Murió la actriz Shelley Duvall, protagonista de El resplandor
La reconocida artista tenía 75 años; la noticia fue confirmada por su esposo
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La actriz estadounidense Shelley Duvall, reconocida sobre todo por su papel protagónico, junto a Jack Nicholson, en la película El resplandor murió en su casa de Blanco, Texas, por complicaciones derivadas de su diagnóstico de diabetes.
Duvall murió mientras dormía, cuatro días después de cumplir 75 años. La noticia fue confirmada a The Hollywood Reporter por quien fuera su esposo desde 1989, el músico Dan Gilroy. “Mi querida, dulce y maravillosa compañera de vida y amiga nos dejó. Ha sufrido mucho últimamente, ahora es libre. Vuela lejos, hermosa Shelley”, dijo. La triste noticia nos reveló, después de un largo silencio, la realidad de los últimos años alrededor de una figura que en un momento decidió por propia voluntad tomar para siempre distancia de los brillos de Hollywood.
Ese deliberado alejamiento no logró borrar de nuestra memoria sus apariciones más icónicas en el cine. Fueron pocas, pero varias de ellas tuvieron en su momento una extraordinaria significación. Costará borrar sobre todo de nuestra memoria la aterrorizada imagen que Duvall transmite desde la pantalla como Wendy Torrance, la esposa de Nicholson en El resplandor. Detrás de este personaje, sin dudas el más famoso de su carrera, aparece Olive Oly (o, para todos, Oliva), la mujer de Popeye (Robin Williams) en la película que Robert Altman dirigió a partir de la popular historieta de Elzie Crisler Segar.
Duvall había nacido para encarnar a Oliva. A cualquiera que la viera con esos ojos enormes y saltones y su figura desgarbada se le representaba de inmediato el personaje que compartía las andanzas del forzudo marinero alimentado a espinaca. Fue Altman el artífice de esa película y de buena parte de la obra de Duvall en el cine. Lo hizo desde el principio, porque fue quien la descubrió por casualidad mientras participaba de una fiesta en Houston, su ciudad natal, y le ofreció su primer papel en el cine. Hasta ese momento jamás había hecho nada relacionado con la actuación.
Después de aquel debut en Del mismo barro, personificando a una novia por correspondencia, Altman volvió a convocarla varias veces. Actriz y director formaron lo que ellos mismos definieron como un “matrimonio” laboral, que los llevó a trabajar juntos en siete películas. Fue la mujer que vive en Mississippi un romance con un ladrón de bancos en Los delincuentes; una “groupie” dentro de la capital mundial de la música country en Nashville; la asistente de un spa para ancianos en Tres mujeres (papel que le dio el premio a la mejor actriz en el Festival de Cannes 1997), y la esposa del presidente Grover Cleveland en Buffalo Bill y los indios. Popeye marcó el cierre de todo el ciclo.
Fuera de esta columna vertebral, en la trayectoria artística de Duvall también merecen anotarse sus apariciones en Los aventureros del tiempo y Roxanne, además de una muy recordada aparición en Dos extraños amantes, de Woody Allen, personificando a una periodista de la revista Rolling Stone. Un breve papel en Retrato de una dama, de Jane Campion, fue en 1996 su última aparición. Se retiró seis años después.
Altman y Kubrick fueron los realizadores decisivos de las casi tres décadas que Shelley Duvall pasó en el cine. Del primero siempre dijo lo mejor: “Me dio papeles muy buenos. Ninguno fue igual a otro. Tuvo siempre una gran confianza en mí. Me respetó, nunca me intimidó y jamás me puso restricciones. El mejor consejo que me dio fue que jamás me tomara en serio. Lo adoro”.
Con Kubrick enfrentó otras exigencias. Se dijo que tuvo que repetir 127 veces la famosa escena de El resplandor en la que enfrenta con un bate de béisbol en la mano y el miedo tallado en el rostro a un Nicholson que a esa altura estaba completamente enajenado. “Kubrick me hizo llorar 12 horas al día durante semanas enteras. Nunca volveré a dar tanto. Si alguien quiere meterse en el dolor y llamarlo arte, adelante, pero conmigo no”, dijo en 1981 sobre su trabajo con un director que la exigió a fondo, más de lo que hubiese estado dispuesta a soportar.
La experiencia de El resplandor resultaría ser una de las peores en la vida de la actriz. En total, la grabación de la película basada en el best seller de Stephen King duró 13 meses, en los que Duvall atravesó ataques de pánico, pérdida del pelo y una posterior depresión debido a las continuas exigencias del director, según ella misma confesó. Con el pretexto de que pudiera “sentir al personaje”, Kubrick le prohibió a todo el staff y a la producción que tuvieran diálogo con la actriz, a quien sometía diariamente a humillaciones públicas, insultos y acusaciones, tal como hace el personaje de Jack. “Stanley me presionó y me presionó más de lo que nunca me habían presionado antes. Es el papel más difícil que he tenido que interpretar”, aseguró Duvall en su momento.
Pasó así 13 meses en Inglaterra filmando una película que le dejó marcas lo suficientemente fuertes como para hacerla pensar ya en ese momento que ese trabajo no tenía sentido para ella. Contó que antes de filmar cada escena se ponía los auriculares para escuchar en su Walkman canciones tristes. “También pensaba en algo triste que me ocurría en la vida, o cómo extrañaba a mi familia y a mis amigos. Me desperté un lunes muy temprano pensando que tenía que pasarme todo ese día llorando frente a una cámara, porque estaba programado, y eso me llevó a llorar de verdad sin parar. No sé cómo lo hice”, confesó.
Shelley Duvall había nacido el 7 de julio de 1949 en Houston, en el seno de una familia dedicada a los remates y a las operaciones inmobiliarias. Tenía el propósito firme de estudiar para dedicarse a la nutrición cuando la prueba de cámara que le tomó Altman cambió su vida. En el Hollywood contracultural de los 70, aquella chica delgadísima, dientuda y de ojos enormes se convirtió de pronto en una de las actrices más activas de su tiempo, que de a poco sumó a su participación en el cine un compromiso cada vez más fuerte con las adaptaciones teatrales para la TV. Su fuerte fueron las obras para chicos, que desarrolló a través de su propia compañía productora, llamada Think.
Las tribulaciones que vivió durante el rodaje de El resplandor y un temperamento inclinado a la soledad la fueron llevando de a poco a alejarse de los ruidos de Hollywood, hasta que desapareció por completo de ese radar. Nunca lo admitió, pero fue un secreto a voces que el fuerte terremoto que sacudió a Los Angeles en 1994, que provocó daños muy grandes en su casa de Studio City, la llevaron a tomar la decisión de dejar Hollywood para siempre y regresar a Texas.
Cuando pocos se acordaban de ella, inadvertida y alejada prácticamente del mundo durante casi dos décadas, reapareció en 2016 en el popular talk show televisivo del presentador y psicólogo Phil McGraw (más conocido como el Dr. Phil) con un testimonio que abrió inmediatas dudas sobre el estado de su salud mental, porque allí reveló que sufría trastornos de la personalidad. “Estoy muy enferma. Necesito ayuda”, dijo en ese momento.
Cinco años después todas esas dudas y temores se alejaron. En una larga entrevista con The Hollywood Reporter, Duvall se mostró lúcida, memoriosa y dispuesta a revisar toda su carrera, de la que había tomado distancia definitiva, con un espíritu risueño, irónico y también muy excéntrico. El comienzo de esa nota la retrataba a orillas de un río, junto al auto en el que pasaba días enteros conversando con sus vecinos en una pequeña localidad de Texas.
Antes de unirse sentimentalmente a Gilroy, exmúsico de Madonna, Duvall fue pareja de Paul Simon, a quien conoció mientras estaba filmando Dos extraños amantes. Vivieron juntos en Nueva York hasta que Simon la dejó y empezó a salir con Carrie Fisher. El músico le dijo en el aeropuerto, cuando ella estaba a punto de subirse al avión que la llevaría a Londres para filmar El resplandor, que ya no quería estar con ella. “Shelley lloró durante todo el viaje a través del Atlántico, lo que sería solo un calentamiento para toda la maratón emocional que se avecinaba”, se lee en esa nota de The Hollywood Reporter. Allí, para muchos, empezó para Duvall el capítulo final de una carrera que tuvo momentos inolvidables antes de terminar abruptamente.
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