“Alfonsina y el mar”, el triste y poético relato de un suicidio
Las grandes canciones: Felix Luna y Ariel Ramírez dedicaron una zamba a la gran poeta Alfonsina Storni, que se convirtió en una de las canciones más bellas del cancionero folklórico argentino
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“Alfonsina y el mar” es una de las canciones más dulces del repertorio folklórico argentino, pero es el relato de una tragedia: el suicido de Alfonsina Storni. No se trata de un equívoco. Había que escribir un texto que estuviera a su altura y en ese intento salieron versos de amarga dulzura, que se amalgamaron perfectamente con la música. La letra le pertenece a Félix Luna y la música a Ariel Ramírez, tal vez el mayor melodista que ha dado hasta hoy el folklore.
Octubre de 1938. La poeta Alfonsina Storni viaja a Mar del Plata. Se instala en un hotel, escribe su último poema, luego se dirige al mar y salta al agua desde una escollera. En ese mismo momento se convierte en una de las grandes poetisas de Hispanoamérica. El dato es anecdótico y absolutamente falaz, al mismo tiempo. Porque su muerte no la convirtió en absolutamente nada que no hubiera sido en vida. El suicidio fue solo el final de la vida de una gran poeta argentina, aunque no haya nacido en la Argentina.
Storni nació en Suiza, en 1892. Cuatro años después su familia se trasladó a la Argentina. Se instaló primero en San Juan y más tarde en Rosario. De muy joven Alfonsina tuvo varios empleos hasta que reemplazó a una actriz en una compañía teatral con la que hizo una gira. Pero se dio cuenta de que lo suyo no era la actuación. Maestra de escuela, madre soltera a los 20 y con un deseo insobornable de poesía, se mudó a Buenos Aires para probar suerte con su obra. Para 1920 publicaba sus textos en LA NACION y, tiempo después, comenzó a viajar a Montevideo, donde conoció a Juana de Ibarbourou y a Horacio Quiroga. El cáncer de mama que le descubrieron y por el cual fue operada habría mellado su alma e influido en su escritura. Aunque esto no impidió que, con el paso de los años, se perfilara como una gran escritora y su reconocimiento aumentara, tanto como su originalidad.
Si bien circularon dos versiones de su muerte, a la hipótesis de que entrara al mar caminando siempre se impuso el salto, ya que en la escollera del Club Argentino de Mujeres se encontró uno de sus zapatos. Pero dejarse ganar lentamente por el mar resultaría más poético. Y así fue como Félix Luna y Ariel Ramírez decidieron contar su última exhalación.
1969. A través del sello Philips se publica el disco Mujeres Argentinas, de Mercedes Sosa, sobre el repertorio de Luna y Ramírez. ¿Una obra conceptual? Sí, porque tiene un eje temático. Sin embargo, está constituida sobre ocho temas absolutamente independientes, en principio por los personajes a los que hace referencia cada canción. Entre la realidad y la ficción la dupla creativa llevó a la canción la vida de ocho mujeres poderosas, cuando el poder no es entendido desde la absoluta literalidad ni las convenciones culturales de una época. Juana Azurduy, Rosario Vera Peñaloza, Dorotea Bazán, Guadalupe Cuenca, Manuela Pedraza, Mariquita Sánchez de Thompson, la “Gringa” Chaqueña y Alfonsina Storni.
Ningún salto al mar dura lo que dura una canción (tres minutos). Pero caminar “por la blanda arena que lame el mar” le dará el pulso exacto a lo que se quiere decir y cantar. La belleza de esta pequeña obra ya se manifiesta en su primera frase que tiene, además, un juego muy poderoso de palabras que van en la misma dirección pero con distinto sentido. Es la arena blanda la que “lame el mar”, pero al mismo tiempo es el mar el que “lame” esa arena blanda, como el simple acto físico de lo que atrae y lo que se entrega. Alfonsina podría ser esa arena aunque, en esa primera imagen y, en primera escucha, solo se está planteando un escenario. Definitivamente se entiende que la canción hablará de aquel último instante de su vida en los versos siguientes.
“Su pequeña huella no vuelve más. Un sendero solo de pena y silencio llegó, hasta el agua profunda. Un sendero solo de penas mudas llegó, hasta la espuma”.
Y toda esa magia se manifiesta en forma de zamba lenta. “Alfonsina y el mar” es una zamba, aunque tenga ciertas licencias estructurales. Las repeticiones de los terceros y cuartos versos de las zambas tradicionales en los quintos y sextos de cada estrofa tienen en esta pieza de Ramírez y Luna algunas leves modificaciones (”Hasta el agua profunda se convierte en “Hasta la espuma”, es uno de varios ejemplos).
“Alfonsina y el mar” es una exquisita síntesis de los últimos instantes de la vida de Storni y, también, los interrogantes que nunca tuvieron respuesta y que se expresan en la segunda estrofa de una manera retórica pero, a la vez, muy directa: “Sabe Dios qué angustia te acompañó. Qué dolores viejos calló tu voz. Para recostarte arrullada en el canto de las caracolas marinas. La canción que canta en el fondo oscuro del mar, la caracola”.
¿Por qué tomó Alfonsina la decisión de dejarse llevar por la muerte? La primera parte de la canción relata el hecho y plantea preguntas. ¿Soledad? ¿Tristeza? ¿Depresión? ¿Dolor físico? La reconstrucción de sus últimos días señala que el 18 de octubre de 1938 viajó de Buenos Aires a Mar del Plata y se instaló en un hotel donde solía quedarse cada vez que iba a esa ciudad. Durante esa estada escribió varias cartas y un poema que sería el último, “Voy a dormir”, para ser publicado en LA NACION.
De esas cartas, varias eran para su hijo Alejandro, pero la última fue escrita por una mucama del hotel, ya que Alfonsina sentía un fuerte dolor en el brazo. De hecho, tuvo que ir un médico a verla. En la madrugada del 25 salió del hotel rumbo a la playa La Perla y nadie volvió a saber de ella hasta que, al día siguiente, Atilio Pierini y Oscar Parisi, dos empleados de la Dirección de Puertos, encontraron su cuerpo flotando a doscientos metros de aquella playa.
Según algunas biografías, Alfonsina habría dado algunas señales, llamados de atención, sobre la idea de quitarse la vida, tanto por cartas a su hijo como por un comentario que habría hecho en Montevideo, a mediados de ese año, al inscribir un libro en un concurso de poesía: “¿Y si uno muere, a quien le pagan el premio?”, habría preguntado. Nadie le dio importancia a su comentario en ese momento.
La segunda parte de la canción de Ariel Ramírez y Félix Luna está inspirada, en parte, en ese último poema que escribió y plantea nuevas incógnitas. Veamos primero el poema “Voy a dormir”.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina,
tenme prestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes…
Te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases para que olvides…
Gracias. Ah, un encargo: si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido…
En el poema, fechado el 22 de octubre de 1938, tres días antes de su muerte, parecía todo planificado. “Voy a dormir”, “tenme prestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados”. Y ese enigmático final que ha quedado sin respuesta: “...si él llama nuevamente por teléfono, le dices que no insista, que he salido…”.
Así fue como Félix Luna llevó el poema a la canción:
Bájame la lámpara un poco más
Déjame que duerma nodriza, en paz
Y si llama él no le digas que estoy
Dile que Alfonsina no vuelve
Y si llama él no le digas nunca que estoy
Di que me he ido.
Te vas Alfonsina con tu soledad
¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?
Una voz antigua de viento y de sal,
te requiebra el alma y la está llevando.
Y te vas hacia allá como en sueños.
Dormida, Alfonsina, vestida de mar.
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