Murió Harold Prince, el reconocido productor y director de Broadway
A los 91 años murió Harold Prince, el "príncipe de Broadway". Fue productor y/o director de grandes títulos como Cabaret, Company, El beso de la mujer araña, Evita, El fantasma de la ópera, Follies, Sweeney Todd, Candide, Zorba y El violinista en el tejado.
Decir Harold Prince es decir Broadway. Su nombre no suele acompañar los créditos de gran cantidad de éxitos del teatro musical que fueron gestados por él. Pero ese detalle señala su grandeza, su humildad. Él iba por el arte, no por el renombre. Su deseo era que trasciendan las obras, no su nombre. Aunque en su país, el mundo teatral sabe que le debe joyas como El violinista en el tejado (1964), Cabaret (1966), Company (1970) o El beso de la mujer araña (1993), sólo por mencionar algunos de los títulos que él mismo generó.
Este gran productor y director apodado el "príncipe de Broadway" o "el mago de Broadway" murió ayer, a los 91 años, en Reikiavik (Islandia), tras una breve enfermedad. Tal vez lo más correcto sería decir que fue un "creador". Generador de ideas, fue uno de los padres del teatro musical conceptual y alguien que entendió más que nadie que el secreto no está en trabajar con una estrella sino con un talento. Admirado por sus pares, hace dos años una revista musical, Prince of Broadway, le rindió tributo con fragmentos de algunos de los 40 musicales de los que él formó parte, ya sea como productor o como director.
Él destruyó los clichés del género. Fue cambiando su estructura básica, su estilo y modificó sustancialmente el espíritu de la comedia musical estadounidense, obligándola a evolucionar. Experimentó diversas formas como el pop art (en It’s a Bird… It’s a Plane… It’s Superman), el expresionismo (Cabaret y El beso de la mujer araña), el surrealismo (Follies), el grand guignol (Sweeney Todd) y el estilo kabuki (Pacific Overtures). Ganador de 21 premios Tony, era reconocido por haberle puesto un toque personal a cada una de sus creaciones y por su imprevisibilidad e inflexibilidad en sus decisiones teatrales. Le encantaba tomar desafíos y llevar al lenguaje musical personajes e historias impensadas para ese género: desde un barbero asesino serial hasta Superman, pasando por Sherlock Holmes. Le daba verdad a personajes que uno no se imaginaría expresándose a través de la canción.
En 1948, a los 20 años, ingresó a trabajar en las oficinas del gran productor y director George Abbott. Primero como guionista televisivo y, luego, como asistente del stage manager Robert E. Griffith. Pero cuando Abbott lo convocó para trabajar en la producción de Call Me Madam, fue reclutado para ir a la guerra y pasó dos años cerca de Stuttgart. De todos modos, volvió a unirse a ellos en octubre de 1952, cuando estaban produciendo Wonderful Town, versión teatral de la película My Sister Eieleen. Casi de inmediato, Prince se asoció a Griffith para abrir una productora propia, en 1953. La primera producción fue un éxito: The Pajama Game, brillante comedia musical con libro de George Abbott, canciones de Richard Adler y Jerry Ross, coreografía de Bob Fosse y dirección de Abbott y Jerome Robbins. Se estrenó el 13 de mayo de 1954 y estuvo en cartel casi tres años. Le siguió otro éxito: Damn Yankees, basada en el mito de Fausto, con el mismo grupo artístico, estrenada el 5 de mayo de 1955. Con estos dos sucesos iniciales, la dupla Griffith-Prince, a su vez asociados al dinamarqués Frederick Brisson, probaron con una tercera producción algo más ambiciosa: New Girl in Town (1957). El siguiente sería el suceso mayor: Amor sin barreras (West Side Story), seguida por Fiorello! (1959) y Tenderloin (1960). Luego de la muerte de Griffith siguió solo con su productora y alimentó su deseo de lanzarse a dirigir. Tuvo su primera oportunidad, con A Family Affair, aunque fue un tremendo fracaso. Luego produjo el exitazo comercial Algo gracioso ocurrió camino al Foro (A Funny Thing Happened on the Way to the Forum), en 1962; y El violinista en el tejado, en 1964. En el medio, volvió a probar con la dirección en She Loves Me; y luego, en 1965, Baker Street.
La suerte no lo acompañó en la producción de Flora, the Red Menace (1965), de George Abbott, John Kander y Fred Ebb –que lanzó en Broadway a una joven de 19 años llamada Liza Minnelli–, ni con esa locura de gestar un musical sobre el famoso superhéroe de historietas, It’s a Bird… It’s a Plane…It’s Superman!, que además dirigió.
Pero ya por aquel entonces gestaba lo que sería su obra maestra. Pensaba en hacer un musical que mostrara que lo que ocurrió en Alemania durante el nacimiento del nazismo podía ocurrir en el presente, en los Estados Unidos, con el recrudecimiento de los conflictos raciales. Esa obra marcó el comienzo de una nueva era en el género: el nacimiento del musical conceptual, aquel que parte de un concepto antes que de un argumento tradicional, la obra gestada por un grupo de creativos, antes que de un texto ya concebido. Así nació Cabaret, escrita por Joe Masteroff, con canciones de John Kander y Fred Ebb, pero gestada enteramente desde el cerebro de Prince. Curiosamente, de las múltiples versiones de Cabaret que se replican en el mundo sólo pocas veces se consigna que fue "originalmente concebida por Harold Prince". Cuando el productor de cine Cy Feuer decidió llevarla a la pantalla grande, Prince ya había asumido varios compromisos. Acababa de finalizar la filmación de su primera película en Alemania (Something for Everyone) y debía comenzar con la preproducción de una nueva comedia musical. Pero él mismo llamó a Bob Fosse para preguntarle si le interesaba el desafío.
Al poco tiempo, como productor y director estrenó Zorba (1968), seguido por otro musical que marcó un antes y un después en la historia del género: Company (1970), de George Furth, con canciones de Stephen Sondheim. Allí nació la sociedad creativa Prince-Sondheim, que tantos títulos le dio al musical conceptual: Follies (1972), A Little Night Music (1973), Pacific Overtures (1976), Sweeney Todd (1979) y Merrily We Roll Along (1981).
En 1979 Andrew Llowd-Webber y Tim Rice lo convocan para dirigir Evita (1979), musical basado en el libro La mujer del látigo, de Mary Main; y posteriormente, uno de sus mayores éxitos como director: El fantasma de la ópera (1986), cuya puesta se replica como condición en cada parte del mundo donde se representa.
Otra de sus obras maestras llegó en la década siguiente: El beso de la mujer araña (1993), basada en la novela de Manuel Puig, con libro de Terrence McNally y canciones de Kander y Ebb. Con ese mismo espectáculo llegó a Buenos Aires, en 1995, para dirigir la versión porteña protagonizada por Valeria Lynch, Aníbal Silveyra y Juan Darthés.
De todos modos su vínculo real con la Argentina fue posterior a Evita y anterior a El beso de la mujer araña. En Nueva York representó a Nacha Guevara y Alberto Favero, durante sus exilios, produciendo varias de sus presentaciones en el exterior, con quienes entabló una gran amistad. En 1993 pasó unas cuantas semanas de vacaciones en la Argentina y expresó su deseo de estrenar aquí El fantasma de la ópera y El beso de la mujer araña.
Se puede decir que Prince es uno de los nombres que forjó lo que hoy conocemos como "el nuevo musical", aquel que se corrió del formato optimista y naif de la comedia musical clásica.
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