Hay pocas voces más politizadas en el pop de Latinoamérica que la de Álex Anwandter. Desde que comenzó su carrera solista en 2010, nunca ocultó su activismo (especialmente en relación a minorías sexuales), que expone en hits de electro-pop para la pista de baile. En 2016, por ejemplo, durante su presentación en la ceremonia de los Grammy Latinos (estaba nominado por Amiga, su disco de ese año), Anwandter interpretó su tema "Manifiesto", una balada en la que dice: "Hoy soy mujer/El maricón del pueblo/Aunque me prendan fuego". En Latinoamericana, su nuevo álbum, reflexiona sobre el avance de la derecha en el continente. "Ahora que hice algunas canciones en portugués, justo asumió Bolsonaro en Brasil, en un contexto ultraconservador", dice. "No fue una estrategia, pero coincidió todo."
Al igual que en Amiga, ahora titulás nuevamente un disco en femenino, Latinoamericana...
Honestamente, no lo veo como: "Le voy a poner nombres femeninos a mis discos". Pero me agrada esa traición a lo masculino, desde el punto de vista de los hombres, porque desalinearse con ellos es una puñalada por la espalda. Cuando alguien me pregunta por una interpretación más literal, ahí me veo obligado a decir que no es que yo crea que soy una mujer literalmente, sino que tiene que ver con enfrentar esa ideología supertóxica.
Más que ponerte en el cuerpo de una mujer, te interesa cuestionar la idea de género.
Totalmente. Me interesa más la confrontación y lo ridículamente revolucionario que resulta hoy, en 2018, que un hombre diga: "Me siento loca".
Al titularlo Latinoamericana, ¿buscabas un disco más continental?
Fue un proceso de expansión del foco que estaba explorando antes. Amiga fue un disco que escribí para Chile. Tengo la convicción de que los países necesitan sus propios discos, que les hablen en sus propios códigos, y Chile no tenía una canción ultra gay como "Manifiesto". Quizás Argentina tampoco, pero no es mi responsabilidad [risas]. Desde que empecé a componer Latinoamericana, apareció una fuerza telúrica conservadora en común en Sudamérica. Estoy muy pendiente, por ejemplo, de la discusión sobre el aborto en Argentina. No solo del lado que apoyo, que es obviamente la legalización, sino de todo lo que se dice como reacción. Como esa senadora, que dijo: "No leí el proyecto y por eso voy a votar en contra". Es un nuevo nivel de ignorancia validado como argumento por los medios, que lo califican como una polémica, y por la autoridades, que empiezan a dirigir sus políticas públicas con esos no-argumentos.
Teniendo en cuenta este contexto, ¿cuál te parece tu rol como músico?
La verdad es que no lo sé. No puedo medir el efecto que tienen las cosas que hago, pero eso es algo bueno, porque ahí está el valor intrínseco del arte. Es una fuerza que nos remueve algo, y esa es la razón por la que queremos muchas más canciones de amor y no pensamos: "Ya hay una canción de amor". Lo necesitamos permanentemente, y me parece lindo que no se pueda cuantificar
En este disco, hay dos canciones de artistas brasileños: Milton Nascimento y Chico Buarque. ¿Cómo las elegiste?
Fue la música de mi infancia, porque mi papá recién había llegado a Chile en 1980. Estas canciones ya tenían un hilo de latinoamericanismo. Intenté ver la manera de no excluir esta parte gigante del continente, y no fue tan difícil, porque compartimos la historia: colonialismo, dictaduras, ahora el neofascismo ¡Estamos siempre en la misma onda! Por otro lado, tenía la unión incorporada dentro de mi cuerpo: conocía estas canciones antes de aprender a hablar.
¿Por qué elegís la música bailable para transmitir contenido político? ¿Cómo llegaste a combinar estas dos cosas, teniendo en cuenta que tu banda anterior, Teleradio Donosio, era más bien…
Hetero [risas]
No quería decirlo así, pero era más clásica en el sentido de que tenían guitarra, batería y bajo.
Hice la broma porque creo que no ser hetersoexual ayuda mucho a darse cuenta de ese tipo de nociones impuestas por alguien que claramente no comparte tus gustos personales, que no siente que bailar ABBA es como estar en el paraíso o que se lo prohíbe a sí mismo. Es una narrativa del hombre blanco heterosexual del primer mundo reseñado por hombres blancos heterosexules del primer mundo. Está anclada en cosas históricas, en una relación de poder. Tiene un contexto implícito racista porque la música bailable tiene una tradición muy afro y muy folclórica. Entonces, se crea esa narrativa de la autenticidad que prevalece hasta el día de hoy. Incluso en la nueva película A Star is Born, la mujer va dirigida hacia el pop, que es como la perdición, lo cual es absurdo.
Este año sacaron discos muchos de los artistas de la escena chilena que surgieron en el 2010: Francisca Valenzuela, Javiera Mena, Gepe, vos. ¿Cómo ves la escena después de este tiempo?
Yo creo que esa escena ya no existe. Pasaron tres cosas: gente que se profesionalizó, como Javiera y Gepe; luego hubo gente más heterosexual [risas] que tuvieron familia trabajo y eso; y mucha gente también colapsó. Era una escena muy queer, no conformista, y vi a muchos tener todo tipo de problemas: depresión, suicidio, sida. Son un montón de cosas que hicieron que eso se desarmara, lo que me parece muy triste y también muy trágico. Esa efervescencia creativa ya no existe. La escena somos unas pocas personas viajando por todo el mundo con su agenda y apenas nos vemos.
Pero esa escena permitió un ataque desde un lenguaje superpop con una libertad muy empoderadora. Javiera misma era un referente para mí. La iba a ver en vivo y pensaba: "Wow, ¿qué onda esta persona? Yo quiero hacer eso también". Pero tenía mi disco super heterosexual (aunque el segundo de Teleradio ya no era tan hetoresexual). Después hubo una generación intermedia muy política, pero lo que yo veo hoy es que esa generación, que logró tantas cosas con el movimiento estudiantil, terminó haciendo un arte mayormente inspirado en Mac DeMarco.
Este año produjiste el disco de Francisco Victoria, ¿hay cierta esperanza en la escena ahí?
Una esperanza medio autoritaria de mi parte, como: "¡Tomen!" Pero es parte de mi trabajo no quedarme con mi conocimiento. Hay una cosa que la gente no entiende del disco de Francisco: el propósito de ese trabajo no era hacer un disco, sino que aprendiera a producir, cosa que logró y que me deja más tranquilo que simplemente hacer un disco.
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