"No toqué ni una sola guitarra para hacer esto", le dijo Gustavo Cerati a Gonzalo Córdoba cuando le hizo escuchar los demos de Fuerza natural, su último disco, que hoy cumple diez años. Era una tarde de octubre de 2008, y el ex líder de Soda Stereo había convocado al ex guitarrista de Suárez a su estudio de Vicente López, Unísono, para que lo ayude a definir cómo iba a tocar con instrumentos las maquetas que había armado con el programa Ableton Live en su computadora. "En ese primer demo estaba todo: la forma de los temas, las intenciones que tenía", dice Córdoba. "Gustavo era un genio de la tecnología".
Después del éxito demoledor que Cerati tuvo con su disco Ahí vamos (2006) y el regreso de Soda Stereo en 2007, sentía que se había sacado un peso de encima respecto a su carrera solista. Estaba relajado y tenía ganas de explorar nuevo horizontes lejos del sonido eléctrico con el que había empezado su carrera y que había retomado en esos años. En el verano de 2008 se fue de vacaciones durante dos meses a Uruguay, y cuando volvió a Buenos Aires, se refugió en su estudio a escuchar música sin ninguna meta durante seis, siete horas por día. "Estaba bastante con Tom Petty me acuerdo y mucho rock nacional de los 70 como La Pesada del Rock And Roll", cuenta Adrián Taverna, amigo de Cerati y su sonidista desde Soda Stereo.
Entre junio y julio de ese año, creó más de 25 tracks con nombres como "Hyatt", "Orbis" y "Diska" usando samples de los temas que venía escuchando. Para "Hyatt", que luego pasaría a ser "Fuerza natural", usó el punteo de guitarra del comienzo de "John Barleycorn Must Die" de Traffic y algunas notas de la guitarra principal de "Same Old Blues" de Captain Beefheart & His Magic Band, que intervino cambiándole el tono.
Con los demos listos y la idea de hacer un disco psicodélico que fuera un viaje de principio a fin, Cerati llamó a Richard Coleman para que lo ayudara con las letras, que era lo que más le costaba hacer. Coleman se puso a investigar y armó un tomo con todo lo que encontró sobre el glosario clave de la psicodelia y sus artistas. Tradujo canciones de Jimi Hendrix y Syd Barrett y recopiló poemas de Robert Creeley, entre otros autores. "Encontré que de lo que se hablaba era de los planetas, el mundo subacuático, animales, flores y niños", dice Coleman. "Con esa cosmovisión se podía decir otra cosa, algo actual, pero que sonara psicodélico".
Mientras Coleman escribía, Cerati le pasó los demos a los músicos Leandro Fresco -teclado-, Fernando Nalé -bajo- Fernando Samalea -batería-, que habían sido parte de su disco anterior, a su amiga Anita Álvarez de Toledo para los coros y a Gonzalo Córdoba -guitarra-. En noviembre reunió a todos en Unísono junto con el productor e ingeniero Héctor Castillo -que trabajó con artistas como David Bowie, Lou Reed y Björk, y estaba a cargo de la coproducción y la mezcla-, para empezar con la grabación. "De los más de 25 temas, bajamos a 19 y luego a 14", dice Castillo. "De mi parte había una intención de que todos los sonidos fueran atemporales, que tuvieran cosas de modernidad pero también vintage, que era lo que te daban los samples".
Las sesiones, a las que se sumaron para algunos temas Lucas Martí y "Bolsa" González en batería, Alejandro y Chistian Terán en vientos y saxos, Santiago Castellani en trombón y Miguel Tallatira en trompeta, empezaban cerca del mediodía y duraban mínimo hasta las nueve de la noche. "Almorzábamos ahí, cenábamos ahí, la banda estaba reunida siempre, aunque a alguno no le tocara grabar ese día. A él le gustaba que estuviéramos todos, se sentía contenido en un punto", dice Fresco. En ese clima familiar fue que primero se grabaron las bases: baterías, bajos y guitarras. "Vivíamos en el estudio, fue espectacular", dice Anita Álvarez de Toledo. "Gustavo tenía una energía desbordante, no paraba. Tenía muy claro cómo quería que sonase todo".
Para Fuerza natural, Cerati trabajó más que en sus discos anteriores. Se detenía el tiempo que creía necesario, así fuera toda la noche, hasta lograr llevar adelante la idea que tenía en su cabeza para cada canción. "Yo nunca vi a nadie trabajar de esa manera, tan obsesivo, perfeccionista, incansable de la concentración", dice Córdoba, que recuerda que durante el momento de ejecutar el riff de "Fuerza natural", "el quía" -como le siguen diciendo con afecto sus colaboradores- estuvo entre seis y ocho horas para que suene como está en el disco. "Son tres acordes, pero probamos diferentes posiciones, guitarras, amplificadores y pedales hasta que quedó como quería".
Cuando llegó el verano, Cerati detuvo las grabaciones y viajó a su casa de José Ignacio en Uruguay para tomarse un descanso y seguir trabajando en las letras. En una fiesta, Córdoba le presentó al cantante y compositor Adrián Paoletti y terminó invitándolo a colaborar en su nuevo proyecto. Córdoba le pasó un CD con los demos a Paoletti, que empezó a escucharlos en la casa que alquilaba en Piriápolis. "Me pasaba cuatro horas encerrado en el auto frente al mar con un block de notas", dice. "Yo tenía que pensar ideas en función del imaginario de Gustavo, así que volví a escuchar todos sus discos solistas, haciendo hincapié en la letra y hasta estudié la métrica su fraseo. Cuántas palabras metía por oración cuando cantaba y cosas así", cuenta Paoletti. A partir de esos experimentos, escribió una letra para cada track, de las cuales Cerati tomó algunas frases como "sin secretos no hay amor" de "Magia", o "en alambrados como pentagramas" de "Amor sin rodeos".
En marzo, Cerati viajó a Nueva York junto a Castillo para sumar algunas grabaciones en los estudios Stratosphere Sound y Looking Glass. Un mes después, las sesiones continuaron en Unísono. Cerati llamó a Coleman para que sume su guitarra en algunos temas y como siempre, dejó para el final las voces, que se grabaron una vez que terminó las letras con los aportes de Paoletti, Coleman y algunos textos de su hijo Benito -quién escribió la frase "fuerza natural", del tema que le dio nombre al disco-. "Él se quejaba todo el tiempo de que se le hacían difíciles las letras", afirma Fresco". "Pero creo que acá llegó a un nivel de síntesis y de poesía tremendos". "Era la única cosa en la que él se autolimitaba", agrega Taverna. "Lo que más le preocupaba era la sonoridad de las palabras, lo que lo hacía muy crítico con lo que escribía".
Luego de un largo proceso de mezcla, para junio el disco ya estaba terminado. "Estaba mezclando algún tema y lo tenía respirando al lado", afirma Castillo entre risas. "Le dije 'brother dejame cinco minutos para seguir explorando yo'. Quizás se enojaba, pero entendía. Lo tuve que echar de su propia sala".
El resultado fue disco clásico, atemporal, considerado por muchos como la su obra maestra y la cumbre definitiva del estilo ceratiano. Un sonido híbrido entre folk, rock progresivo, programaciones espaciales y capas de guitarras acústicas, teñido por el aura intergaláctica de la cosmovisión de Cerati. "A diez años sigo pensando que no tiene punto flojo", afirma Taverna. "Es lo mejor que hizo Gustavo", asegura Coleman. "Está al nivel de The Dark Side of The Moon de Pink Floyd. No hay otro disco del rock nacional que llegue a esto".
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