A veces los sueños se hacen realidad
La española Christina Rosenvinge debutó en Buenos Aires en compañía del Sonic Youth Steve Shelley
Christina Rosenvinge & ; Steve Shelley Presentación del disco Tu labio superior, de Christina Rosenvinge. Con Charlie Bautista en guitarra y Jeremy Wilms en bajo. El jueves, en Samsung Studio.
Nuestra opinión: muy buena
Hay algo de Juana Molina en Christina Rosenvinge. Puede ser su pelo rubio tapándole la cara, el nerviosismo de quien quiere que todo salga según lo planeado o la timidez que ni su voz ni su guitarra pueden disfrazar. Pero no, ninguna de esas cuestiones que también pueden tocarle de cerca a la Molina emparientan a la argentina con esta hija de papá danés y mamá inglesa que encontró en Madrid su lugar en el mundo –y que necesitó alejarse de él un tiempo prudencial para confirmarlo–. La más fuerte de las similitudes entre estas dos cantantes es el cambio, el giro que dieron a sus carreras.
Christina Rosenvinge era una promesa del pop ibérico en la segunda mitad de los 80, cuando asomó su cabeza con el dúo Alex y Christina. El éxito discográfico recogido se multiplicaría en los 90 con Christina y Los Subterráneos, éxito que se transformaría primero en cansancio y luego en hartazgo y llevaría a su protagonista a un camino en solitario con otros matices. Sacó dos discos, tuvo un hijo y pegó el volantazo: cambió Madrid por Nueva York y conoció a los Sonic Youth. El baterista de la banda, Steve Shelley, se convertiría también en el suyo y el sello de éste en la casa que lanzaría una trilogía de discos cantados en inglés y con la experimentación y el noise como estandartes.
Para su debut porteño, Christina preparó una lista de temas donde se distinguieron las canciones de su último disco, algunas de su período neoyorquino y viejas gemas de sus primeros grupos. Pero tanto las que se escucharon en el Samsung Studio como las que quedaron afuera parecen ser muy bien conocidas por un público que la esperó mucho tiempo. Tan es así que los pedidos esporádicos de temas que pueblan los silencios entre canción y canción se convierten en insoportables hacia el final. Cuando al clima intimista le gana la confianza, hasta un diálogo entre la blonda cantante y un espectador será posible. "Yo te vi en el 98 en Ibiza", dirá él: "¿Y qué hacías allá?", preguntará ella.
"Por una extraña casualidad, en mi vida hay muchos argentinos", comentó la Rosenvinge en su primer contacto con el público. Ya había cantado "Tu boca", así como tiempo después lo haría con "Negro cinturón". A ambos los unieron la calidez de su intérprete y las confesiones de una amante que sufre más de lo que disfruta, pero que no puede alejarse ni de esa boca que es su perdición ("Tu boca es mi perdición y quiero perderme") ni de ese hombre al que sólo puede tener por un puñado de horas ("sé que estás pensando en ella cuando hacemos el amor").
Confesiones
Estas historias donde el amor y el desamor van por el mismo carril se encuentran bien cobijadas por el susurro de la cantante. En él se mueve con comodidad la voz, que reconoce entre sus máximas influencias la chanson francesa (Francoise Hardy, Serge Gainsbourg) y el folk norteamericano. La banda, lejos de atarse a los designios de su líder, los complementa con interesantes pizcas de ese indie rock que creció y experimentó en los 90 y que, precisamente, encontró en Sonic Youth a uno de sus máximos exponentes. Claro, en directo está Shelley, golpeando con fuerza esa batería–marca registrada de una escena, pero también las precisas guitarras de Bautista y el bajo cumplidor de Wilms.
"La última noche duele más y es quizá porque no es tu decisión", cantará la Rosenvinge al piano, ya entrando en el tramo final de su concierto. A estas alturas, la rubia ya se había metido al público en el bolsillo, y había recibido decenas de piropos y de propuestas. Por eso no sorprendería que, tras "Mi habitación", tema elegido para cerrar el show, le preguntara al público si tenía alguna petición. Nadie quería irse, menos ella, que ansió durante años cantar en Buenos Aires y que finalmente dejó el escenario con la satisfacción de quien cumple un sueño.