"Despacito": el ADN de la canción bailable perfecta
El boricua Luis Fonsi hizo explotar tres noches el Luna Park con sus baladas "cortavenas" y su éxito global, que ya tiene 3500 millones de visitas en YouTube
Parece que hubiera estado siempre entre nosotros, pero apenas pasaron nueve meses. El 13 de enero, “Despacito” comenzó a propagarse como un gas y desde entonces casi todos experimentamos ese vínculo esquizoide que se entabla con las canciones pop más implacables. La subestimamos, la rechazamos, la silbamos contra nuestra voluntad, reconocimos su poder, la cantamos dea viva voz, la bailamos suavecito y, antes de volver a despreciarla, nos entregamos por completo a ese híbrido de ingeniería latina ensamblado entre Miami, Bogotá y San Juan de Puerto Rico. No hubo manera de resistirse.
Mientras su autor, Luis Fonsi , deja la Argentina tras una gira que cerró con tres Luna Park , “Despacito” supera loas 3.500 mil millones de vistas en YouTube y acumula más de 5000 mil millones de reproducciones en plataformas de streaming (entre la versión original de los puertorriqueños Fonsi y Daddy Yankee y el remix bilingüe del canadiense Justin Bieber), agigantando su récord de canción más viralizada de la historia. Es el hit indiscutido del verano en retirada en el hemisferio norte, y es el primer tema en castellano que encabezó el Hot 100 desde 1996, cuando “Macarena”, de Los Del Río, enloqueció el planeta.
Sobre Avenida Madero, a punto de entrar en el Luna, las socias del club Fonsi’s Angels, con sus camisetas fucsias reglamentarias, evocan el momento en que escucharon por primera vez “Despacito” en un preestreno para fans, un día antes del lanzamiento. Era un quiebre de estilo respecto de la esencia romántica de Fonsi, pero era a todas luces inapelable
La vieja guardia de adoradoras -casi todas mujeres que fueron niñas o adolescentes cuando el crooner boricua comenzó su carrera, a fines de los 90- podría mostrar el desprecio altanero del precursor frente al advenedizo. Pero no. El fenómeno "Despacito" circula en una dimensión paralela, y las fans que este fin de semana llenaron el Luna Park -el mismo estadio donde Fonsi debutó en la Argentina hace ya trece años- eran casi todas fieles de las obras completas. Cantaban a los gritos las baladas "cortavenas" y celebraban el despliegue de una banda armada como quinteto clásico de rock. El Love + Dance Tour busca ecualizar con la estética del pop global contemporáneo, y en el centro aparece Fonsi como una síntesis de Adam Levine (Maroon 5) y Juan Luis Guerra. Un ex fan de Menudo que llegó a la cima de todo a los 39, diez años mayor que el promedio de los líderes del Hot 100.
Los músicos suelen recurrir a un viejo lugar común al hablar de su trabajo: dicen que una vez que lanzan una canción, deja de pertenecerles (sin contar las regalías, desde luego). "Despacito" es una nueva constatación de esa verdad de casete. Casi todos los que están leyendo esto podrían tararear la melodía, pero pocos reconocerían a Fonsi si se lo cruzaran en la cola del supermercado. Sobre ese mecanismo de trascendencia opera también el milagro del pop.
Pero esta historia viene de lejos. Al promediar la década de 2000, el reggaetón irrumpía como un golem caribeño -surgido de los barrios pobres de Puerto Rico y República Dominicana- alimentado a base de ritmos sintéticos, actitud gangsteril, voracidad sexual, gestos misóginos y hits explosivos. Esta contraofensiva blanda que se produce por la vía de "Despacito" marca una nueva era para la música latina bailable y una escala récord de su penetración global. En 2005, Shakira se montaba al fenómeno con "Hips Don't Lie" (las caderas no mienten) y llevaba el auge del perreo -ese movimiento centrífugo del trasero- a las grandes ligas, mientras el beat rudo de "Gasolina", de Daddy Yankee, hacía el trabajo sucio a ras del suelo. Pero si en aquellos años las claves del reggaetón se cifraban en las caderas, hoy, en la era de la neurociencia y los análisis algorítmicos, las respuestas se buscan en el cerebro y en el procesamiento de datos.
"Despacito" es, básicamente, una canción bailable perfecta, construida sobre una ligera variante en la escala de acordes más usada a lo largo de un siglo de música pop. La melodía empieza con un La menor y sigue su camino de acordes mayores: Fa, Do y Sol. Como escribió Wayne Marshall en Vulture, ese tipo de estructura, muy común en la música incidental, "crea un sentido de suspenso y falta de resolución". A la par, un patrón rítmico electrónico y machacante, típico del dembow -el eslabón perdido entre el reggae y el reggaetón-, contiene los instrumentos reales, entre los que destaca el cuatro puertorriqueño, especie de guitarra que aporta el arpegio folklórico de la grabación. En el frente domina el dueto de Fonsi y Daddy Yankee, la melodía y el rap, el yin y el yang de la música industrial en español, alternando metáforas aceitosas en la frontera del porno soft.
Andrés Torres y Mauricio Rengifo, el dúo de productores colombianos a cargo del corte final, hablaron en una entrevista con Genius sobre el proceso creativo del track. Fonsi se les acercó con la melodía -que había trabajado junto con su colaboradora Erika Ender- y la intención de grabar una canción bailable, divertida y actual, un tema que lo sacara de su zona de confort. "Estábamos tratando de hacer reggaetón sin hacer reggaetón -dicen los productores-. El reggaetón hoy es pop. No es esa cosa urbana y oscura (que solía ser)."
Para ellos, el hecho de que el tema demore más de un minuto en llegar al estribillo era todo un dilema. "Despacito" es reggaetón servido como slow food, y ese silabeo en cámara lenta que hace Fonsi al llegar al estribillo, desfasando la melodía de voz del tempo marcial de la base, es uno de los secretos de la grabación, que funciona como un encadenado de pequeños clímax.
Más allá de los rasgos formales, hay mucho de inexplicable en el éxito de cualquier canción. Si sólo se tratara de medir los niveles de endorfinas frente a determinada estructura armónica, tendríamos un "Despacito" por semana, lo cual sería una buena premisa para una novela distópica. Fonsi tuvo la convicción de probar un género que no le pertenecía, adaptarlo a su estilo y sumar como aliado a la máxima figura del ritmo en el que estaba incursionando (Daddy Yankee). Y, fundamentalmente, tuvo intuición para leer el contexto.
El terreno estaba preparado para que un hit en castellano hiciera el crossover. En los últimos años, muchos de los colosos del pop latino volvieron a los primeros puestos de los rankings con una vitalidad renovada, todos enfocados en ritmos bailables, sexuales y directos: "La mordidita", de Ricky Martin; "Duele el corazón", de Enrique Iglesias; los hits mundialistas de Shakira y, detrás de ellos, o quizás adelante, una nueva generación de estrellas regionales, como Maluma, J Balvin y muchos otros. Allí aparece Fonsi con su resumen personal del zeitgeist latino y toma por asalto los rankings estadounidenses durante el verano de Trump y los revivals supremacistas. Sin exagerar su impacto cultural, "Despacito" es el triunfo ilusorio de los latinos integrados, la conquista pop de la Miami mestiza y, más que nada, un rato de amor ligero y superficial en el caos del mundo.
Fiebre, pasión y garantía de éxito
Luna Park Las fanáticas colmaron el Luna Park entre el viernes y el domingo, en el concierto que ofreció el boricua como parte de su gira internacional Love + Dance World Tour. Pico de rating Poco después de la medianoche, Fonsi cerró el primer programa de la temporada 2017 de ShowMatch con 27,4 puntos de rating. Fanáticas fieles Once clubes de fans oficiales tiene el cantante puertorriqueño sólo en la Argentina; muchas de ellas llegaron a Buenos Aires de distintos puntos del país.
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