Muse, entre el homenaje a la cultura pop de los ochenta y la oscuridad de un mundo distópico
Muse es un compendio de citas musicales que no se preocupa en disfrazar. Las guitarras pueden recordar a los ataques de riffs de Jimmy Page en Led Zeppelin, al Steve Vai burlón que hacía "hablar a la guitarra" en sus solos de la película Crossroads, o al sonido hard rock de Brian May en en los ochenta.
Las voces del camaleónico Matt Bellamy pueden recordar al Tom Yorke de Ok Computer cuando aúlla como un animal herido, al expansivo Bono de Joshua Tree, o incluso hasta el ícono pop de los noventa George Michael. Hasta el muñeco de varios metros que corona el cierre del espectáculo del grupo en el Hipódromo Argentino, en Palermo, parece un homenaje al Alien de la película que fue un símbolo de la cultura pop del siglo 20 y al terrorífico Eddie de Iron Maiden. Toda esa amalgama de fragmentos, influencias y guiños le ayudan a Muse a crear su propia iconografía oscura, distópica y retrofuturista.
La película de ciencia ficción creada por Muse, como si fueran alumnos díscolos de Philip Dick, cobra forma a lo largo de dos horas de concierto, con una puesta en escena y un repertorio de temas de su último disco Simulation theory con clásicos de su repertorio incluidos en álbumes como Drone, Resistance y Showbizz. Surgidos a mediados de los noventa, el grupo de rock alternativo dio su propio salto al futuro apoyado en la fascinación por la electrónica, los sintetizadores y las recurrentes distopías de un futuro (no tan lejano) donde las máquinas y la tecnología controlan a los seres humanos.
Esa carga de oscuridad que forma el ADN de la banda explota en las canciones más noise del trío y se proyecta a esas miles de personas que llenan el Hipódromo, a pesar del mal tiempo y llevan puestas sus remeras negras como si fuera un uniforme de combate.
Hasta el telón de fondo de una amenazante tormenta eléctrica, que obligó a adelantar el show una hora, parece escrito por el guionista de Terminator. Los truenos aportan dramatismo a ese colchón de teclados oscuros y esos solos de guitarras filosos que suenan en el primer tramo de show con caballitos de batalla de su último disco como "Algorithm" y "Pressure", más el aporte de la poderosa "Psycho" del disco Drones, que la gente acompaña saltando en su lugar, como si estuviera dispuesta a una rebelión contra esas máquinas que quieren toman el poder.
La guitarra de Matthew Bellamy suena filosa y distorsionada. La base épica que construyen el baterista Dominic Howard y el bajista Christopher Wolstenholm forman un bloque poderoso. Es una banda alternativa, que puede pasar de los solos instrumentales y los pasajes progresivos, a golpes directos de cortes con sentimiento más pop. El cantante puede jugar a ser un héroe de la guitarra, que domina efectos, yetis y escalas en temas como "Break it to me" y una estrella pop que se pasea con unos lentes que se le iluminan con leds de un color fucsia y brillan en la oscuridad en himnos como "Uprising", coreado por la multitud.
El sonido del bajo suena sintetizado y dos percusionistas azotan sus tambores como si estuvieran en una marcha de la resistencia. Por debajo una cascadas de acordes de sintetizadores se fusionan con las palmas del público y una especie de grito de guerra acompaña sus puños en alto. En esos momentos Muse es una máquina sanguínea de rock hasta que muta a ese proyecto sintético diseñada por un algoritmo de Spotify en temas como "Propaganda".
Las citas de la cultura pop aparecen en su esplendor, no sólo en la estética ochentosa de las visuales que evocan paisajes de Stranger Things o Blade Runner, sino en la evocación en los teclados de las mismas notas que fueron el lei motiv de la película de Steven Spielberg Encuentros Cercanos del Tercer Tipo. En ese momento todo el escenario se ilumina como si fuera una nave a punto de despegar y entonces el grupo golpea con otra cita musical de los ochentas recordando a Prince en "Supermassive black hole".
El paisaje intimista aparece con el gospel "Dig down", donde Matt Bellamy se sienta al piano cual Freddie Mercury y sus compañeros lo secundan en ese formato casi acústico en la pasarela que se mete dentro del campo vip. Es el momento sensible del grupo, que prefiere el alto voltaje y la pomposidad casi operística. Temas como "Madness" o el pop adhesivo a lo Coldplay en "Mercy", con papelitos de colores que vuelan por los aires, los distraen de ese potencial que exhiben en los tonos graves y oscuros de los syntes que resultan mas adictivos para su público como esa secuencia entre un teclado descendente y un puente que tira mas arriba en "Time is running out". Pero un concierto necesita himnos y "Starligth", está hecho a medida para que una banda que empezó en el rock alternativo termina a la cabeza de los rankings del mundo. La épica ochentosa que logran con sus canciones más hiteras y esa capacidad de mutar de sonidos más pesados a melodías pop y brillantes es quizás la fórmula de su éxito.
La lluvia empieza a caer sobre la multitud. Muse dispara unos colchones de teclados que recuerdan a Vangelis. La pomposidad del audio vuelve a contrastar con el sonido eléctrico y el sonido épico de los tambores. Los robots toman el escenario como señal de la profecía cumplida. El grupo sigue tocando como si fuera una manera de resistencia. De golpe, sobre el final un muñeco de varios metros con cara de Alien aparece monstruoso sobre la cabeza de los tres integrantes. Es el final de la.película donde la amenaza latente, que anuncian en sus canciones, ya está sobre el escenario. Pero en definitiva es cuando el grupo suena más duro y realmente oscuro, cuando las pesadillas que despiertan sus historias distópicas parecen acercarse más a la realidad.
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