ABBA en Eurovision: la canción “equivocada”, los guiños que enloquecieron a la audiencia y el premio que pudo haber sido una maldición
El 6 de abril de 1974, el cuarteto sueco se alzaba con el primer puesto del tradicional certamen europeo e inscribía para siempre su nombre en la historia grande del pop mundial
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“Después del 6 de abril de 1974, el Festival de Eurovisión está muerto. Afortunadamente, los días en que chicos y chicas más o menos lindos simplemente cantaban una canción se han ido. Ahora esperamos más que eso: una buena canción, un buen show, un buen atuendo. ABBA introdujo una nueva fórmula y solo podemos estar alegres por ello”. Con estas palabras, el semanario británico Disc Magazine reflejaba el arrollador y sorprendente paso de cuarteto sueco por la decimonovena edición del tradicional certamen musical europeo celebrada en Brighton (Inglaterra).
De la mano del tema “Waterloo”, la agrupación conformada por Björn Ulvaeus, Benny Andersson, Anni-Frid Lyngstad y Agnetha Fältskog no solo se consagró como absoluta y justa ganadora, sino que además el obtener el primer lugar en dicho concurso significó la plataforma de despegue hacia un éxito ininterrumpido a escala planetaria y que llega hasta nuestros días. Por otro lado, su participación en el festival colocó a Suecia en un privilegiado plano dentro del mapa del pop internacional hasta ese momento monopolizado por Estados Unidos y Gran Bretaña.
En apenas pocos días la canción en cuestión trepó a la cima de los charts de toda Europa e incluso se ubicó también entre las primeras diez posiciones en Estados Unidos, país en el que las alternativas de Eurovisión suelen pasar absolutamente desapercibidas. Un destino similar obtuvo Waterloo, título del segundo álbum de estudio del grupo, que colaboró sobremanera en la difusión de su propuesta musical.
Para la crítica especializada de la época, el solo hecho de participar en el Festival de Eurovisión era considerado un “estigma” y al artista que resultaba triunfador no se lo solía tomar muy en serio. ABBA no fue la excepción, en aquel momento, algunos señalaron que la realización de esa edición del certamen en suelo británico, un país de reconocida tradición pop y en donde siempre fueron bienvenidos los grupos vocales, favoreció enormemente a la aceptación de la agrupación sueca por parte del público en general.
Más allá de resultar ganador, la participación de ABBA marcó un antes y un después en la historia del festival. Hasta su intempestiva irrupción, Eurovisión se caracterizaba por la intervención de distintos artistas solistas y formaciones grupales de apariencia poco espontánea y algo acartonada que interpretaban baladas románticas o ligeras melodías populares europeas de un modo extremadamente formal. En un verdadero acto de ruptura, y a través de “Waterloo”, la banda sueca sacudió de una vez y para siempre aquellas tradicionales y anquilosadas estructuras que definían tanto a su público como al jurado mediante una inédita impronta pop rock, una festiva actitud juvenil y un colorido vestuario inspirado en bandas glam como Roxy Music y The Sweet.
Tras semejante actuación, no quedó duda alguna que ABBA le había otorgado al evento la necesaria y refrescante cuota de actualidad de la cual sus organizadores tomaron debida nota y adoptaron para siempre. De hecho, las participaciones en ediciones más recientes de bandas como Maneskin y The Rasmus, entre muchas otras, dan cuenta del cambio rotundo perpetrado a partir del accionar de los suecos.
Por otra parte, Suecia celebró la victoria de ABBA y fue motivo de un sincero orgullo nacional. Sin embargo, si bien la mayoría de los suecos disfrutaban de sus canciones por igual, existieron algunos sectores minoritarios que nunca tomaron a la banda en consideración. Hubo también otros, no tan extremos, que demoraron en asimilar esa nueva clase de música pop, plena de su distintivo ADN nórdico aunque con marcadas influencias anglosajonas, producto de la profunda devoción que Ulvaeus y Andersson tenían por Los Beatles.
Vale señalar también que la relación de ABBA con Eurovisión no era algo nuevo o desconocido. Apenas un año antes, en 1973, e impulsado de manera firme por su manager Stig Anderson, el grupo se inscribió en el Melodifestivalen, la preselección sueca para acceder al Festival de la Canción de Eurovisión. En aquella oportunidad, compitió con el tema “Ring Ring” y quedó en el tercer puesto. No obstante, la canción y el álbum del mismo nombre se transformaron en los mayores sucesos del año en Suecia, alcanzando los primeros puestos de los rankings y sonando además en otros países europeos.
Envalentonada por esa situación por demás favorable, en 1974 la banda volvió a inscribirse en el Melodifestivalen pero esta vez con el tema “Waterloo”. Así fue que, tras quedarse con el primer puesto, obtuvieron la posibilidad de viajar a Brighton para representar a Suecia en Eurovisión. De todos modos, el destino pudo haber sido muy diferente para ABBA, ya que a la hora de elegir la canción con la cual participar en el certamen no todos sus integrantes pensaban de la misma manera. Mientras Benny, Björn y Agnetha estaban convencidos de que “Hasta mañana” era el tema indicado, fue Frida la que se opuso, argumentando que con él no despertarían el interés del jurado. Finalmente, los cuatro alcanzaron un acuerdo y se decidieron por “Waterloo”. Lo que sucedió después es historia conocida.
Aquel suceso del cual en estos días se conmemoran sus primeros 50 años de ninguna manera es algo que resulte desapercibido para los integrantes de ABBA ni mucho menos para los millones de fanáticos que el grupo posee alrededor del mundo. En efecto, y entre un sinfín de actos celebratorios a realizarse en diversos puntos de Europa, se destacan la reedición del álbum Waterloo en formato de vinilo doble y remasterizado en los míticos estudios Abbey Road; el lanzamiento de un box set de tres singles extraídos de dicho disco; el estreno de When ABBA came to Britain, un documental especial emitido por el canal 2 de la BBC de Londres en el que presenta un viaje en el tiempo de las visitas de la banda al Reino Unido entre 1974 y 1982 y examina además su legado desde Eurovisión hasta la salida de Voyage, su último álbum de estudio, y la realización de ABBA: One Week in Brighton, una exhibición con fotografías, material fílmico y memorabilia alusiva a la victoria de ABBA en Eurovisión y que hasta el 4 de agosto podrá visitarse en el Museo y Galería de Arte de dicha ciudad británica.
Toda esta serie de acciones vuelve a poner de manifiesto que, más allá de las modas y el paso del tiempo, ABBA se erige como un clásico de absoluta vigencia que no conoce límites ni fecha de vencimiento. Además, conserva su estirpe como uno de los indiscutidos fenómenos mundiales de la historia del pop que, nacido en los albores de la década del setenta, aún resulta atractivo y seductor en pleno siglo XXI.
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