, básculas, altímetros, manómetros o microscopios que determinen la supremacía de uno por sobre otro. Para el arte, que no coteja parámetros físicos, sólo existen aproximaciones, subjetividades, introspecciones y convencimientos. Por lo tanto, y sin pretender persuadir compulsivamente a nadie y aun sabiendo de lo cuestionable que esta afirmación puede resultar, arrojemos, pues, nuestras propias certidumbres, por supuesto, individuales e indemostrables: András Schiff es el mejor pianista del mundo y mañana estará en el Colón, dentro del Abono del Bicentenario.
Como no estamos formulando opiniones sobre la base del capricho, intentemos, por lo menos, argumentar las razones de tamaña enunciación. Este pianista húngaro, nacido en 1953, desde hace décadas, viene transitando repertorios de los más disímiles, siempre con lecturas penetrantes y asumiendo riesgos que se traducen en resoluciones artísticas de supremo arte porque se asientan sobre convicciones profundas que, se intuye, son el resultado de largas meditaciones y análisis. De Bach a Schumann, o de Mozart a Bartók, Schiff establece modelos creativos, coherentes y renovadores de interpretación musical. Por sólo traer a colación un ejemplo, podemos recordar el registro discográfico de la totalidad de las sonatas para piano de Beethoven y de Schubert. A diferencia de otras grabaciones de estos dos corpus, en la visión de Schiff no sólo que hay una unidad estilística general, sino que, además, hay una preocupación cuidadosa por abordar cada sonata de acuerdo con sus características puntuales. Pero esa obsesividad creativa también la despliega cuando hace las suites francesas o las inglesas de Bach, los conciertos para piano y orquesta de Bartók o las obras para piano de Schumann. Por decirlo de algún modo muy general, con Schiff no es sólo que la técnica está al servicio del arte, sino que, además, los pensamientos y los análisis están en función de entender y mirar cada obra como un sujeto de acción. En un tiempo y una estética general determinados, sí, pero también como una unidad individual y específica.
Retirado Alfred Brendel de la escena, a todos nos quedó claro que el sucesor indiscutido como el referente de la Escuela de Viena (Haydn, Mozart, Beethoven y Schubert) debía ser Schiff. Pero este hombre es mucho más que eso y extiende sus saberes y su autoridad indiscutible sobre otros repertorios. El concierto que ofrecerá mañana es una prueba incontrastable de su multiplicidad. De principio a fin, sólo tocará sonatas. Pero el espectro supera cualquier imaginación. Sucesivamente, interpretará la Sonata Op. 109, de Beethoven, la única Sonata, de Bartók; la Sonata 1.X.1905, de Janácek, y la monumental Sonata D.894, de Schubert.
Por si fuera poco, este artista, además, trasciende lo estrictamente musical cuando revela compromisos humanísticos que generan otro tipo de adhesiones. En 2000, con el ascenso del filonazi Jörg Haider a la gobernación de Carintia, Schiff renunció a su ciudadanía austríaca y se radicó en Londres. El año pasado, acusó al gobierno de Hungría de promover prácticas y políticas antigitanas, antisemitas, homofóbicas y xenófobas en general, y manifestó que no volvería a tocar en su país de origen. Pero no es por sus declaraciones compartibles que Schiff puede ser considerado el mejor entre sus pares. Es lo que hace frente al teclado lo que le da la verdadera dimensión.
- PARA AGENDAR
András Schiff: el pianista interpretará sonatas de Beethoven, Bartók, Janácek y Schubert. Teatro Colón: mañana, a las 20.30. Entradas desde $ 43 a 1515.