Elenco de sólidas voces
El barbero de sevilla, ópera bufa en dos actos de Gioachino Rossini/ Libreto: Cesare Sterbini/ Dirección de orquesta y coro: Miguel Ángel Gómez Martínez/ Dirección de escena y coreografía: Mauricio Wainrot/ Diseño de escenografía: Graciela Galán/ En el Teatro Colón.
Nuestra opinión: buena
En el primer momento de la acción, y luego de una pálida versión de la famosa obertura que en italiano se denominó "sinfonía", se recibió un impacto visual de ninguna manera imaginado por el compositor, producto de un boceto escenográfico y un diseño de los vestuarios creados por Graciela Galán, pero con el aparente criterio de que se observara a los personajes con nitidez aún ubicados en un lugar o calle al aire libre y nocturnal, o en casonas con salas de una época con iluminación a velas. En compensación se sumó como rasgo positivo la elección de los coloridos de esa iluminación y el de las telas de los vestuarios. La famosa obertura de Rossini fue escenificada con una procesión religiosa de dudoso gusto donde supuestamente se conocen Rosina y el Conde.
Sin embargo, en relación con el elenco y la versión del director Miguel Ángel Gómez Martínez, el resultado se escuchó poco matizado en las intensidades y con pasajes instrumentales desarticulados. Llamó la atención la apatía expresiva de la batuta así como la ausencia de esa liviandad y discurrir del entramado sinfónico, como el andar de una burbuja de jabón, tan distintivo del estilo rossiniano. Asimismo llamó la atención el coro, que en la primera función tuvo una actuación desarticulada y vacilante, tanto en los aspectos rítmicos como en la afinación, problema que seguramente fue consecuencia de la apatía proveniente desde el foso orquestal.
En relación al elenco, el personaje del barbero de la ciudad fue encarnado con tino por el italiano Mario Cassi. La mezzosoprano italiana Marina Comparato personificó con soltura a Rosina, que no bien hace su aparición afronta la gran aria "Una voce poco fa". El tenor lírico platense Juan Francisco Gatell dio vida al conde de Almaviva, acaso uno de los personajes más comprometidos de su cuerda; actuó con prestancia y la sobriedad requerida, logrando sin esfuerzo alguno, y en todas sus intervenciones, elegantes fraseos y cabal demostración de sabiduría en la administración del aire.
Otros puntales de la versión fueron el bajo italiano Carlo Lepore, quien dio vida a un Don Bartolo mucho menos caricaturesco que el que ha marcado cierta tradición de bajos cómicos bufos un tanto desorbitados para nuestro tiempo y el bajo Marco Spotti, que no logró una caracterización risueña de Don Basilio, aunque dejó escuchar una voz de atractivo timbre y buena potencia. Por su parte fueron acertados Fernando Grassi como Fiorello, de buena voz, y Patricia González como Berta, correcta y quien padeció una pobre escena de la tormenta y la presencia de un personaje ridículo que no fue imaginado por los autores ni vale la pena identificar.
Los aportes del talentoso Mauricio Wainrot, quien creó múltiples ideas para un espectáculo de gran movilidad y colorido, fundamentan la esperanza de futuros logros en el terreno del arte lírico.
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