(1950-2017) Walter Becker: el guitarrista influyente del sonido perfecto
"Cuando voy a un estudio que no conozco, pongo el disco Aja para ver cómo suenan los equipos", le dijo Ed Motta a LA NACION en 2013, cuando se encontraba en plena etapa de audiofilia. De esa manera, el músico brasileño resumía uno de los grandes aportes de Steely Dan, grupo formado en 1972 en Nueva York por Donald Fagen y Walter Becker, que murió ayer, a los 67 años, por causas aún desconocidas. En una notable seguidilla de seis discos grabados en años consecutivos, Steely Dan alcanzó un sonido tan cristalino que 40 años después continúa definiendo los estándares de la grabación moderna.
Nacido el 20 de febrero de 1950 en Queens (Nueva York), Walter Carl Becker dio sus primeros pasos en el mundo de la música como saxofonista hasta que se cambió a la guitarra, en parte influido por su vecino Randy Wolfe, futuro miembro de Jimi James and the Blue Flames, la primera banda de Jimi Hendrix. En 1968, Becker conoció a Donald Fagen en la universidad de Bard y tres años después se mudaron a California, donde sumarían músicos locales para formar Steely Dan.
Primero como bajista y después como guitarrista, siempre como cocompositor, Becker desarrolló un estilo capaz de hacer confluir el rock, el blues, el country y el jazz en un sonido apto para las masas. En años dominados por el rock progresivo y el proto punk, sus arreglos eran más estiletazos de buen gusto que demostraciones de virtuosismo o enjundia. Desde la pulcritud de su sonido, Steely Dan parecía desviar la atención de letras sórdidas que podían hablar, con total amabilidad, sobre consumo drogas, crímenes, apuestas ilegales o pornografía.
Entre 1972 y 1977, Steely Dan editó Can't Buy a Thrill, Countdown to Ecstasy, Pretzel Logic, Katy Lied, The Royal Scam y Aja, seis discos imprescindibles que sentaron las bases del soft rock que más tarde bandas como Toto, Journey o Foreigner llevarían definitivamente a las radios de rock clásico. Así, de la mano de discos aclamados por la crítica y hits radiales, Becker se volvió referencia ineludible para guitarristas de todo el mundo, que veían en él una suerte de antítesis del guitar hero en los años post-Hendrix. El Spinetta de Only Love Can Sustain y Spinetta Jade reflejaría de manera más cabal el eco local que tuvieron las grabaciones de la sociedad Fagen-Becker.
A partir de 1978, sin embargo, las cosas se volvieron oscuras para Becker cuando el dúo volvió a residir en Nueva York. Preso de una fuerte adicción a las drogas, se vio involucrado en la muerte por sobredosis de su novia Karen Roberta Stanley, aunque luego se lo encontró inocente. En el medio, él y su compañero de toda la vida parecían desbordados ante la presión de la discográfica por terminar su nuevo disco de estudio, Gaucho, que saldría a la venta recién en 1980, y terminaría por desarmar Steely Dan hasta 1993.
Después de exiliarse en Maui, Hawai, para recuperarse de su adicción, Becker se reintegró a la industria de la música, pero esta vez detrás de las consolas. Su figura, un emblema de cómo aprovechar al máximo las posibilidades de estudio, comenzó a ser solicitada por músicos y sellos ávidos de hits. Desde la cantante Ricky Lee Jones hasta los noruegos Fra Lipp Lippi se valieron de sus servicios para llegar a la alta rotación. Ya en la década del 90, Becker y Fagen resucitaron Steely Dan para volver a girar juntos. Editado en 2000, Two Against Nature, cuyo título funciona como un eslogan perfecto para el regreso, fue su primer trabajo de estudio luego de dos décadas. Como si el tiempo no hubiese pasado, el disco ganó cinco Grammy, incluyendo Mejor Ingeniería de Sonido y Álbum del Año, desplazando a gigantes modernos como The Marshall Mathers LP, de Eminem, y Kid A, de Radiohead. El dúo que pergeñó el sonido perfecto en la década del 70 lo había vuelto a hacer, en el nuevo siglo y con las mismas herramientas. Porque ya lo dijo el cantor: 20 años no es nada.