Anderson .Paak, la revelación de Lollapalooza 2018, cierra los sideshows del festival
La industria discográfica se mueve a la velocidad de un médano. En septiembre del año pasado Lollapalooza anunció que Anderson .Paak, uno de los protagonistas de los Grammy 2017, sería parte de su programación. Un par de meses después anunció su sideshow y, aunque su música no tiene rotación radial ni apariciones en los medios locales, agotó sus entradas en un puñado de horas. Sus discos, sin embargo, siguen ahí: muertos de risa, sin edición local.
Anderson .Paak, en ese sentido, es definitivamente un artista del siglo XXI: se mantiene muy activo en las redes sociales y apuesta buena parte de sus fichas a las plataformas digitales. Su música, sin embargo, es parte de una larga tradición: un linaje que comienza en el preciso momento en que esos salmos que rendían tributo al Dios de la Iglesia comienzan a rendir tributo al Dios del Amor y de la Guerra. Es decir, cuando el gospel se convierte en soul: una ola todopoderosa capaz de arrastrar los sedimentos del rock & roll, la psicodelia, el funk, la música disco y el hip hop. Ahí arriba viene Anderson .Paak, surfeando la cresta como Sam Cooke, Stevie Wonder, Prince, Lauryn Hill, D’Angelo y Frank Ocean. Es decir, como un campeón.
Hijo de una surcoreana y un afroamericano, Brandon Paak Anderson nació el 8 de febrero de 1986 en Oxnard, una ciudad mediana del sur de California. Sus raíces se hunden en ese compost de iluminación y violencia que puede ofrecer la Costa Oeste: con solo siete años asistió a la brutal golpiza que su padre le dio a su madre y un tiempo después puso el primero de sus pies en la capilla de St. Paul Baptist. "Vi el coro y la banda de la Iglesia y quedé atrapado –dijo en una entrevista para la National Public Radio–. Simplemente me enamoré de la energía".
Paak se sentó en la batería y, a medida que exploraba los rudimentos de la música, edificó un jovencísimo primer matrimonio y un promisorio empleo en una granja de marihuana de Santa Bárbara. Pasó una temporada en la calle y, apenas empezó a hacer pie, editó O.B.E. Vol. 1 (2012), con el seudónimo de Breezy Lovejoy y algunas trenzas en la nuca. Dos años después, ya tenía la confianza suficiente para firmar Venice (2014) casi con su propio nombre. Solo alteró el orden de los factores y puso un enigmático punto delante del Paak. "El punto es para subrayar el «detalle»: siempre presto atención a los detalles –explicó–. Pasé mucho tiempo trabajando en mi oficio, desarrollando mi estilo y cuando finalmente salí de mi pequeña incubación prometí que iba a prestar atención a los detalles".
Dr. Dre, que donde pone el ojo pone la bala, lo convocó para colaborar en seis canciones de su esperadísimo Compton (2015). Paak no solo encontró una marquesina inmejorable para darse a conocer en el circuito major del hip hop, sino que recibió un master acelerado de producción. "Lo primero que advertí es que él realmente comanda la nave –explica–. Cuando está en la silla del productor es el capitán, pero está abierto a nuestras ideas y siempre se muestra interesado por encontrar algo nuevo. No quiere solamente salirse con la suya. Quedé realmente sorprendido por la forma en que alguien de su estatura y nivel de éxito todavía está realmente metido en la música. Solo ver eso es inspirador".
Paak no defraudó a su maestro. De hecho, se robó el partido y quedó modificado por la experiencia. Venice, por ejemplo, era un buen disco de hip hop y R&B. Incluso uno muy bueno. Pero nada nos había preparado para la exuberancia desatada de Malibu (2016): una suerte de álbum doble que, desde su propio collage de portada, pinta su universo en tecnicolor. De galera y traje de baño, con los pies en el mar, Paak toca el piano rodeado de vinilos, viejos coches deportivos y la luz del atardecer. Menos que un paraíso privado es un altar para la celebración y el exorcismo.
Montado sobre el beat, un riff limpio de guitarra y el revoloteo jazzístico de la trompeta, Paak abre el juego con una línea de aliento bíblico: "Un pájaro con la palabra vino hacia mí". A partir de allí, el disco arborece en diferentes direcciones. Hay baladas para escuchar sin ropa, coros salomónicos y hits para competir en los charts de Billboard. Hay algún guiño para Outkast, jazz de salón, programaciones noventosas y una generosa lista de productores e invitados.
Para salir de gira y hacerle justicia a esta música, Paak consolidó una banda multirracial llamada The Free Nationals: el propio Paak (voces, batería), José Rios (guitarra), Ron Tnava Avant (teclados), Kelsey Gonzales (bajo) y el DJ Callum Connor. Sus conciertos son cosa seria y ya pudimos comprobarlo en el Hipódromo de San Isidro. La banda, que tiene una dinámica moderna y atemporal, permite que Paak vaya y venga de la batería al centro del escenario y el show nunca pierda un ápice de intensidad. De magnetismo.
En este preciso momento, luego de girar con Mac DeMarco, tocar en los Lollapalooza de Sudamérica y lucirse en la flamante banda sonora de Black Panther, Paak se encuentra mezclando su nuevo disco junto a Dre. A diferencia de tantas visitas tardías, su concierto en Argentina lo encuentra en estado de gracia. Agazapado y con una sonrisa leonina en los labios: listo para comerse el mundo de un solo bocado.
Anderson .Paak. Hoy a las 21 en el teatro Vorterix. Entradas agotadas.
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