A los 75 años, Iggy Pop le hace un corte de manga al retiro y saca un disco de rock que nadie esperaba
El padrino del punk, el ícono de la escena rockera durante cuatro décadas, volvió con Every Loser, un álbum donde se da el gusto de mostrar todas sus medallas artísticas y plantar bandera con un sonido que muchos buscan y pocos encuentran
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Every Loser. Artista: Iggy Pop. Álbum: Every Loser. Canciones: Frenzy, Strung Out Johnny, New Atlantis, Modern Day Rip Off, Morning Show, The News for Andy, Neo Punk, All the Way Down, Comments, My Animus (Interlude) y The Regency. Sello: Atlantic Records. Nuestra opinión: muy bueno.
Hasta hace pocos días no era una locura decir que Iggy Pop venía transitando con calma y entereza el camino al retiro. Con 75 años, la Iguana se estaba dando gustos que podían interpretarse como una bucket list (una sucesión de logros que uno aspira a tachar antes de despedirse de este mundo): un muy celebrado programa de radio en la BBC, discos de jazz suave y chanson francesa, grabaciones experimentales de poesía, colaboraciones con medio mundo (Josh Homme, Underworld, Måneskin, la violinista belga Catherine Graindorge) y demás actividades que, en apariencia, no estarían tan en línea con alguien que supo cantar “soy una chita que camina por la calle con un corazón lleno de napalm” a los gritos, semi (y a veces no tan semi) desnudo. Y entonces Iggy editó Every Loser.
Hay un hermoso malentendido con la letra de “Frenzy” -el protopunk garagero, crudo y rabioso que da inicio a su decimonoveno disco como solista- que ilustra muy bien esta situación. Las reseñas hechas antes de la edición, sin el “librito” en la mano, dan cuenta de una línea que reza “mi mente está en llamas cuando debería retirarme”. Sin embargo, la letra adosada a la canción en Spotify tiene una puntuación que lo cambia todo: “mi mente está en llamas, ¿cuándo debería retirarme?”. Ahí, en esa confusión, está encerrada la esencia de Every Loser: un álbum a años luz de ser una despedida o una renuncia que, con todo, no pretende esconder el hecho de que su autor surca la tercera edad. No es que Pop quiera pasar por joven ni tampoco que saque chapa de leyenda: la bajada de línea acá es que existe una lógica, un “deber”, que implica abandonar el rock (o, al menos, cierto rock) para dedicarse a grabar discos agradables o tejer a crochet y a Iggy Pop esa “normalidad” no lo conmueve. “¿Cuándo debería retirarme”, pregunta en voz alta, y se contesta “cuando a mí se me antoje, y justo ahora no se antoja” en forma de música.
Tampoco es que Every Loser sea un disco punk, más que nada porque Iggy Pop no es un artista punk sino uno que ayudó a concebir el género y se dedicó a moverse en sus cercanías de ahí en más (o que, en todo caso, entendió bien el punk, que no es militar los tres acordes sino -como dijo Jello Biafra- “pensar por vos mismo”). “Strung Out Johnny”, por ejemplo, está mucho más cerca de la new wave oscura de Blah-Blah-Blah (1986) que de la espuma que echaba por la boca The Stooges (1969). “Morning Show” es una balada de guitarra acústica rasgueada en la que se abre el pecho y suelta una máxima estoica que también pinta su hoy de cuerpo entero: “Un futuro sin esperanza sólo hace cada día más delicioso”. Los 55 segundos de “The News for Andy” son música de vaudeville pasada por el filtro de The Specials. Esa es la cuestión: no hay dogma (ni siquiera, dijimos, el dogma punk) en todo el álbum, y tampoco hay ningún intento pretencioso de escribir una statement profunda en la piedra. Y sin embargo hay un mensaje: el de conducirse en libertad y deseo sin sentirse forzado a hacer lo que otros creen que uno debe hacer.
Otra cosa que Every Loser no es: un autohomenaje. La lista de invitados podía hacer pensar eso: Dave Navarro, Eric Avery y Chris Chaney de Jane’s Addiction, Stone Gossard de Pearl Jam, Travis Barker de Blink-182, Chad Smith de los Chili Peppers y su ex compañero Josh Klinghoffer y el recordado Taylor Hawkins. Pero no: el disco es una celebración real y creíble del hecho de estar vivo y de disfrutar el oficio propio sin querer ser otro, sin optimismos estúpidos ni nostalgias ni mucho menos aggiornamientos para pegarla. La modernidad está presente: “Cada perdedor necesita un poco de alegría”, dice en “Comments”, respecto de las pobres almas que desparraman su veneno en redes todos los días. Pero ni el futuro ni el pasado son el quid de la cuestión: lo que se goza en estas once canciones es el presente.
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