A los 75 años, Elton John vuelve a salir de gira... para despedirse de todo el mundo
El gran músico británico celebró su cumpleaños en pleno tour de despedida; le resta un centenar de conciertos en Estados Unidos, Europa y Oceanía y la esperanza de que también venga a la Argentina; en mayo se cumplen 50 años de Honky Chateau, uno de sus mejores discos
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Elton John llegó a los 75 años con una energía envidiable. Lo celebró de gira y con el lanzamiento de una versión digital remasterizada de su disco de grandes éxitos Diamonds: The Ultimate Greatest Hits. No pudo, justamente por estar abocado a su trabajo, asistir a la fiesta que anualmente organiza la AIDS Foundation que creó hace ya treinta años el mismo día que se entregan los Premios Oscar. La estrella indiscutida de esa velada fue Lady Gaga, que se presentó con un espectacular diseño de la marca californiana Rodarte en blanco crudo, un llamativo vestido de tul con el que rindió homenaje a la época dorada de Hollywood. Los anfitriones fueron David Furnish, esposo de Elton, y los dos hijos que adoptó la pareja, Zachary, de 11 años y Elijah, de 9.
Elton está embarcado en un gigante tour de despedida que arrancó en 2018 y debió suspenderse un par de veces. La gira Farewell Yellow Brick Road preveía unos trescientos conciertos en todo el mundo y no solo sufrió la interrupción provocada por la pandemia de coronavirus: en octubre de 2021, el veterano músico inglés se sometió a una operación de cadera que también lo obligó a abrir un paréntesis. También tuvo que cancelar dos conciertos programados en Dallas a principios de este año, cuando dio positivo en una prueba de Covid-19.
Pero ahora las cosas van viento en popa: se viene más de un centenar de shows en Estados Unidos, Europa y Oceanía. Hasta ahora, la última fecha programada es la del 8 de julio de 2023 en Estocolmo. “Me siento increíblemente afortunado de seguir amando tanto lo que hago, de sentirme tan estimulado por la música y feliz de tocarla, escucharla y hablar de ella todos los días”, declaró Elton John hace unos días.
Nacido como Reginald Dwight el 25 de marzo de 1947 en los suburbios del noroeste de Londres, Elton John fue nombrado caballero por la Reina Isabel II en 1998, “por su contribución a la música y su compromiso en la lucha contra el Sida”. Durante más de cinco décadas de carrera, “Sir Elton” ha vendido más de 300 millones de discos en todo el mundo. Y su vigencia está apoyada en datos: su gira de despedida es un éxito, la película biográfica Rocketman, estrenada en 2019, recaudó más de 195 millones de dólares en todo el mundo y el año pasado su canción “Cold Heart”, un dúo con la cantante británica Dua Lipa, alcanzó el número uno en la lista de singles más vendidos del Reino Unido, lo mismo que “Merry Christmas”, colaboración con Ed Sheeran lanzada en la última Navidad.
El show más esperado de la gira norteamericana es sin dudas el del próximo 20 de noviembre en el Dodger Stadium de Los Ángeles: será nada menos que su concierto número 2.000 en Estados Unidos y tendrá un significado especial no solo por el número, sino también por el recuerdo de un par de presentaciones históricas en ese mismo estadio con capacidad para más de 50 mil espectadores a las que Elton llegó en una situación especial. Dos días antes de la primera fecha había tomado sesenta pastillas de Valium y se había tirado de inmediato a la pileta de su casa, frente a toda su familia. Increíblemente se recuperó muy rápido y brilló en dos recitales inolvidables en los que apareció en escena con un llamativo atuendo de jugador de béisbol diseñado con lentejuelas y una leyenda inequívoca en el dorso de la camiseta: “Elton 1″. Fue un momento clave de su carrera: al tiempo que su rostro aparecía en la tapa de la revista Time y vendía una cantidad de discos que representaba el 2% de toda la industria a nivel mundial, luchaba infructuosamente por esconder su orientación sexual y su catastrófica relación con el alcohol y las drogas.
Su capacidad para reinventarse quedó demostrada en los años 90. Luego de, por fin, animarse en 1988 a salir del closet cerró esa década con el formidable éxito de “Sacrifice”, tema que fue número uno en todo el mundo y es uno de los clásicos de su extensa obra, y construyó una nueva imagen de sí mismo que sería canonizada: el Elton orgullosamente homosexual, sobrio y filántropo, el amigo de la realeza que también rediseñó con la colaboración de George Martin un tema compuesto en los años 70 mano a mano con su socio histórico, Bernard Taupin, “Candle in the Wind”, para homenajear a Lady Di luego de su trágica muerte y el que convirtió definitivamente a ese emotivo réquiem celebratorio titulado “Goodbye Yellow Brick Road” como canción-emblema.
Hoy es un artista consagrado, venerado y, está visto, muy activo. Y también un hombre que parece asentado en su vida familiar. Hace apenas unos días, cuando cumplió 75 años, publicó en la revista Time una carta de tono confesional en la que asegura que “cuando era joven me decían que debía encajar, hacer lo que los demás esperaban, incluso cuando eso no me hiciera sentir bien. Ahora me doy cuenta de que solo puedo ser yo. Ser fiel a mí mismo es lo que me dio mi voz y me ayudó a enfrentar mis mayores miedos”.
También les habló a sus hijos: “Niños, ustedes entendieron el mensaje real en su libro favorito, The Family Book, de Todd Parr: allí queda claro que hay muchas maneras diferentes de ser una familia, que tu familia es siempre especial, sin importar de qué tipo sea”. Elton también escribió en esa misiva que sus dos hijos “son los regalos más grandes que he recibido, y han llenado mi corazón con amor y mi vida con propósito y significado en formas que no pensé que fueran posibles”.
En medio de toda esta actividad y de su presencia constante en los medios de todo el planeta, Elton John también podrá festejar los cincuenta años de uno de los mejores discos de su carrera, Honky Chateau, lanzado en mayo de 1972, cuando estaba en un momento notable de su carrera. Para el músico, que visitó la Argentina en tres oportunidades (1992, con dos recitales en el estadio de River, 2009, con un show en la cancha de Boca junto a James Blunt, y 2013 en Vélez), fue la llegada definitiva al estrellato: grabado en un majestuoso castillo francés de Hérouville, cerca de París, con la gran banda que lo apoyaba en sus shows en vivo de la época -el guitarrista Davey Johnstone, el bajista Dee Murray y el baterista Nigel Olsson-, se convirtió en su primer álbum número uno en Estados Unidos gracias al alto impacto de hits como “Rocket Man” y “Honky Cat”. Con un dato revelador asociado: desplazó de ese lugar de los charts a un súper clásico de los Rolling Stones, Exile on Main St. El talentoso violinista francés Jean-Luc Ponty participó en dos canciones, “Mellow” y “Amy”, los únicos con ese pequeño detalle de orquestación dentro de un repertorio clásico de country-rock, blues y soul apoyado por una instrumentación básica y condimentado con las melosas baladas que son desde siempre una de las especialidades de la casa.
Musicalmente más variado, emocionalmente menos artificial y líricamente más lúcido que Tumbleweed Connection (1970), el disco -grandioso, por cierto- que era considerado hasta ese entonces como su mayor logro, Honky Chateau se entrega por completo a la fantasía: Elton se transformó por un rato en un héroe liberado y liberador, en un astronauta perdido en el espacio justo en el mismo momento en el que nacía el célebre Starman de Bowie e incluso en un hombre frustrado por chicas inalcanzables y amores truncos (chequear “Amy”, “Hercules” y el irónico melodrama inspirado en el music hall “I Think I’m Going to Kill Myself”).
También demostró cabalmente, con “Mona Lisas and Mad Hatters”, que podía rendir mucho como intérprete acompañado de una instrumentación mínima, sin el lastre de los pomposos arreglos de cuerdas de Paul Buckmaster que habían teñido su obra hasta ahí ni las forzadas intenciones progresivas de Madman Across the Water (1971), el álbum que abre el fuego con “Tiny Dancer”, otro de sus clásicos inoxidables. Empezaba a consolidarse el artista popular -un proceso que quedó bien reafirmado con Captain Fantastic and the Brown Dirt Cowboy (1975), otra joya, versátil, conceptual e inspirada, de su discografía- y a forjarse un mito que estuvo a punto de derrumbarse muchas veces, sobre todo en aquel punto de inflexión de finales de los 80, cuando decidió subastar buena parte de sus bienes para pagar un tratamiento contra sus adicciones y su bulimia, además de someterse a su primera cirugía capilar. Sin embargo, se mantuvo en pie hasta este presente que lo muestra satisfecho y en plena forma, dispuesto a ponerle un broche de oro a su legendaria historia artística.
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