30 años de Definitely Maybe, el debut de Oasis: de la condición que puso Noel Gallagher para ingresar a la banda a la muerte de Kurt Cobain
En medio de la nueva “Oasismanía”, hoy se cumplen 30 años de la salida del primer álbum del cuarteto de Manchester; el viaje a Glasgow con destino de contrato discográfico y las curiosidades de la grabación y del arte de tapa
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“Vivo la vida en la ciudad, no hay una salida fácil”. A solo veintiocho segundos de su comienzo, Definitely Maybe, el álbum debut de Oasis, parece anticipar lo que sucederá en los 51 minutos restantes, y también el plan maestro que sus intérpretes tenían entre manos.
“Rock ‘n’ Roll Star”, el tema encargado de dar el puntapié inicial es pura declaración de principios: con una pared de guitarras zumbantes de fondo, Liam Gallagher arrastra las palabras para ponerle la voz a una letra escrita por su hermano Noel, en la que queda claro que desde el vamos en Oasis había una mezcla de frustración ante un horizonte chato y una voracidad apabullante, una necesidad de alcanzar la grandeza y dejar atrás a una ciudad que parecía plantarse como un obstáculo para la materialización de sus sueños. ¿Quién puede animarse a que el primer estribillo del primer tema de su primer disco repita “Esta noche soy una estrella de rock and roll” una y otra vez? Solo alguien que cree que merece serlo y que hará todo lo que sea necesario para llevarlo a cabo.
Aunque el tiempo lo posicionaría como el líder de facto del grupo, Noel Gallagher fue el último en sumarse a Oasis, la banda que su hermano menor Liam había fundado en 1991 con tres amigos: el guitarrista Paul “Bonehead” Arthurs, el bajista Paul “Guigsy” McGuigan y el baterista Tony McCarroll. Noel se incorporó al grupo con la condición de tener a su disposición el control creativo total e invirtió los años siguientes en pulir su repertorio hasta llegar a lo que creía su versión definitiva. Con el tiempo, Noel entendería su propio plan maestro: sin saberlo, en esos primeros pasos al frente de la banda daría forma al cancionero de Oasis para sus tres primeros discos.
Convertidos en un fenómeno creciente gracias al boca en boca, el 31 de mayo de 1993 los cinco músicos de Oasis juntaron el dinero mínimo e indispensable, se subieron a una camioneta y manejaron hasta Glasgow, con la sala King Tut’s Wah Wah Hut como destino final. La elección no era azarosa, ya que la banda sabía que en la fecha que se llevaría a cabo estaría presente en la sala Alan McGee, el dueño del sello independiente Creation Records. Los músicos llegaron al lugar sin invitación y a fuerza de insistencia consiguieron que se les dieran unos veinte minutos de escenario, un tiempo más que suficiente para volverse a Manchester con un contrato discográfico firmado.
A finales de ese año, Oasis se instaló en los estudios Monnow Valley junto a Dave Batchelor, un productor experimentado a quien Noel conocía de sus días como plomo de Inspiral Carpets. Las credenciales de Batchelor eran suficientes para que el resultado fuera más que noble, pero no hubo caso: lo que se había plasmado en la cinta estaba lejos de hacerle justicia al sonido del grupo en vivo. Con un poco frugal costo de 800 libras por jornada, la banda empezó a entrar en pánico. Batchelor fue despedido y Noel Gallagher comenzó a llevar la grabación a varios estudios para ver si era posible salvarlo en postproducción, pero solo la canción “Slide Away” estuvo en condiciones de ser restaurada.
En enero de 1994, el grupo se instaló en Sawmills, un estudio nuevo con otro aliado de Noel, Mark Coyle, a cargo de la producción, pero tampoco parecía haber algo que satisficiera por completo a la banda. Esta vez, las cartas estaban echadas: sin tiempo ni presupuesto de más, ese material debía terminar en un disco de una u otra manera. Sin muchas esperanzas, el sello entregó las cintas al ingeniero Owen Morris, que se encargó de desmalezar la grabación y, al mismo tiempo, de engrosar su sonido y resaltar su desprolijidad, un vendaval sonoro que se abría paso sin pedir permiso. Un disco que parecía destinado a no materializarse, de repente había encontrado su forma definitiva.
Algo similar ocurrió con su primer single. La banda había entrado a estudios para grabar lo que iba a ser su simple debut, “Bring It On Down”, una canción que en vivo sonaba abrasiva y poderosa, pero que bajada a cinta parecía no hacer justicia con ese carácter imponente. En ese instante, Noel Gallagher tuvo una revelación: se fue a un patio interno del lugar con una guitarra y menos de una hora después volvió con “Supersonic”, la carta de presentación de Oasis. El tema vio la luz el 11 de abril de 1994, tan solo una semana después de la muerte de Kurt Cobain, y para muchos fue un acto simbólico muy fuerte, en el que una banda inglesa aparecía destinada a volver a dominar el mercado después de años en que Estados Unidos llevase la voz cantante.
¿Y qué tenía Oasis para ofrecer? Una mezcla de referencias bastante fáciles de distinguir, pero que puestas en conjunto daban como resultado algo único. Había un claro melodismo beatle, una influencia que ninguno de los dos hermanos Gallagher jamás ocultó; estaba también un componente rábido heredado de los Sex Pistols, reconocible en la displicencia con la que Liam arrastraba las palabras al cantar, todo coronado con una arrogancia a prueba de balas heredada de The Stone Roses, la última gran banda de Manchester. La necesidad de trascendencia quedó plasmada en su segundo single, “Live Forever”. Así como el grunge veía el mundo a través de un prisma de tintes plomizos, en la otra orilla del océano Atlántico, Oasis no pensaba en la idea de lo que ocurre después de la muerte, sino en la prolongación eterna de la vida terrenal. ¿Y pensaba hacerlo a través de una vida penitente y de sacrificios? El siguiente simple, “Cigarettes & Alcohol”, se encargó de sugerir lo contrario.
Al momento de pensar el arte de tapa para Definitely Maybe, Noel Gallagher pensó en tomar prestada una idea de The Beatles y replicar una foto del grupo que aparece en la contratapa del compilado a A Collection of Beatles Oldies, en la que los cuatro músicos aparecen sentados a la mesa en una habitación. Había un inconveniente: la sesión iba a ser en la casa del guitarrista Bonehead y, cuando llegó al lugar, el fotógrafo Michael Spencer Jones notó que no sería posible hacer la toma ahí, ya que era un espacio muy reducido y mal iluminado. Al girar 180 grados desde donde estaba parado, Spencer Jones miró hacia el living del lugar y entendió que ese era el único espacio posible, salvo que cambiaran de locación. Para la foto, los cinco músicos ocuparon cada uno un lugar distinto: el dueño de casa eligió una poltrona al fondo, con McGuigan parado a su lado; el baterista McCarroll se sentó de espaldas en el piso mirando a una TV y Noel Gallagher se ubicó en un sillón de dos cuerpos con su guitarra acústica. La imagen está dominada por la presencia de su hermano menor, acostado en el piso con las manos en el pecho, como un faraón de barrio obrero.
Había en la imagen también varios elementos que eran parte del imaginario del grupo, desde copas de vino y cigarrillos Benson & Hedges a una foto de Burt Bacharach en un lugar privilegiado. En la tele que mira McCarroll se proyecta El bueno, el malo y el feo, una de las películas favoritas de Gallagher, y hay también espacio para la militancia futbolística. Ya en su primer disco, ambos hermanos decidieron rendir homenaje al club de sus amores y ubicaron un portarretratos con una foto de Rodney Marsh, vieja gloria del Manchester City, pero como se encontraban en la casa de un ávido fanático de su equipo rival, hay también una imagen de George Best, héroe del Manchester United, y también representante del estilo de vida que la banda parecía convertir en su bandera. Sobre el ángulo superior derecho, un globo terráqueo en pleno movimiento, el mapa ideal para su futura dominación global.
Y así como The Stone Roses había sido la banda que los incentivó para crear la propia, no tardarían en conquistarle el terreno. El grupo liderado por John Squire e Ian Brown se tomó cinco años para grabar su segundo álbum, y lo que tuvo para ofrecerle al mundo fue un disco desorientado, desparejo y completamente lejano al magnetismo inmediato que inspiraba su debut homónimo. En consecuencia, cuando Definitely Maybe llegó a las bateas el 29 de agosto de 1994, funcionó como un paso de mando imposible de negociar: la voz de la juventud había pasado a ser otra.
Aún cuando rompió todos los récords posibles al momento de su publicación al punto de volverse en el álbum debut de más rápida venta en la historia de la música británica en ese momento, nada parecía presagiar todo lo que vendría tan solo un año después de su lanzamiento, con su siguiente disco. Definitely Maybe es el retrato de un momento fugaz en la historia de Oasis, con un terreno todavía a punto de ser conquistado, pero a una escala que nunca más habitaría. Treinta años después, sus canciones siguen sonando tan frescas como en 1994, un poco por la ambición que emana cada compás, otro tanto porque ni la realidad más hostil puede con un arsenal de estribillos que exigen sonar a volumen 11 y cantarse hasta romper la voz.
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