Murió el director de cine y TV Alejandro Doria
Riguroso y audaz, dejó su marca en recordados ciclos y películas
Alejandro Doria fue un director de cine y televisión riguroso y audaz. Lo demostró en uno y en otro medio, cada vez que le tocó en suerte ponerse detrás de una cámara para decir "acción" a elencos la mayoría de las veces tan grandes como sólidos. A lo largo de su vida tuvo varios problemas de salud que lo tuvieron a maltraer; algunos serios, que lo mantuvieron incluso alejado del trabajo, pero que pudo superar. No obstante terminó siendo una neumonía crónica, quizás el menos grave de todos, el que determinó su adiós definitivo ayer, a los 72 años.
Su primer contacto con el espectáculo fue hace cuatro décadas exactas, con Nuestra galleguita , una telenovela que alcanzó altos picos de rating por Canal 9, que convirtió en su segundo hogar. De esa forma, como parte del staff permanente de la emisora de Alejandro Romay, se puso al frente de ciclos que ya son clásicos, como Alta Comedia , con el que recorrió buena parte de la literatura universal accesible para el público masivo. Pobre diabla , Papá corazón , Identidad , Escenario universal , Situación límite , Atreverse , Amores y Los especiales de Alejandro Doria sirvieron para imponer su nombre como uno de los más importantes de la televisión argentina. En 1997, dirigió a Alberto de Mendoza en El Rafa , otro suceso.
Esperando la carroza (1985)
Metáforas sociales
Tras el golpe militar de 1976, y en la pantalla grande, Doria se jugó a desafiar a la censura, con propuestas que recurriendo a metáforas podían hablar de cuestiones que era imposible encarar en forma directa. Tras sus primeras dos películas, Proceso a la infamia (1974) y Contragolpe (1979), en plena dictadura militar se atrevió a alejarse de los cánones morales políticamente correctos. Lo hizo con La isla (1979), una singular historia de amor ambientada en un hospicio, y con Los miedos (1980).
En 1982 volvería al cine, esta vez con Los pasajeros del jardín , de acuerdo con la novela de Silvina Bullrich y, con la llegada de la democracia, saldría a la carga con una película símbolo: Darse cuenta , acerca de la relación profesional y afectiva de un médico fracasado y un muchacho accidentado de quien sus colegas del hospital público creen que no tiene posibilidad de sobrevivir.
Como esa metáfora social de aquel momento crucial para la Argentina no le pareció suficiente, un año después, y a través del grotesco elegido por Jacobo Langsner para hablar de los argentinos, llevó al cine la pieza teatral
Esperando la carroza
, que se convertiría en uno de los más grandes éxitos del cine local de esa nueva etapa.
Sofía
y
Cien veces no debo
marcaron el drama romántico y la comedia más directa.
Un escena de
Tras un paréntesis de década y media, en 2004 con Vergüenza , uno de los episodios del largometraje colectivo 18-J sobre el atentado a la AMIA, golpeó duramente al menemismo con un monólogo interpretado por Susú Pecoraro. Finalmente en 2006 volvería a triunfar con Las manos , acerca del padre sanador Mario Pantaleo, con la que ganó el premio Goya de la Academia de Cine de España. Entre sus proyectos figuraba Tuya , basada en el relato de Claudia Piñeiro.
Las manos,
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