A los 64 años, Madonna sigue siendo una provocadora serial y no permite que nadie la defina
La artista que comenzó en 1982, con apenas 25 años, celebra cuatro décadas de una indómita carrera con un disco y con su innegociable lucha por retorcer la moralidad impuesta
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La cuenta de Instagram de Madonna tiene fama de ser un tobogán emocional para el fisgón digital. No decepciona. Madonna llorando; Madonna borracha; Madonna bailando twerking con Maluma; Madonna filmando cómo su familia realiza una coreografía mientras cocina; Madonna besándose con Britney Spears en la boda de esta; Madonna enseñando un pecho; Madonna abierta de piernas con un texto que dice: “Tengo algo para ti”.
Suma pocos seguidores la cantante (18,4 millones) si se compara con estrellas de generaciones posteriores como Beyoncé (273 millones), pero ofrece mejores estímulos: el ver a una estrella del pop que lo ha sido todo (gracias a ir más allá en lo moral y en lo artístico) luchar por no convertirse en un personaje simplemente simpático. Madonna cumple 40 años en el mundo de la música y todavía ninguna estrella pop ha demostrado ser más subversiva y provocadora que ella. Lo hace publicando un disco de remezclas que resume su carrera, Finally Enough Love: 50 Number Ones, cumpliendo esta semana 64 años, y acelerando la puesta en marcha de una película que cuenta su vida, la verdadera.
La utilización tan enloquecida que realiza la cantante de su Instagram funciona a la perfección como simbolismo de una trayectoria que ha padecido el escrutinio mundial desde que la artista comenzó en la música, allá por 1982, con 25 años. Seguramente Madonna ha sufrido todos los acosos posibles que una estrella del pop puede soportar: sexual, críticas a su físico, machismo, clasismo; acusada de antirreligiosa, sacrílega, apropiación cultural, impostora por la utilización de playback en los conciertos, antipatriota, hereje, financiadora de una supuesta secta (la Cábala), obsesionada con la juventud... Sí, siempre ha ido demasiado lejos en todo, y eso, siendo una mujer y además proveniente de la calle, no se le ha tolerado. En los ochenta quemó crucifijos en el video de Like a Prayer; en los noventa publicó un libro, Sex, con las imágenes más explícitas sobre homosexualidad y fetichismo jamás exhibidas por una estrella; en los 2000 se dio un apasionado beso con Britney Spears en una gala de premios ante millones de personas que lo seguían por televisión...; y hace nada (el 23 de junio), en la fiesta del Orgullo de Nueva York, prefirió la lascivia de un profundo beso para presentar a su nueva amiga, Tokischa, la dominicana de 26 años que empezamos a conocer porque Rosalía compartió con ella canciones como “Linda” o “La Combi de Versace”.
En una persona tan obsesionada con agradar continuamente debe de ser frustrante no calar entre los jóvenes de 2022. Por ahí, y por la siempre búsqueda de lo último, de no quedarse con un pie atrás, viene su exhibición con Tokischa y su anhelo por trabajar con el mayor talento del hip hop actual, Kendrick Lamar, como confesó hace unos días en el programa de Jimmy Fallon. Le queda un consuelo a Madonna: seguramente muchos adolescentes de hoy ignorarán siempre la trascendencia de los Beatles. Aunque no creemos que a Paul McCartney le importe ya mucho eso.
Madonna lleva 40 años de provocación meditada. Entre tanto ha grabado buenos discos con una voz limitada. Ella misma ha confesado que el mayor reto de su carrera fue su preparación para la película musical Evita (1996), donde tuvo que trabajar duro con los mejores profesores de canto para que sus capacidades vocales estuvieran a la altura. En cuatro décadas ha publicado 14 álbumes, al menos cinco de ellos esenciales: los dos primeros (Madonna, 1983, y Like A Virgin, 1984), llenos de perlas que definen el pop bailable de los ochenta, canciones que sentaban estupendamente tanto en el gimnasio como en los boliches, temas aún hoy excitantes como “Holiday”, “Everybody”, “Lucky Star”, “Material Girl”, “Like” a “Virgin” o “Dress You Up”; por supuesto, “Like a Prayer” (1989), seguramente su mejor trabajo, el que se escapa del contexto de los ochenta para trascender las siguientes décadas; Ray of Light (1998), de lo más valorado de su carrera en cuanto a textos, su gran obra de electrónica de vanguardia, tanto relajada como fiestera, acompañada por el productor William Orbit; y Confessions on a Dance Floor (2005), su reinvención, esta vez de la mano de Stuart Price, un lavado de cara de la música disco de los setenta y principios de los ochenta, actualizándola y sofisticándola, un camino de enorme influencia que ha llegado hasta la actualidad con Dua Lipa como ejemplo más claro. La artista siempre tuvo claro que la vía a la fama viene por el pastiche musical: tomar de aquí y de allá sin que se note demasiado y decorándolo con aportaciones propias.
Madonna ha lanzado 250 millones de discos y es la artista femenina más vendedora de la historia, lo que no está nada mal para una chica que nació en un suburbio de Detroit y que vio sacudido su mundo cuando con solo seis años perdió a su madre. Con 20 años se marchó a Nueva York para hacer lo contrario de lo que le dijo su estricto padre: se hizo modelo y al poco tiempo realizaba performances desnuda en tugurios punk como el CBGB. Cuando comenzó a trascender se encontró rodeada de hombres triunfadores como Prince, Michael Jackson, Bruce Springsteen, Phil Collins, George Michael o U2. Entre los 25 discos más vendidos de los ochenta, la década en la que arranca su carrera, solo se cuelan dos mujeres, ella (con Like a Virgin y True Blue) y Whitney Houston.
En este contexto lleno de testosterona, Madonna utilizó como imagen su propia sexualización, y además desde el control que ella misma ejercía. No era un divertimento sexual para el público masculino; era una mujer poderosa y desafiante. Madonna creció escuchando a Stevie Wonder, Diana Ross y otros artistas de la Motown, aprendió a tocar la batería con los discos de la nueva ola de Elvis Costello, se bautizó como espectadora de conciertos en uno de David Bowie y se tomó su primera copa a los 30 años, tras su divorcio con el actor Sean Penn. Inquieta y curiosa, siempre buscó las compañías de artistas atrevidos, como Keith Haring o Jean-Michel Basquiat.
Pronto se dio cuenta de que vivía en un ambiente hostil que no estaba entrenado para tolerar a una mujer emancipada en la cima. En 1985, las revistas eróticas Playboy y Penthouse publicaron unas fotografías de ella desnuda, imágenes captadas en 1979, cuando la cantante no era famosa y se ganaba la vida posando sin ropa para fotógrafos. Uno de ellos aprovechó la fama de la cantante a mediados de los ochenta para vender esas imágenes antiguas. Madonna se tomó el incidente como un aviso. “Esa fue la primera vez que me di cuenta de lo que yo representaba. Y dije: ‘Váyanse a la mierda’. Están tratando de menospreciarme por esto. No voy a dejar que la opinión pública dicte mis propios sentimientos, no voy a disculparme por nada de lo que he hecho”, declaró en la revista Rolling Stone.
Para la historia queda el discurso contra el sexismo, el machismo y la misoginia que leyó cuando la publicación Billboard la nombró Mujer del Año en 2016: “Si sos una chica, tenés que jugar su juego. ¿Qué juego? El que dicta que podés ser bella, adorable y sexy, pero no te comportes como si fueras inteligente. No muestres que tienes opiniones propias. Podés permitir que los hombres te traten como a un objeto y podés vestirte como una prostituta, pero vos no sos la dueña de tus deseos”. Y luego añadió: “Para los que me negaron, para los que no me ayudaron, para los que dijeron que no podía, que no debería, que no tenía derecho... gracias, porque la resistencia me hizo más fuerte. Me convirtió en la luchadora que soy hoy. Me hizo la mujer que soy hoy. Así que, por ello, gracias”.
Porque Madonna, más que una estrella del pop, es un concepto. Ese que significa rebeldía, indisciplina y luchadora incansable Por eso es musa LGTBI y referente de las que llegaron después: Britney Spears, Katy Perry, Christina Aguilera, Rihanna, Miley Cyrus, Taylor Swift, Pink... También para la diosa del pop actual, Beyoncé, que recientemente ha publicado una versión de su sencillo Break My Soul fusionado con el éxito de Madonna de 1990 Vogue. “Tremendamente agradecida por que hayas querido colaborar conmigo. Has abierto tantas puertas para tantas mujeres... Eres una obra maestra”, publicó Beyoncé sobre Madonna en sus redes sociales.
Las artistas que despuntan ahora en la música urbana en español también muestran este agradecimiento, como la argentina afincada en España Ms Nina: “Es una inspiración de mujer empoderada. Ahora la gente se escandaliza por nuestras letras, pero ella lo hacía mucho más radical en los ochenta. La gente la critica ahora porque se opera, que si está vieja... A ver cómo están estos que la critican con 60 años. Nunca están contentos. Pero a ella no la van a intimidar. Yo la amo”.
Efectivamente, Madonna no se va a rendir por muchos haters que visiten su Instagram. En 2019 editó un disco que pasó la prueba de los críticos severos. Madame X no entusiasmó, pero convenció. “¿Qué pasa, que no puedes hacer música juvenil, divertida y sexy si tienes cierta edad? Quién crea eso es un estúpido”, dijo en una entrevista a The Guardian sobre el objetivo de este álbum. Fiel a su compromiso con la comunidad queer, hace unos días lanzó Material Gworrllllllll!, una colaboración con el rapero gay Saucy Santana donde remezclan su éxito de los ochenta Material Girl.
Hace tres semanas la cantante ofreció una entrevista a la publicación Variety, en donde anunció que dirigirá la película sobre su vida (hará de ella Julia Garner). Y lo argumentó: “Hay mucha gente tratando de hacer películas sobre mí. En su mayoría hombres misóginos. Así que puse mi pie en la puerta y dije: ‘Nadie va a contar mi historia, excepto yo”. Una vez más, Madonna siendo Madonna.
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