Café Tacvba: cambiar la realidad bailando
El grupo más importante del rock latino dio un concierto en LA NACION, abriendo el ciclo Música en la Redacción; una experiencia inédita y audiovisual que todos los meses contará con un artista invitado de lujo
Sólo algunas noticias lograron paralizar la Redacción de LA NACION en estos últimos años. La final del último Mundial, la elección del papa Francisco, el reencuentro de Estela Carlotto con su nieto Guido, la muerte de Néstor Kirchner, la tragedia de Cromañón, el ataque a las Torres Gemelas, el atentado a la embajada de Israel y, como señala un antiguo secretario de Redacción, el partido de Los Pumas frente a Gales en el 99.
La lista podría seguir, pero no hay que irse demasiado atrás. Desde las 11 de la mañana, la rutina y el estado de ánimo de los periodistas están alterados. No es un día habitual. La llegada de Café Tacvba, la banda más importante del rock latino, que tocará en el diario abriendo el ciclo Música en la Redacción, resulta una experiencia inédita y vibrante.
El clima es una mezcla de revuelo -gente de técnica que corre de un lado a otro tirando cables, acomodando instrumentos, corriendo escritorios, montando luces, sonido y cámaras- con esa sensación de incertidumbre y adrenalina que suelen producir aquellas noticias o hechos que dejan marca. La banda mexicana que está de gira por la Argentina celebrando los 20 años del emblemático Re, el disco más influyente del rock latino, está por tocar en vivo en la Redacción del diario, una experiencia también inédita y novedosa para ellos.
Acaban de presentarse anoche (el miércoles último) en el Gran Rex. "Por cien butacas no hicimos sold out", comenta la tour manager española. Hay alegría en el grupo. "Aquí en Buenos Aires siempre es así: im-pre-sio-nan-te. Fue una celebración", cuenta Meme del Real, cantante, guitarrista, tecladista y compositor de muchas de las "rolas" (canciones) más significativas del grupo junto a Joselo Rangel.
Esta nueva experiencia les llama la atención. Los Tacvba se están adaptando a un escenario ubicado en el medio de una Redacción, algo totalmente distinto de lo que están acostumbrados. "Nunca tocamos en un lugar así, pero sí en situaciones en las que se generaba algo inusual con el público. Igualmente se convierte en algo entretenido tocar así", dice Meme, locuaz con todo aquel que lo para en el pasillo para hacerle escuchar una música, sacarse una foto o conversar un rato antes de la prueba de sonido.
Rubén Albarrán todavía no llegó. Quique Rangel, con la personalidad elusiva de todo bajista, se entretiene leyendo la colección del diario en el centro de la Secretaría de Redacción, allí donde se "está montando" el escenario, entre escritorios y computadoras. Joselo Rangel parece a gusto con la atmósfera del diario y aprovecha el tiempo para terminar de escribir en su Mac la columna que todas las semanas entrega para el diario Excelsior de México, columnas que fueron compiladas recientemente en el libro Crócknicas de un Tacvbo. Un asistente técnico mexicano se acerca a Meme y dice: "Todavía no puedo creer que toquen en el medio de la Redacción". Meme replica: "Yo tampoco".
La gira es intensa. El paso por el diario es su último concierto en el país. Mañana ya estarán tocando en Bolivia y el 20 de diciembre, tras terminar la gira latinoamericana, estarán en su casa haciendo vida familiar por seis meses. Pero no cambian esta vida desorganizada de hoteles, aviones, comidas a horarios inadecuados por nada. Estar mucho tiempo lejos de sus familias, de sus hijos pequeños, es el precio a pagar por el sabor y la aventura de tocar en vivo. "El escenario es adictivo", suele comentar Joselo. Por eso están ahora acá, probando sonido con el entusiasmo de una banda nueva, después de dormir sólo cuatro horas. A su alrededor ya hay un grupo nutrido de curiosos que bajan de los distintos pisos atraídos como abejas a la miel por el groove sonoro del grupo. Tacvba trajo todo su instrumental musical. "Era más difícil armar un set acústico que hacer el show con toda la banda", explica el Chino, uno de los managers del grupo, y quien tiene junto a Joselo Rangel la editora musical Bonsai. En el futuro, cuenta el Chino, posiblemente, Café Tacvba edite sus propios discos y por primera vez se quede con el derecho de sus canciones: un paso iniciático, como éste de tocar en un diario. Con el álbum El objeto antes llamado disco, producido por Gustavo Santaolalla, terminó oficialmente su vínculo contractual con el sello Universal. "Es la primera vez que Tacvba está independiente desde el día uno. Todo puede pasar", aventura el Chino, un personaje bien mexicano con bombín y bigotes, que podría ilustrar un cuadro de Rivera.
Pero el presente es el concierto en LA NACION. Después de pasar por el comedor del diario, con la misma rutinaria selección de platos a base de pollo y vegetales que repiten los empleados administrativos y periodistas todos los días, los Tacvba ya están listos para crear una pequeña revolución en el segundo piso de la Redacción. Será un intenso show de unos 45 minutos con el que lograrán esa misma cuota de efusividad que consiguieron en el concierto del Gran Rex, transformando a los periodistas y a los empleados de camisa y corbata en fans capaces de subirse a un escritorio. "Para nosotros es un placer compartir la música con ustedes. ¡Deseamos que la pasen chingón!", grita el diminuto Rubén Albarrán, con su larga melena en una de las primeras arengas que harán subir la temperatura del público. Cumplirán con un listado de temas que incluyen "Olita del alta mar", "Aprovechate de mí", "Como te extraño", "Las flores", "Chica banda", "Eres" y "El baile y el salón", con las que convierten la Redacción en un improvisado salón de baile, donde hacer catarsis de las noticias diarias.
El cantante de Café Tacvba aprovechará el micrófono para armar su propia columna de opinión sobre los temas que desvelan a la banda: la desaparición de los 43 estudiantes mexicanos, la amenaza del narcotráfico al periodista de este diario Germán de los Santos, la contaminación ambiental y el consumo indiscriminado. "Aquí en la Redacción de un diario siempre hace falta sembrar una semillita de realidad", reflexiona. "En México estamos pasando por una situación bien dolorosa. Han desaparecido 43 estudiantes", dice Rubén, cuando es interrumpido por el grito: "¡Se fueron vivos, que vuelvan vivos!" "Vivos se los llevaron, vivos los queremos", retoma Rubén. "Esa sombra de lo que sucedió hace muchos años aquí se vuelve a activar en otro lugar del planeta. Es algo muy terrible." Rubén tiene la magia para transformar ese dolor en una plegaria cósmica y como muestra alcanza con "Como te extraño" de Leo Dan, que la mayoría del público periodístico corea como si estuviera en un estadio: "Hay amor divinooooo... pronto tienes que volver a mííí".
En vivo, el grupo transmuta todo ese dolor en alegría, toda esa maldad que se cierne sobre su país en belleza, y toda esa opresión en una catarsis bailable. Sus canciones reaniman, resucitan. Ellos son alquimistas de la canción. Pueden elevar un buen pensamiento. Detonar la fiesta. Plantar una semillita de verdad. Despertar la rebeldía cómplice de la gente cuando la invitan a a subirse a los escritorios a bailar. "Quiero ver cómo les echan madres aquí en su oficina a los jefes", dice el cantante. Cambian el estado de ánimo de la Redacción, adonde suelen llegar malas noticias. "Nos vamos deseando que podamos desmantelar ese sentimiento violento del que formamos parte. Somos nosotros desde nuestro interior quienes podemos transformarlo", reza.
Que así sea.
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