A 30 años de la muerte de Kurt Cobain: el día que se enojaron con el público argentino y no tocaron su gran hit
La única visita de Nirvana a la Argentina estuvo marcada por la intolerancia de un sector del público para con Calamity Jane, la banda telonera que fue agredida; la decepción generalizada ante un deslucido y errático concierto del trío
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La expectativa era enorme. Nirvana, la banda del momento, la que lideraba los rankings del mundo de la mano de esa obra seminal llamada Nevermind, la que se apoderó de las radios y de MTV a través del himno generacional “Smells Like Teen Spirit” y la que todos querían ver y escuchar, arribaba a la Argentina en el cenit de su carrera, permitiéndole a los fans locales tomarle el pulso in situ al gran fenómeno musical de la década del noventa.
A pesar de algunos claros en las plateas, cerca de 40.000 personas se acercaron aquel 30 de octubre de 1992 al estadio de Vélez para vivir lo que a priori se esperaba sería una gran fiesta. La velada comenzó con el celebrado set de Los Brujos. A bordo de un beat desenfrenado, histérico e hiperkinético representado por hits como “Fin de semana salvaje” y “Kanishka”, la agrupación local logró un efecto poco usual para un número de apertura: gustar y generar aplausos entre un público que no veía la hora de estar cara a cara frente al trío capitaneado por Kurt Cobain.
Esa creciente combinación de impaciencia y ansiedad que partía de la audiencia, sumada a la aparición de un ignoto segundo artista soporte, se transformó en un cóctel por demás explosivo que empañó la noche entera y cuyas esquirlas perjudicaron sobremanera a Calamity Jane. Invitada especialmente por el propio Kurt Cobain para abrir los shows de su gira mundial, esta banda femenina oriunda de Portland irrumpió en el José Amalfitani con su abrasadora propuesta grunge, melodías difíciles de percibir por un sonido deficiente y un repertorio absolutamente desconocido para el público en general. Sin embargo, nada de ello justificaría lo que sobrevino después. De pronto, el escenario se pobló de monedas, basura, escupitajos y diversos objetos contundentes cubiertos por una catarata de insultos. Ante semejante panorama hostil el grupo dejó de tocar.
Algunos años después, en una entrevista exclusiva con LA NACION, Gilly Ann Hanner, la líder de Calamity Jane, recordaba: “Nos escupieron, nos tiraron con todo lo que tenían a mano, nos gritaban ‘putas’, nos mostraban el pene. Quizás de haber estado prevenida de cómo eran los recitales en Argentina lo hubiera tomado distinto, o pudo ser mi falta de experiencia, pero en ese momento mi única reacción fue la furia total”.
No obstante, ella y sus compañeras no se amilanaron y regresaron a escena para cumplir con su compromiso. Pero los salivazos, la basura y las latas que volaban por los aires iban en aumento. Esto provocó el enojo de Hanner, quien luego de tomar el micrófono para gritarle a los más revoltosos, destrozó su guitarra contra el piso y abandonó el escenario en medio de un estado que mezclaba llanto, bronca y frustración en idénticas dosis. Su hermana Megan siguió sus pasos y partió su bajo en el escenario. Joanna, también guitarrista, fue la última en bajarse: rescató algunas monedas del piso y se retiró para refugiarse en el sector de camarines.
Toda esta lamentable situación fue observada con detenimiento por la voz cantante de Nirvana quien, absolutamente ofuscado, amenazó con no salir a tocar y suspender el concierto. “Durante todo el set, la audiencia tiraba dinero y todo tipo de objetos de sus bolsillos; barro y piedras, simplemente arrojándolos. Finalmente, las chicas se echaron a llorar. Fue terrible, una de las peores cosas que vi en mi vida, tanta masa de sexismo a la vez”, recordó Cobain en Nirvana, the Chosen Rejects, el libro escrito por Kurt St. Thomas.
Convencido por su compañero Krist Novoselic, Cobain finalmente tomó su guitarra y aceptó salir a escena. Sin embargo, lo que siguió a continuación fue algo así como un boicot, una especie de “anti show” a modo de protesta por lo vivido por las Calamity Jane. En la obra mencionada algunos párrafos más arriba, el propio Cobain también se refirió a esa fatídica presentación: " El público no se dio cuenta de que estábamos protestando contra lo que habían hecho. Tocamos durante unos 40 minutos y la mayoría de las canciones estaban fuera del álbum Incesticide, por lo que no reconocieron nada. Terminamos tocando ‘Endless, Nameless’ que está al final de Nevermind, y como estábamos tan furiosos y tan enojados por toda esta situación, esa canción y todo el set fueron una de las mejores experiencias que tuve en mi vida”.
En efecto, la esperada performance de Nirvana en Argentina estuvo caracterizada por la profunda frustración de muchos que se acercaron a Liniers con el deseo de disfrutar de la banda del momento y, por el accionar de un puñado de intolerantes, regresaron a sus casas sumidos en una honda decepción.
Las prolongadas pausas y marcadas desprolijidades entre tema y tema, una exasperante falta de comunicación del trío de Seattle con la audiencia y la total ausencia de pantallas de video para los que se encontraban más alejados del escenario convergieron en un perspectiva altamente desfavorable a la hora del balance. Como si eso no fuera suficiente y en línea con su postura de reproche ante los desgraciados sucesos sufridos por el grupo invitado, Nirvana lanzó su “estocada” final: tras algunos amagues y en una decisión “imperdonable” de acuerdo a varias reseñas de la época, Cobain, Novoselic y Dave Grohl optaron por dejar afuera de su lista de temas a “Smells Like Teen Spirit”, el gran hit que todos ansiaban escuchar en vivo.
Más allá de la enumeración de estos detalles, del espíritu under y de la sencillez que desgranó en escena, el saldo de la visita de Nirvana al país no fue del todo negativo. El costado favorable se apoyó fundamentalmente sobre la buena recepción de la áspera vocalización de Kurt Cobain, la excelencia de temas como “Come As You Are”, “Lithium”, “Lounge Act”, “In Bloom”, “Breed” y “Polly” y la corrección del sonido.
La sorpresiva noticia del suicidio de Cobain, ocurrido el 5 de abril de 1994 (hace ya 30 años), frustró una nueva y quizás reivindicadora visita de Nirvana al país. De todas maneras, sobre el escenario de Vélez la banda se mostró tal como era: una fiel, desprolija y caótica abanderada del grunge muy poco acostumbrada y mucho menos adepta al reconocimiento masivo y a los conciertos en grandes estadios.
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