Mujeres en el baño: Artistas talentosas en el regreso de un gran éxito del off
Los secretos que se cuentan y se hacen en el lugar de mayor privacidad de la casa, bajo la batuta de Mariela Asensio
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★★★ Dramaturgia y dirección: Mariela Asensio. Intérpretes: Maida Andrenacci, Laura Conforte, Laura Cymer, Iride Mockert y Esther Goris. Coreografía: Tini Santamaria. Escenografía: Maria Oswald. Luces: David Seldes. Vestuario: Vessna Bebek. Música: Mauro Garcia Barbé. Producción general: Paola Luttini. Teatro: El Picadero, Pje. Enrique S. Discépolo 1857. Funciones: viernes y sábados, a las 22. Duración: 80 minutos.
Casi quince años atrás, Mariela Asensio metió un shot inesperado en la “normalidad” del off: un autora y directora joven ponía el foco en aquello que hacen las mujeres en el baño, cuando nadie las mira, cuando el protagonismo fluye, cuando son ellas en crudo, donde las lágrimas, fantasías y diatribas atragantadas se licúan en la ducha, un escenario personal donde se maduran decisiones. Sacar esa furia de ahí y exponerla a los espectadores, convirtió a Mujeres en el baño en un éxito y todavía más, en uno de esos hitos a los que se refiere con un “yo lo vi en 2008″.
Volver a verlo era una tentación. En estos 15 años, aún más que las personas, han envejecido paradigmas que sobrevivían naturalizados. Las mujeres, en especial las más jóvenes, abrieron las puertas de sus baños y tomaron las calles con el ímpetu que ningún movimiento político generaba hacía mucho tiempo. Muy consciente de esos cambios, Asensio reformuló el show.
En lugar de las seis actrices de la misma generación de la primera versión, ahora son cinco más diversas y que encarnan un perfil definido, y no rotativo por situaciones, de principio a fin de la obra. Hay temas nuevos porque, obviamente, las redes sociales dan mucha tela para cortar por el reinado de la imagen y la tensión entre lo que se muestra y lo que es. Y hay menos preguntas sobre parejas y mayor peso en cómo escuchar los propios deseos a cualquier edad. Otro de los cambios realizados por Asensio fue incluir algunos momentos de otra de sus obras, Vivan las feas (2014) como, por ejemplo, el “linchamiento” a Ricardo Arjona por sus canciones pusilánimes acerca de nosotras aunque, a esta altura, ya casi da ternura de maduro gagá.
¿Qué permaneció tal cual de la puesta de 2008? La música de Mauro García Barbe y la misma vestuarista, Vessna Bebek, habitual colaboradora de la directora; la apertura y el cierre; las instrucciones para masturbarse; la mujer que reclama el ventilador que perdió en la separación; el brillante retrueque para el orgasmo de a dos en una pareja héterosexual, en fin, los segmentos más performáticos. Con unos cubículos transparentes con inodoros a espaldas de las actrices, esta puesta mantiene en conjunto la misma idea de exploración de la intimidad femenina y la hipótesis de que un volcán acecha detrás de un gesto o una mueca silenciosa y sólo le falta despertarse. Pero, en este último tramo, se ha despertado y no parece apagarse por lo que algunas verdades ya no resuenan como mitín de estrógenos al palo. Ese rayo revulsivo empalideció de cara a una realidad demasiado convulsionada.
En contrapartida, lo que emerge con mayor precisión es el espectáculo musical con cinco intérpretes talentosas, cada una con su impronta, un verdadero equipazo en el escenario: Iride Mockert, Laura Cymer y Maida Andrenacci son las que se muestran más ajustadas el tono Asensio mientras que Laura Conforte y Esther Goris van en ese camino: una, por su excelencia en el género musical está un escalón de energía arriba del resto; la otra, con una gran experiencia interpretativa, se desafía a sí misma con este proyecto. Del estreno (del que surge este texto) a hoy, seguramente las funciones hicieron su trabajo de afinación. Volvió, para quienes la vieron o para los que no, en la sala Picadero: otro espectáculo, con un brillo distinto y otras ansias.
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