Alejandro Lerner: su exitoso dúo con Rusherking, su canción favorita y una confesión: “Fue muy difícil ser distinto”
En una extensa charla íntima con LA NACION, el cantante, pianista y prolífico compositor repasa su trayectoria, habla de la gira actual, del cruce con las nuevas generaciones y de sus trabajos con Celine Dion, Carole King y Carlos Santana; su vida familiar entre la Argentina y los Estados Unidos y su próxima presentación en el Movistar Arena
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Debutó en la escena musical con sólo 16 años, tocando junto a León Gieco y Raúl Porchetto. Pero fue en 1982 cuando Alejandro Lerner inició su carrera como solista, con el lanzamiento del álbum Alejandro Lerner y La Magia. Desde entonces grabó 15 discos de estudio y amplió sus horizontes del rock al pop y de ahí a la balada, y sus temas fueron grabados por las máximas figuras nacionales e internacionales, entre ellas Celine Dion, Sandra Mihanovich, Stevie Wonder, Andrea Bocelli, Tom Jones, Julio Iglesias, Carole King, Luis Miguel, Paul Anka, Soledad y Mercedes Sosa. Se mudó a Los Ángeles (donde aún mantiene residencia) y compartió el trabajo de compositor y productor codo a codo con artistas tan disímiles como Carlos Santana y Armando Manzanero.
A lo largo de estos 40 años de carrera solista escribió innumerables hits (como “Todo a pulmón”, “Volver a empezar”, “No hace falta que lo digas”, “Juntos para siempre” y “Amarte así”) que ya forman parte de la historia de la música argentina, y cosechó todo tipo de premios, como el que le otorgó la sociedad de autores y compositores estadounidenses (Ascap), pero también de Aptra (que reconoció sus cortinas musicales para los programas RRDT, Campeones de la vida y Cuéntame cómo pasó) y de la Fundación Konex, que lo definió como uno de los mejores compositores de pop/balada de las últimas décadas. Ahora, a los 65 años, disfruta de la enorme repercusión que tiene en YouTube la reversión de su tema de 2003 “Después de ti”, que grabó a dúo con el trapero Rusherking, de sólo 22, y que lo acerca a un público más joven. En el marco de su nuevo estudio de grabación, La Mano, en Parque Chas, el prolífico cantautor recibió a LA NACION para hablar de su pasado, de su presente y de su futuro.
–¿Cuáles fueron los highlights de estos 40 años de carrera solista?
–En principio, haberme convertido en un artista popular desde la salida de mi primer disco, que fue un álbum muy alternativo y ecléctico, con canciones muy distintas entre sí. Otro hito que se me viene a la cabeza ahora es lo que sucedió con mi tema “La isla de la buena memoria”, que compuse recién empezada la Guerra de Malvinas: de esa canción hoy hay un monumento, que incluye la letra completa, en Ushuaia, en la Plaza de los ex combatientes. También haber grabado en 1984 mi tercer disco (Lernertres) en Nueva York. Eso, primero me puso en un modo receptivo y luego me llevó a irme a vivir allí dos años, para estudiar jazz y orquestación, poniéndole un stop a la carrera, lo que para algunos fue una locura pero que para mí, en lo personal, y para mi música, fue algo muy beneficioso. Luego de embeberme mucho de jazz y rock en esa ciudad, y de haberme muerto de frío, claro, me fui a California, en busca de otra parte de mi madurez profesional: la de productor. Y ahí mis referentes fueron Humberto Gatica y David Foster, los productores-ingenieros más significativos de los 90, con los que terminé trabajando para y con ellos. Otro hito fue ser el co-productor de un disco de Paul Anka, luego trabajar con Barry Gibb y Tom Jones y, en especial, con Celine Dion. Al poco tiempo conocí a Carlos Santana y salí de gira con él, empezando por el Hollywood Bowl en Los Ángeles, que es donde yo vivía, un ámbito donde habían tocado los Beatles. Imaginate, fue todo un sueño para mí. Con él conocí todo Estados Unidos y los más grandes estadios. De esa época tengo, además, un dueto grabado con Tony Bennet que nunca salió a la luz.
–¿Cómo fue trabajar con Celine Dion y los otros popes de la música?
–Lo de Celine fue sólo un día de trabajo, pero histórico. Ella quería grabar “Sola otra vez” y me pidió que hiciera una reversión en español, distinta a las que ya circulaban por ahí. No sólo produje el tema, sino que se lo expliqué, estrofa por estrofa y la ayudé con la pronunciación, algo que después hice también con Gino Vannelli y otros artistas. Paul Anka me pidió que hiciera una nueva versión de “A mi manera”, sin dudas una responsabilidad del carajo por tratarse de un tema tan conocido y representativo. En general, mi experiencia como productor en Estados Unidos, con gente de nivel mundial, concluyó siempre de la misma manera: me devolvían con creces lo que les daba. Trabajar con Celine Dion fue como jugar con Messi, es una cantante a la que le pedís algo y te pasa por arriba cuando canta. Es una fuera de serie.
–¿Cuáles son tus canciones favoritas, de las 400 que has compuesto?
–”Todo a pulmón” me parece que es una canción que ha sido muy importante para Latinoamérica y España. Allí la grabó Miguel Rios, tuvo muchísimo éxito y fue nombrada como una de las poesías más influyentes de la lengua española del siglo XX. También para mí fueron y son muy importantes “Indulto” y “Permiso de volar”, que produje con David Foster en Estados Unidos y que grabé en vivo con Dominic Miller. Y creo que “A tu lado”, que compuse recientemente, con piano y orquesta, es una de las canciones más lindas que alguna vez hice, porque, armónicamente, pude plasmar en ella al pianista de jazz que hay en mí y sin embargo no me evadí de un lenguaje romántico y accesible. También rescato un tema del álbum Enojado, que se llama “Verte sonreír”, una canción bellísima que compuse cuando estuve medio alejado de la industria. Otras hermosas, ambas del disco Auténtico, son “Ella es” y “Carta por la dignidad del hombre”.
–Vos no provenís de una familia de artistas sino de intelectuales. ¿Eso puso en jaque alguna vez tu vocación?
–No, nunca nada ni nadie puso en jaque mi vocación. Tuve la suficiente salud como para romper con la tradición familiar, si bien mis padres nunca me exigieron nada. De todos modos, sin haberlo buscado o querido, creo que soy un artista que tiene una intelectualidad natural por el ámbito en que nací, que tiene que ver con la psicología (por parte de madre) y con la metafísica (por parte de padre), y también por el interés en todo lo social. Mi padre era un experto en hipnosis, relajación, magia y cuestiones energéticas, y mi madre fue la fundadora del primer gabinete psicopedagógico de una escuela pública en la Argentina, la del Nacional Buenos Aires. Y la primera profesora mujer de esa casa de estudios. Fue una transgresora, echada por los militares durante la dictadura y luego reincorporada a pedido de los alumnos. Esos elementos, más mis propias características, me fueron construyendo. Por eso soy un rockero distinto.
–Viniendo de otro ámbito, ¿cómo hiciste para relacionarte a los 16 años con Raúl Porchetto y León Gieco e iniciarte en el medio?
–Fue el destino y la profunda convicción en mi talento. Desde chiquito tocaba el piano, horas y horas, diariamente, y lo hacía bien. Yo ya eso lo sabía. Sólo necesitaba una oportunidad para demostrarlo. A León lo encontré de casualidad caminando por la calle principal de Villa Gesell. Él estaba pegando sus propios volantes. Le pregunté: ¿cuándo tocás? El me miró sorprendido y me respondió: ¿Vos sabés quién es León Gieco? Sí, le contesté: es un tipo que pega sus volantes en la avenida 3. Al poco tiempo, un amigo de mi hermana mayor, Jimmy –al que León le dedicó el tema “La mamá de Jimmy es una inglesa”- me invitó a formar parte de la banda Anaconda y, como este grupo estaba en sintonía con lo que hacían León, Raúl Porchetto y Miguel y Eugenio (artistas de la segunda generación del rock argentino) y se conocían todos, me empezaron a llamar y a incorporar como uno más. Fue así que en 1974 grabé con León y luego formé Reino de Munt con Raúl Porchetto. Más tarde seguí trabajando con él como tecladista y luego acepté la invitación de Gustavo Santaolalla para sumarme a Soluna.
–¿Trabajar con Sandra Mihanovich significó un antes y un después en tu carrera?
–Trabajar con Sandra es lo que determinó que yo me convirtiera en un cantautor profesional. Hasta ese momento la única canción mía que había sido grabada era “Detrás del vidrio roto”, con arreglos de Gustavo Santaolalla, en la que ni cantaba, porque él, en Soluna, no me incorporaba como cantante. Entonces la primera vez que el público escuchó mis temas fue a través de una gran intérprete, como es Sandra, que cantaba una gran variedad de canciones mías (como “La verdadera historia de Superman”, “Cuatro estrofas” y “Algunas frases”). Son canciones que tienen un filosofía, por eso digo que hay una intelectualidad natural en mis letras, yo hablo de cosas medio metafísicas y filosóficas con un lenguaje súper inocente, propio de los 20 años que tenía en aquel entonces. Luego me convertí en el director musical de Sandra por dos años y ella continuó incorporando temas míos a su repertorio, como “Mil veces lloro”.
–Cuando pasaste del rock al pop y luego a otros ritmos fuiste muy criticado. ¿Cómo lo superaste?
–Yo siempre tuve dentro mío al rock, al pop y a las baladas. Creo que el público del rock con el que me tocó convivir a mí tenía los prejuicios de muchos años de dictadura y una carga de mucha frustración y violencia. Fue muy difícil ser distinto, había que bancarse ser un artista de pop-rock que no se reventaba, que no se autoagredía para ser digno del rock. Hoy en día no se plantea en el rock que un grupo pueda hacer la música de una propaganda o cantar una balada. Eso ya fue, todos los grupos de rock tienen canciones de amor y desarrollan un aspecto comercial que antes era negado.
–¿Hoy te reconocés, fundamentalmente, como un baladista?
–No, yo soy un músico de pop-rock. Lo que pasa es que tengo unas baladas de la puta madre (risas). Yo aprendí a enamorarme de las baladas con Elton John, con Stevie Wonder y los Beatles. Yo al principio hacía baladas de pop sinfónico, porque así eran las baladas en la época en la que crecí, pero gracias a los Beatles y a su “Hey Jude” descubrí las baladas de pop-rock.
–¿Cómo se produjo el encuentro con Armando Manzanero?
–Él había escuchado el tema “Cuatro estrofas” (que yo le había compuesto a una novia y que había sido el leit motiv del film Los pasajeros del jardín, de Alejandro Doria), y también “No hace falta que lo digas” y quiso conocerme. A tal punto que cuando viajé a México por primera vez, en 1984, y estuve de invitado en un programa de televisión, él llamó personalmente a la producción para que nos encontráramos. Me dijo al aire que la canción “No hace falta que lo digas” era su preferida y que quería ser mi amigo. Ahí me dije: hay muchos universos, están los de Pappo y Spinetta, pero también está el de Armando Manzanero. Y cuando más tarde me contó de su vida, y me explicó cómo iba de un continente a otro, de un país a otro, actuando con distintos músicos, o produciendo a varios a la vez, se me abrió la cabeza. Con él aprendí a trabajar como un compositor, a trabajar para que otros canten mis canciones. Hasta ese momento, y a pesar de que ya había trabajado con Sandra, no lo tenía muy claro el tema, no me había definido como un songwriter profesional. También ahí me di cuenta que generar belleza es generar belleza, no importa qué ritmo tiene, si es rock, melódico o romántico; eso es una pelotudez. Armando fue mi gran padrino en el exterior. Con él pude viajar a un universo completamente distinto al de mi mandato, que era ser un artista de rock; y así mi música ganó en apertura.
–A lo largo de todos estos años numerosos artistas han grabado tus composiciones. ¿Con cuáles versiones quedaste más conforme?
–Quedé muy feliz con el dueto que hicimos con Carole King (“Lo que tu eres para mí”), con el tema que me grabó Luis Miguel, “Dame”, también con el dueto que hice con la Negra Sosa para el inicio del nuevo milenio, que se llamó “Los niños del 2000″, y que formó parte de la transmisión mundial por vía satélite y que grabamos en las Cataratas del Iguazú. Y un tema que hice con Richard Coleman, “De repente”, que me encanta, y, por supuesto, todos los temas que compuse para Armando Manzanero.
–¿Por qué decidiste regresar al país? ¿Por una cuestión familiar?
–Sí, volví por una cuestión familiar. Cuando me casé con Marcela (García Ibáñez, cantante de jazz) ya éramos grandes los dos, pero igual buscamos tener hijos. Esto nos llevó mucho tiempo, pero finalmente nació Luna, en Estados Unidos. ¿Pero qué pasó después? Yo tenía acá a mi mamá viva, estaba mayor y no quise que se privara de su nieta. Y lo mismo le pasó a mi mujer, que tenía a ambos padres en la Argentina. Ambos pensamos que era más importante estar en nuestro país, cerca de nuestras familias de origen. Hoy no me arrepiento, fue una decisión sana y creo que además de tener una carrera exitosa pude tener una vida familiar exitosa. Para mi salud mental esto fue fundamental. Ahora vivimos un poco acá y un poco allá. Un año de pandemia lo pasamos allá y otro acá. El que vivimos en Los Ángeles fue muy duro para mis hijos. Mi hijo menor, Thomas, que ahora tiene 7, pasó de los 5 a los 7 casi sin sociabilidad, sin amiguitos, sin jugar a la pelota y sin hablar el mismo idioma y eso es algo que tenemos que corregir ahora, que ya entramos en cierta normalidad. Mi hija, como ya tiene 13 años y habla muy bien inglés, se las arregló mejor.
–¿Por qué conformaste una familia recién después de los 50? ¿Era una asignatura pendiente en tu vida?
–La verdad es que no había aparecido la mujer exacta y yo no le otorgaba el tiempo al asunto, había puesto mis prioridades en la carrera y eso no me permitía formar una familia. Pero cuando la conocí a Marcela comprendí que había éxitos que eran netamente personales, y no profesionales. Hoy sigo tratando de mantener un equilibrio, de que mi vida sea creativa no solamente en cuanto a lo profesional y artístico sino en lo que les ofrezco a mis hijos. Quiero que mi vida sea nutritiva para todos, para mí y también para mi mujer y mis hijos.
–La reversión de tu tema “Después de ti”, de 2003, junto a Rusherking, ¿fue una estrategia de marketing, ideada por el sello discográfico, o surgió de un encuentro creativo entre ustedes?
–Las dos cosas. Yo le dije al sello que si no había onda yo no lo iba a hacer, porque eso sería falsear la verdad. Pero cuando lo conocí a Rusher lo que sucedió entre nosotros fue verdadero desde un principio. Posiblemente porque él es de Santiago del Estero y mis abuelos también. Es un chico fresco y talentoso. Fui a su estudio, conocí a su productor y trabajé como lo hacen ellos, en una forma más sintética. Tuve la madurez de escuchar lo que ellos proponían, les dije que sí, y luego ellos también aceptaron mis sugerencias. Nos divertimos, comimos pizza y más tarde se me ocurrió la idea del taxista que lo levanta en la calle, que originó el video. Todo resultó natural y rápido.
–Antes de este encuentro, ¿te interesaba el trap?
–Sí, muchísimo. Me llené de software de trap, de ritmos, sonidos varios y sintetizadores. Hay muchas cosas que me llamaban la atención. Cuando escuché por primera vez a Nicky Nicole dije uauuu!, esta pendeja tiene mucho talento, es variada, me gustan sus arreglos y cuenta con personalidad. El trap es distinto a mi lenguaje natural, pero yo mantengo siempre viva la curiosidad y me gusta explorar. Lo mismo me pasó cuando me quedé como 10 años escuchando obsesivamente a Bill Evans o cuando en otro momento armé un grupo de música electrónica de dance, que se llamó Telex. El material, aún inédito, lo mezcló Michael Brauer, que trabaja habitualmente con Coldplay. En fin, soy un artista que tiene mucho material alternativo guardado, trabajos exclusivamente en piano, mucho jazz y duetos a montones. Son cientos de rarezas que algún día tal vez edite y haga públicas.
–¿Esperabas semejante repercusión del dueto? ¡11 millones de visualizaciones en YouTube!
–Sí, lo esperaba y lo soñaba. Porque el tema ya había sido un éxito y con el empuje que, pensaba, le iban a dar las generaciones que siguen a Rusher, la reversión no podía ser menos que un suceso. Evidentemente a la gente le resultó creíble nuestro encuentro artístico y ahora somos testigos de los resultados.
–Rushkerking comenzó en la música a los 16 años, igual que vos. ¿Le diste algunos consejos? ¿Cuáles?
–Sí, él me los pidió, y por eso nos hicimos más amigos, porque veo en él mucho de ese Alejandro pendejo que alguna vez fui, con talento, carácter y huevos. Y digo huevos porque él tampoco le tuvo miedo a la unión, no todos los chicos tienen ganas de cantar con una persona de mi edad, y él tuvo el respeto y el coraje de hacerlo. Eso yo lo valoro muchísimo. Le dije que entienda que la carrera es la vida, la carrera no es un objetivo, no es un lugar a donde uno llega sino que lo importante es como uno la transita y que a lo largo de ella siempre van a haber subidas y bajadas. Y que el éxito cambia de forma, que lo que en un momento para uno es el éxito más tarde no lo es. Rusher ahora quiere hacer un disco de canciones-canciones, que no tengan nada que ver con el trap ni el reggaetón, y yo tengo ganas de acompañarlo, de componer con él y producirlo.
–¿Cómo será tu nuevo disco, el que estás grabando para Warner Music? ¿Incluirá el dueto con Rusherking?
–Sí, claro, lo vamos a incluir. El disco saldrá en noviembre y la mitad de los temas serán nuevos, inéditos, y la otra mitad, clásicos reversionados. Entre los conocidos estarán “No hace falta”, que haré con Mau y Ricky, en una onda mucho más americana, tipo Bruno Mars, y “Puro sentimiento”, que ya grabé con Carlos Santana y también con Sofía Reyes, que además de cantar participó creativamente en la versión remixada que armamos. Y entre los nuevos habrá una canción con piano y cuerdas, titulada “A tu lado”, que dio pie al nombre de la gira que inicié hace poco por el Interior del país: Cuatro décadas a tu lado.
–¿La gira será exclusivamente nacional?
–No, la gira es mundial. Ahora estamos rotando por distintas provincias y el 13 de noviembre haré un Movistar Arena para todo el público de Capital. Pero después de eso, y durante todo el 2023, actuaré en todas las plazas del exterior que la pandemia me impidió visitar estos dos últimos años. Habrá una gira latinoamericana y otra por Estados Unidos. También iré a Europa.
– ¿Cómo avisorás el futuro de tu carrera? ¿Cuáles son tus nuevas metas?
–Tengo ganas de hacer una comedia musical con canciones mías, juntarme con gente que tenga la capacidad de elaborar un libro y producir una historia acompañada por mis temas. Podrían estar mis temas más conocidos, pero más me estimula el desafío de componer nuevas canciones. Estuve hablando al respecto con Sting y Carole King, que ya incursionaron en el musical y me dieron muy buenos tips. Otra cosa que hoy me mueve es editar todo lo que compuse en pandemia, que me retrotrae al Lerner del principio. El Lerner del encierro de la dictadura se reencontró con el Lerner del encierro de la pandemia. Se trata de un material muy extraño, donde, por ejemplo, aparece un tema dedicado a la escalera y otro donde lo llamo a Dios y le pido que me tire una soga. Son canciones muy alternativas y desprejuiciadas, que tengo reunidas en una carpeta que se llama Canciones en cuarentena.
–¿En el Alejandro Lerner de hoy conviven sin conflictos el artista popular con el alternativo?
–Es que en realidad yo soy mucho más alternativo de lo que la industria puede asimilar. La industria no tiene tanto espacio para que uno muestre todo lo que uno hace o es, entonces de ahí viene el encasillamiento. El que asiste a mis shows ve a un artista de pop-rock en su completitud, no a un artista que sólo hace baladas. Yo de repente puedo hacer un solo de viola con un teclado o tocar música tipo Tom Petty, bien country pop-rock, que me encanta. En fin, lo importante es ser honesto con todo lo que uno es y animarse a expresarlo. Lo fundamental no es que te quiera todo el mundo sino ser honesto con uno mismo y quererse tal cual uno es. Sí es valioso el respeto y sé que eso lo tengo. En el medio todos me respetan, gusten o no de mi música. Hoy sigo siendo un artista tan alternativo como popular y me siento muy orgulloso de eso.
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