Adentro de la jornada en la que la ex banda de Andrés Ciro registró “Agua” en los estudios Del Cielito
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En 1998, después del éxito de Tercer Arco con temas como “El Farolito”, “Verano del 92” y “Maradó”, Los Piojos decidieron parir el disco más experimental de su carrera: Azul. Pensado con un hilo conceptual, el álbum amplió el espectro sonoro de la banda e incursionó en nuevos ritmos como el afrobeat, iyesá y yoruba, contagiado por la batería y percusión de Daniel Buira, un fanático de Fela Kuti que supo adoptar sus cadencias. Grabado entre febrero y marzo en los estudios Del Cielito, bajo la producción de Alfredo Toth, este material sumó dos nuevos clásicos al repertorio piojoso (“El balneario de los doctores crotos” y “Desde lejos no se ve”) y tuvo como leitmotiv el tema “Agua”, cantado por un coro de 30 chicos de entre 10 y 12 años del colegio San Felipe Neri de Mataderos. La agrupación se llamaba Chiquicanto, dirigida por la profesora de música Graciela Ducau, que ya había grabado “Brilla” con Manuel Wirtz en 1994 y en un disco homenaje a María Elena Walsh en 1997.
“Me llamó el manager de Los Piojos (Pocho Rocca) y yo, por el nombre, creí que eran de un jardín de infantes. Yo me dedico a la música clásica, toco la mandolina, nada que ver”, se ríe Ducau hoy, al recordar cómo se dio la unión. “Indagué un poco sobre la historia de la banda, a ver qué tipo de canciones hacían, para cuidar a los chicos. Había algo de falopa en las letras, pero bastante solapado. Así que junté a los padres, porque eran todos menores de edad, les conté la propuesta y aceptaron que los llevara en micro al estudio.”
El nexo entre ambas partes había sido Juan “Pollo” Raffo, arreglador del disco (cuerdas, vientos y, obviamente, coros), que venía de trabajar con Wirtz. “Agua” fue escrita por Andrés Ciro y ya había sido estrenada el año anterior en vivo, pero sin el coro todavía. “Al ser una canción ecológica, querían incluir a las generaciones del futuro. Ahí cerraba el concepto”, piensa Raffo. Y también estaba el significado de pureza que simbolizaban los chicos. “Cuando Andrés trajo la letra, nos pareció una genialidad absoluta, algo totalmente nuevo para el grupo. Te abría a un montón de situaciones y pensamientos, desde el más oscuro hasta el más claro. Te hacía enamorar del agua”, agrega Buira. “Me impactó tanto la letra que decidí tocar la base del tema con un palito y con la mano, algo casi ridículo. Así quedó grabado.” Reivindicando sus raíces stone, el tema funcionó como una cruza entre “Sympathy for the Devil” y “The Wall”, con unos versos tan conmovedores que terminaron bautizando al disco (“la Tierra es Tierra de color AZUL”).
Ducau hace hincapié en que siempre apostó más por la expresividad de las voces que por la afinación. Eso les predicó siempre a sus alumnos. Los chicos –todos de primaria– hoy son unos treintañeros que recuerdan con cariño e inocencia esa sesión de grabación en la mítica quinta de Parque Leloir, entre galletitas, gaseosas, metegoles, partidos de ping-pong, firma de autógrafos y fotos con los músicos, que los trataban de entretener con chistes y morisquetas. “Estábamos todos súper nerviosos y emocionados a la vez: estar ahí era algo soñado para un coro barrial. Y me acuerdo que Ciro nos hacía payasadas para que nos riéramos, bailaba con Tavo (Kupinski) y hacían pasos graciosos para que se nos fuera el miedo y nos soltáramos a la hora de cantar”, evoca Paula Rodríguez, integrante de Chiquicanto que estuvo en la jornada en Del Cielito. “. Romina Laterza, otra de las participantes, aporta: “La cara de sorpresa de todos alrededor de la consola escuchando nuestras voces grabadas no me la olvido más. La habremos escuchado unas 10 veces seguidas cuando la terminamos. Hoy soy fanática de Ciro y los Persas... pero en aquel momento me gustaba más Emanuel Ortega”.
Azul salió a la venta el 4 de mayo de 1998 y dos semanas después, la banda presentó el disco en vivo en dos fechas en el Parque Sarmiento. Los chicos tenían que lucirse recién en el estribillo, pero apenas salieron a escena, el público los reconoció y empezó a corear el tema. “Nos bajaron del micro con gente de seguridad como si fuésemos estrellas de rock. ¡Imaginate ese recuerdo en la cabeza de un nene de 11 años!”, explica Florencia Bernardez, otra de las coristas. “Yo, como era una de las más petisas, estaba delante de todo, al lado de Tavo. Cuando subimos al escenario, se nos acercó a saludarnos y nos dijo: ‘Disfruten esto’”. Y la directora completa: “Ese primer show fue muy intenso para los pibes, no se lo olvidan más. El volumen era tan alto que en el segundo recital cantaron con algodones en los oídos, y yo pensaba: ‘¡espero que no desafinen!’”.
La canción tomó tanta relevancia que formó parte de la seguidilla de shows en Obras Sanitarias del año siguiente, registrados en un disco en vivo, Ritual, que también le debe su nombre a una franse de “Agua” (“Amanecer, desnuda en tu ritual”); el último escalón antes de convertirse en una banda netamente de estadios.
Video: Gentileza Graciela Ducau