Música para rendir tributo a la familia
De visita en el país, el pianista Federico Lechner presentará pasado mañana un álbum atravesado por la historia de su familia
Parado en el centro del foyer del Teatro Colón, el pianista y compositor Federico Lechner hace un paneo de 180 grados con la vista y se detiene un instante en la puerta. ¿Cuántas veces la habrá cruzado Jorge, su padre?
Miembro de una familia de pianistas (padre de Karin, Federico y Constanza, abuelo de la famosa y virtuosa chiquilina Natasha, la de la película La calle de los pianistas), Jorge fue maestro preparador de ópera. Trabajó en el Colón durante un par de décadas hasta que enfermó y murió en 1979. Cinco años después, Federico se instaló en España. En la primavera democrática, su mamá consiguió un cargo en el área de Cultura de la embajada de la Argentina en España. Partieron hacia Madrid y allí se quedaron. "Mi padre tocaba muy bien el piano. Le gustaban las Escenas infantiles (Kinderszenen), de Schumann. Lo sé, no porque lo recuerde, ya que él murió cuando yo tenía 5 años, sino por las grabaciones que he escuchado. Y cómo ensayaba las óperas con los cantantes, tengo fotos donde estoy, siendo bebe, en mi casa, en brazos de Plácido Domingo, por ejemplo. En los últimos años comenzó a dirigir orquestas, acá y en el Teatro Argentino de La Plata", dice Federico, ahora frente al pocillo de un cortado.
La historia de Jorge Lechner comienza en épocas en las que el nazismo avanzaba por Europa. Sus padres de origen polaco se mudaron a Praga porque en Polonia los judíos no podían ir a la universidad. "Con la invasión a Checoslovaquia surgió un proyecto muy interesante del inglés Nicholas Winton, el kindertransport, por el que familias inglesas adoptaban a niños judíos en el momento álgido del conflicto. Mis abuelos pusieron a mi papá, de 6 años, y a mi tía Hanna, de 8, en un tren sin saber si los volverían a ver ", relata el pianista. Winton, que salvó a 669 chicos judíos, falleció el 1° de julio pasado, a los 106 años.
La historia tiene final feliz. Los abuelos de Federico consiguieron viajar a la Argentina. Primero se instalaron en Mendoza gracias a un familiar que vivía allí y les mandó un visado. Después se mudaron a Junín, y, un año después, consiguieron que sus hijos, que estaban al cuidado de una mujer inglesa, viajaran en barco a la Argentina. "Hay un documental muy lindo, En brazos de extraños, que cuenta estas historias."
Solo y acompañado
Antes de que se encienda el grabador para esta entrevista, la historia de su padre Federico ya atravesó por lo menos tres temas de su nuevo disco, de solo piano. "De lugares y personas extrañas" (una de las escenas infantiles de Schumann que eligió para abrir el disco), "Blues for Winton" y "Vltava" (por el río que atraviesa Praga). También hay temas como "Sus ojos se cerraron", que cierra el disco como una especie de réquiem.
El CD se llama Cartas a mi padre y, probablemente, sea el modo que Federico tiene para referirse a Jorge y, también, una manera de contarle a su padre quién es hoy. "Yo digo que soy músico de jazz porque ése es el tratamiento que le doy a lo que toco. Los temas -tantos los propios como lo que llevan las firmas de Schumann, Charly Parker o Gardel y Le Pera- están ahí porque me gustan. No pensé en una unidad temática, hay temas como «Histeria», que compuse a los 17, cuando estudiaba jazz, y «Milongasonga», más actual, que es algo muy distinto", aclara.
Federico vivió en la Argentina hasta los 10. Lleva 30 en Madrid, ahí armó su familia y su música. En su currículum figuran trabajos como pianista, arreglador y director musical, con los artistas más variados: desde Los Toreros Muertos, Miguel Ríos, Ariel Rot, Ismael Serrano y Javier Ruibal hasta los de extracción jazzera, como Chano Domínguez, Perico Sambeat, Javier Colina, Jerry González y el armoniquista rosarino tanguero-folklórico-jazzero Franco Luciani, con quien tiene dos excelente discos grabados. De hecho, esta nueva visita a Buenos Aires tendrá además de la presentación de su disco de piano solo (pasado mañana, en Bebop), algunos conciertos con Franco.
-¿Discos como el de piano solo o los que grabaste con Luciani son una manera de repatriarte?
-Siempre estuve muy vinculado. Mucho antes de este proyecto, cuando venía de adolescentes a visitar a mis abuelos me encontraba con músicos, iba a las jam sessions. Siempre me interesó lo que pasaba acá. Ahora mis viajes son más profesionales que familiares. Estoy la mitad del tiempo fuera de casa. En lo que va de 2015 ya tomé 33 aviones, entre mi trabajo solista, con el grupo Patax y con el proyecto Rojo Tango del barítono Erwin Schrott.
-¿Y hay tiempo para encontrarse con el resto de la familia de pianistas?
-Karin [hermana de Federico sólo por parte de su padre] siempre vivió en lugares diferentes. Primero en Inglaterra, luego en Bélgica. Pero somos muy unidos. Una costumbre de los últimos tiempos es irnos de vacaciones con nuestros hijos. Karin tiene una hija, yo dos y Constanza también dos. En julio nos fuimos 10 días a Canarias.
Cartas a mi padre
El nuevo CD de Federico Lechner
Bebop, Moreno 364.
Pasado mañana, a las 21.
Entrada: $ 130.
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