A 50 años del disco que unió al Polaco Goyeneche con Aníbal Troilo y que marcó la despedida del “Gordo triste”
Parece increíble que recién en el final de la trayectoria de Pichuco, el gran bandonenista y Goyeneche registraron su primer disco juntos, Te acordás Polaco?; tangos sueltos y cientos de noches los cruzaron antes; reediciones con órdenes y tapas distintas pueden resultar confusas, pero aun así la buena noticia es que esta maravilla de nuestra música se consigue en tiendas digitales
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Dos apellidos. Y dos sobrenombres. Pero aún más, dos “nombres” del tango: Aníbal “Pichuco” Troilo y Roberto ‘’Polaco” Goyeneche. Juntos habían grabado muchas canciones, pero siempre lanzadas como simples sueltos, jamás como parte de un álbum. Como si tesoros del tango tales como “Bandoneón arrabalero”, “Garúa” y “La última curda” (ese melodrama en tres minutos que agoniza “la curda que al final / termine la función / corriéndole un telón / al corazón”) no justificaran un vinilo larga duración. Hoy, ¿Te acordás Polaco?, esa obra maestra que los unió para siempre en la historia de los mejores discos, cumple medio siglo y hasta se acaba de editar un libro dedicado al “Gordo triste” que explica el aporte del último disco de Troilo.
Acaso los extremos se unan. Porque, así como hoy los artistas más exitosos y de los estilos más consumidos (reggaetón y urbano) lanzan simple a simple sus creaciones cada viernes en las plataformas musicales, el tango, casi siempre, compartió sus producciones a través de los también llamados “sencillos”. Y a pesar que dos de los más grandes de la música urbana argentina habían grabado juntos de mediados de los 50 a los 60, recién muy al final, en 1971, llegaría su disco consagratorio y muto: Te acordás Polaco? En realidad, llegó primero en 1968: Nuestro Buenos Aires. Un disco de tangos nuevos (casi no tuvo éxito) que hoy llamaríamos conceptual, con la ciudad como eje. Así, el verdadero desquite llegaría en 1971 con un plan en las antípodas: un repertorio de tangos de por lo menos tres décadas atrás. ¿El resultado? No pudo haber sido más perfectamente moderno.
A medio siglo de esta gema, ¿qué es lo que lo hace al álbum tan extraordinario? Ignacio Varchausky, músico y periodista especializado en tango, productor musical (discos de Leopoldo Federico, Julio Pane y Néstor Marconi, entre varios) y fundador de la Orquesta El Arranque, le cuenta a LA NACION: “Es un disco ‘vademécum’ para el cantor de tangos. Y que además cuenta tanto con arreglos de Argentino Galván, que escribe para Pichuco desde sus comienzos; de Raúl Garello, que aporta su modernidad contemporánea y hasta de Ástor Piazzolla. ¡Son tres generaciones de arregladores en un mismo disco! Goyeneche con su voz intachable, el sonido inspirado y clásico de Troilo y un repertorio invencible.
Lidia Borda, una de las mejores cantantes de tango de la actualidad, también se vio cautivada por el recuerdo. “Te acordás Polaco? es un disco que me vuelve a la memoria desde su portada. Tengo esa imagen cincelada a fuego, con que se nos graban las cosas cuando tenemos cinco o seis años. Y al re-escucharlo confirmo que sus sonidos también estaban grabados en mí corazón. Tengo vivo el recuerdo de ir cantando “Barrio de tango” cruzando las vías del tren, para ir de la mano de mí tía a la casa de mi papá, y lo había aprendido de ellos dos. Siempre pienso que Troilo escribía las melodías como si la voz que las fuera a cantar fuese un bandoneón... pero a la vez era un director de cantores nato. El Polaco era un rebelde. Y un creador. Ellos dos, y sobre todo en este disco, no eran tangueros: eran tango, puro y duro”.
“Tinta roja”, “En esta tarde gris”, “El bulín de la calle Ayacucho”, “Trenzas’' son algunas de sus clásicos. Y por supuesto, las notables de Troilo: “Sur’' (al fin una versión fuera del eclipse de la de Edmundo Rivero), “Barrio de tango”, “Una canción’' (la delicadeza de los arreglos de violines, viola y chelo tipo pizzicato de Ástor) o “Toda mi vida”. O sea: Troilo + Homero Manzi + Cátulo Castillo o + José María Contursi.
En el álgebra tanguera, Troilo es un coeficiente numérico único e irrepetible: siempre da igual a factores constantes de exquisitez. También está el arreglo de Garello para “Fueye”.
El vinilo original comenzaba con “Tinta roja’', pero por impericia o por error, la versión en CD y de plataformas digitales comienza con “Fueye”, clásico que firmaron Manzi y Charlo. Bienvenido pues el desliz: es un comienzo arrebatador, que se anuncia con el melodioso bandoneón de Troilo en una estructura de pregunta y respuesta en la que contesta el Polaco. Son apenas tres segundos hasta que empieza a cantar (desechando la estructura formal de la orquesta típica de una primera vuelta sólo instrumental, rasgo que, paradójicamente, una banda atípica de rock como Los Redonditos de Ricota adoptaría para sus canciones). “Cuando llegó… te oí reír / Cuando se fue, lloró tu son’'. Si la letra antes se refería a una mujer, a un amor perdido, a la nostalgia en sí; ahora el sonido, la voz y los arreglos parecen reinventar su poesía hasta convertirla en una maravilla de la abstracción o un misterio: ¿quién llegó? Y en todo caso: ¿por qué se fue?
Otra gema es “Toda mi vida”, en la que el Polaco, mucho antes de transformarse en el recitador de los años 80 por los embates de su vida, canta arlequinesco: “Es tan poco lo que falta / para irme… con la muerrrrte”. Arrastra las erre como aferrándose para no ser llevado al infierno y es (el parecido físico ayuda) un Vincent Price que canta tangos. Goyeneche, nuestro Joker de la música ciudadana: burlón, fatalista e incorregible.
El reciente ensayo Siempre estoy llegando – El legado de Aníbal Troilo, de los músicos y docentes Javier Cohen y Fernando Vicente, también hace a su aporte sobre este disco fundamental. Dividida su obra en capítulos sugerentemente llamados ‘’La alegría rítmica’', “La articulación distintiva”, “La reflexión armónica” y “La tristeza melódica”, y aciertan al tratar el disco en este último apartado, porque el disco se encuentra, al decir de los autores, entre la claridad melódica del fueye y la tristeza. “Es una especie de manual de cómo debe acompañarse a un cantor y, a la vez, de cómo debe cantarse el tango”. Según el libro, el disco cuenta con algunas de las mejores interpretaciones de toda la carrera de Goyeneche y de “su absoluta madurez”.
Ninguna portada de las versiones (CD, vinilo, digital o reedición) miente: se los ve, a Pichuco y a Troilo, como a dos amigos que se reencuentran antes del final, porque sería el último disco del bandoneonista. Y en su título, que no pertenece a ninguna canción, aún sobrevuela la pregunta ¿Qué rememorarían estos dos grandes compinches y maestros del tango? ¿El pasado, o la forma (un manual, una bitácora, un mapa) de un tango del futuro?
Acaso en las palabras del cantor Hernán ‘’Cucuza” Castiello, se cifre una posible respuesta 50 años después. “Está en el podio de mis tres discos favoritos de la historia –le cuenta a LA NACION-. Incluye todos clásicos, sí, pero también son clásicos porque este disco los potenció. Un álbum que, si me apuran es el resumen perfecto del cantor y el músico, sustancia y esencia de la yunta del tango. Y también es un disco que simboliza la promesa: cuando Troilo lo insta al Polaco, por su éxito, a hacerse solista, le jura que volverán a grabar juntos. Este disco también es aquella promesa de dos grandes amigos”.
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