Alejandro Lerner: "Los jóvenes encuentran en la década del 80 un espíritu que hoy no tienen"
–Bueno, Alejandro: ¿Me vas a contar con quién te peleaste para terminar con un dedo de la mano izquierda roto?
–Con la escalera de mi casa. En realidad, con mi mismo.
Alejandro Lerner lanza la mirada hacia el techo de El Pie, el estudio de grabación que fundó hace 25 años, y piensa en voz alta. Piensa en cómo se hace, en la Argentina de hoy, para mantener en pie ese sueño de juventud que además de su música dejó registrada la de muchos otros artistas argentinos. Piensa en que fue un año difícil por varias cuestiones personales. Aunque la vida profesional, desde que a los 16 comenzó a hacerse un lugar en el mundo del rock local y luego como escritor de canciones de amplio espectro (compuso y grabó con cantantes como Carole King; hizo giras con Armando Manzanero) nunca se detuvo.
Anda entre Buenos Aires y Los Ángeles, siempre de ida y de venida, como construyendo una patria propia que lleva consigo en la valija y en las de su esposa y sus dos hijos. Con algunos arrebatos que le cobra una lesión no tan grave en la mano izquierda, aunque parece mucho más grave cuando está en medio de los preparativos del show que dará este viernes en el Luna Park.
"Un momento muy convulsionado. Fueron los últimos días de mi amigo Cacho Castaña, estuve lo más cerca de él que pude, y a eso se sumó una coyuntura personal pesada y afectos que venían en mal estado. Me distraje y todo eso me cobró un dedo de la mano derecha. Además, vengo con todo lo del Luna Park, que implica muchas cosas. Es una sinergia de aventuras mías. Integrar realidad aumentada dentro de un concierto, sumar a ese show a una banda alternativa de música electrónica, Télex. Llegué hace un par de días de México, donde las sociedades de autores mexicanos y norteamericanos me hicieron un homenaje, y me puse a ensayar otra vez para el Luna. En pocos días me voy a Colombia y después empiezo una gira por el interior".
Pero entre tanta corrida también hay muchas satisfacciones. El año de Lerner comenzó con un viaje a Malvinas que, de algún modo, cerró un círculo, el de aquella canción que escribió sobre la Guerra, "La isla de la buena memoria", que cantó por primera vez el 9 de abril de 1982, una semana después del comienzo del conflicto bélico. "Va a terminar siendo para mí un documento personal fortísimo. Un viaje así sirve para ver lo cerca que es Malvinas y lo lejos que está de nuestro patrimonio".
–Cerca por cuestiones geográficas (es más corto un viaje de Buenos Aires a Malvinas que a Ushuaia, por ejemplo), pero lejos por cuestiones políticas.
–Porque hay intereses que han sido mucho más fuertes que nosotros. Aparte, la forma compulsiva como tratamos de reconquistar nuestras islas fue una especie de suicidio. Un general alcohólico que mandó a que mueran muchos jóvenes y profesionales a los que también valoro. Porque valoro a los que se educaron para ser aviadores o marinos y dieron su vida por algo de lo que, el común de nosotros, no tenemos idea: patria. Muchos de nosotros creemos que la patria es algo de derecha. Pero en realidad la patria es la tierra, los amigos, la familia y nuestra historia. Solamente la libertad y la educación nos va a hacer reconectar con eso.
–¿Qué es patria para alguien que vive un poco en Buenos Aires y otro poco en Los Ángeles, y tiene un estudio de grabación que parece su lugar en el mundo aunque, al mismo tiempo, desde que su socio ya no está, le cuesta llevarlo adelante solo?
–Construí todo de cero. Era una fábrica antes. Espiritualmente es mi lugar aunque el que menos lo usa soy yo. Viví dos años en Nueva York y después en California. Allá los estudios eran muy acogedores. Tuve el sueño de que en mi país hubiera algo así. Quería un estudio grande, con tecnología nueva y con lo mejor del pasado y lo análogo. Busqué una mesa SSL y una grabadora de dos pulgadas donde hemos hecho grabaciones de Charly (García), Divididos o Mercedes Sosa. Actualmente también tenemos una sala de ensayo. Para mí o para gente como Fabiana Cantilo, Charly García o Pedro Aznar, que han venido a ensayar. O para Santaolalla que ahora está grabando en el estudio. El mundo discográfico se fue achicando, la capacidad para invertir en grabaciones en estudios así también se fue limitando. Hubo alguien que administró esto como una empresa. Y yo lo administro como un sueño. Por eso hoy el sentimiento es ambiguo. Cada aparatito que hay acá me lo compré con canciones.
–¿Los viajes de ida y de venida a los Estados Unidos permiten que convivan la dinámica profesional y la familiar?
–En una época la prioridad era lo profesional. Me dio experiencias increíbles de descubrimiento, de desarrollo personal y espiritual. De lo que yo llamo mi coraje personal. Cantar con Santana en el Hollywood Bowl requería de un nivel de equilibrio y responsabilidad. Como esa tuve otras experiencias inimaginadas que me trajo mi vocación, no solo mi carrera. Cuando fui papá la prioridad cambió. Todo es en función de lo que requieran mis hijos. Si la carrera me aleja de ellos ya no es tan grato. Patria en una época fue mi historia, el departamento de mis viejos en Palermo, la casa de mis abuelos en Santiago del Estero. Villa Gesell, que fue fundamental porque ahí conocí a León Gieco, que me invitó a grabar piano en un disco y pasé de ser un músico de banda de barrio a formar parte del rock argentino, en 1974, con 16 años. Pasé de comprar la revista Pelo a estar en la Pelo. Esa fue una iniciación y la confirmación de que había elegido bien. Muchos años después la vida me trajo a Marcela y juntos buscamos a nuestros hijos. Fui padre a los 52. Primero llegó Luna; después, hace cuatro años, Thomas. Hoy lo creativo y lo mágico pasa por ellos. La carrera me trae cosas nuevas pero, a nivel emocional, si te lo digo musicalmente, los hijos son una octava superior. Ahora que no tengo a mi papá ni a mi mamá, tengo raíz en mi hermana y mis amigos, pero patria es donde estén mis hijos. Si estoy con ellos en Los Ángeles, donde pasamos unos cuatro meses al año, también me siento en casa. Por suerte pude curtir esa sensación de que mi madre viera al "Alejandro papá". Y yo ver a mi mamá con Luna en brazos. Todo eso conviviendo con los padres de Marcela y sus asados. Porque vengo de una familia intelectual. Yo no podía jugar a la pelota en mi casa porque mi papá estaba haciendo yoga, meditando o en algún experimento. En cambio, el papá de Marcela hace unos asados de puta padre.
Con 16 años, León Gieco me invitó a grabar. Pasé de ser un músico de banda de barrio a formar parte del rock argentino
–A pesar de que hoy se puede hacer tanto por WhatsApp, muchos músicos radicados en los Estados Unidos dicen que para mantener la continuidad de trabajo allá hay que estar allá.
–Y sí. Hay una industria y si querés ser parte de esa rueda tenés que estar. Tengo proyectos. Este año grabé un video con Gino Vannelli, que admiro mucho, y siempre aparece gente que me dice por qué no estoy allá. Cuando estuve en México me hablaron de hacer encuentros de compositores, cosa que hice muchas veces. Porque en Estados Unidos soy más Lerner songwriter que Lerner intérprete. Tengo canciones con Carole King y Air Supply, trabajé con Carlos Santana, y para discos de Tony Bennett. Hice letras para Andrea Bocelli. Hice una gira con Armando Manzanero a dos pianos. Hay dos personas que me cambiaron la vida. Yo no sabía que era un songwriter hasta que conocí a Armando. La otra persona fue "La Negra" Sosa, por su generosidad, su amplitud, su libertad de criterio y su amor.
–Y Buenos Aires, ¿cómo vas a trasladar la realidad aumentada al concierto en el Luna Park?
–Mediante una aplicación en el teléfono vas a enfocar con la cámara y van a aparecer cosas que, a simple vista, no están. Ya está funcionando en el afiche que promociona el show. Si ponés la aplicación Lerner RA delante te aparece un video animado que te invita al concierto. Quiero que durante el concierto apuntes a algún lugar y que aparezcan cosas que no vas a ver a ojo limpio. Una realidad alternativa.
–Hay miradas opuestas en torno al uso del celular en los shows. Desde este complemento que vos proponés a la negativa de muchos músicos de ver gente todo el tiempo tomando fotos o grabando videos.
–Hay varios conceptos mezclados. Uno es: "Loco no backapies, viví en tiempo real y fíjate qué te pasa con lo que estás viendo. El 90 por ciento de lo que grabamos en el celular no lo vemos después y la calidad es un espanto. Solo es un vicio tecnológico accesible. Lo que nosotros proponemos es que si vas a usar el celular te metas en nuestro universo. Pero si no lo usás vas a ver lo que es la puesta del espectáculo, que es un trabajo hecho con mucho esfuerzo por muchas personas. Lo que me pasó con la realidad aumentada es la posibilidad de meterme en otro universo. En el sonido pasa algo multidimensional. Cuando una mezcla es buena no escuchás algo plano. Y me parece que está bueno que tenga muchas capas de realidad. Un layer en tiempo real y con tus ojos, y otro en otra dimensión. No quiero hacer de esto una religión. Sólo quiero probar. Es una experiencia, como la música electrónica. Cuando quiero hacer algo, lo hago. Soy geminiano. Soy multi.
–Te desdoblás. Sacaste una marca de ropa con tu mujer que no va al futuro sino que tiene un toque retro y rockero.
–Los jóvenes encuentran en la década del 80 un espíritu que hoy no tienen. En Argentina teníamos un enemigo claro, veníamos de la dictadura y el rock tenía esa carga de querer romper la puerta en las canciones, en la imagen, en nuestra necesidad de libertad. Pasaban cosas en el mundo y la contracultura era un tema social. El tema hoy es más lavado, más estético. Si me preguntás si ese que estaba en la foto en pijama [el de la tapa del disco Todo a pulmón] se iba a poner a hacer ropa… [hace una pausa]. Siempre fui muy transversal. Siempre fui más sí que no. ¿Por qué no voy a tocar con Sandra Mihanovich o con Mercedes Sosa? ¿Por qué no puedo conocer a Piazzolla o ir a Estados Unidos? ¿Por qué no puedo tocar con Santana? Tener un estudio: sí. Hacer ropa: sí. Formar una familia: sí. Parar, mandar todo a la mierda y hacer un disco que se llama Enojado para putear a la industria: sí.
–Hay etapas que son más de enseñar que de incorporar. ¿En algún momento sentiste que además de incorporar cosas todo el tiempo pudiste enseñar?
–Cada día es para incorporar y devolver. Fui jurado en un programa de televisión, di conferencias en universidades. Lo importante también es equilibrar. Podés tener talento y glamour pero tenés que aprender a laburar. Porque sos la inversión de alguien; incluso el público tiene expectativas puestas en vos. Tengo la suerte de haber hecho en la música cosas muy eclécticas. Hice música para películas, acompañé a cantantes, toqué en cabarets. Todo me parecía extraordinario. Todo me parecía Disneylandia, hasta el cabaret con olor a lavandina.
Soy serio, exigente, profesional. También pienso que uno se tiene que destruir para poder crear cosas inesperadas para uno mismo.
–Y Télex, música electrónica. Hace un tiempo recordaste que cuando te llamaron para ser parte de Los Abuelos de la Nada vos dijiste que ya estabas formando tu propio grupo y les recomendaste a Andrés Calamaro. Desde ese momento siempre fuiste solista. ¿Por qué ser parte de una banda ahora?
–Es para compartir el juego. Igual soy el jefe de la banda. Lo que pasa es que como se trata de un lenguaje que no domino necesito de dos personas que manejen otros softwares que yo no uso. Cuando los conocí ellos manejaban el lenguaje y yo era el aprendiz. Me aportaron un nivel de diversión y creatividad. Cuando nos gusta lo que está pasando estamos todos saltando. Quería jugar sin la responsabilidad que implica la expectativa del otro con algo que ya está impuesto: mi nombre, mi canción, mi repertorio, mi imagen. Télex es una propuesta sacada que necesito hacer. No me quiero pasteurizar. Hay una parte mía que es absolutamente salvaje y otra totalmente formal. Soy serio, exigente, profesional. Aprendí un montón de cosas a lo largo de mi vida. También pienso que uno se tiene que destruir para poder crear cosas inesperadas para uno mismo. Lo que tiene la música electrónica es que usa cosas que yo no usaba. Sobre esa base comencé a componer un lenguaje con otras cosas. Soy bueno con lo electrónico. Tengo facilidad para instrumentos que no son un piano. Tomé clases de Talkvox, compré cuatro y tubos de repuesto. Busqué sintetizadores con ese sonido.
–¿Y ya están mostrando este proyecto?
–No, empieza en el Luna Park.
–Lo que sí suena bien Lerner es la grabación que hiciste con Andrés Calamaro de "Juntos para siempre".
–En realidad la movida la empezó él por un tuit donde, meses atrás, puso algo así como que siempre le di una mano cuando la necesitó. Y bueno, como yo tenía ganas de hacer una versión de "Juntos para siempre" pensé que los dos teníamos que celebrar algo que no habíamos celebrado. Y creo que la versión es espectacular. Mérito también de Cachorro López y Sebastían Schon para lograr que los colores de las voces de cada uno rindan lo mejor posible. No tiene otra connotación que la de celebrar algo. Cada uno tiene su compañía discográfica, cada uno tiene sus tiempos, o sea que no sé si la cantaremos alguna vez en vivo. Pero que él me haya tirado esa devolución me pareció muy lindo.
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