Mujercitas de un mundo distinto pero con los mismos obstáculos
Curiosamente, una de las imágenes más perdurables de Mujercitas surge, de inmediato, en el libro: la de cuatro chicas reunidas al calor de una chimenea. "La Navidad no es Navidad si no hay regalos", dice Jo, tirada sobre la alfombra. "Es tan horrible ser pobre", suspira Meg, mirando el vestido que lleva puesto. "No me parece justo que algunas niñas tengan muchas cosas bonitas y que otras no tengan nada", agrega Amy, acongojada. "¡Al menos nosotras tenemos padre y madre, y nos tenemos a nosotras mismas", añade Beth, contenta, desde su rincón.
Unas líneas de diálogo bastan para que Louisa May Alcott haga una descripción brillante de las hermanas March, las protagonistas de su famoso libro. Pronto, uno se entera también de que el padre ha partido a la guerra (la Guerra de Secesión estadounidense) y que la madre se desvive, no solo por sus hijas, sino por aquellos más desposeídos que los suyos. Escrita en 1868, la novela, un éxito instantáneo que se ha traducido a 50 idiomas y ha sido llevada al cine, al teatro, a la televisión, a la ópera y al animé una veintena de veces, vuelve a la pantalla grande en una versión de Greta Gerwig, que acaba de estrenarse en la Argentina, y que está nominado a seis Oscar. Esta adaptación cuenta con las actuaciones de Saoirse Ronan (que trabajó con la directora en Lady Bird, 2017) como la imbatible y rebelde Jo, Emma Watson como la bella y responsable Meg (la mayor de las March), Florence Pugh como Amy (la vanidosa que sueña con ser un gran artista y convertirse en una dama de la sociedad) y Eliza Scanlen como Beth (que ama la música y es tímida). También actuán Laura Dern como Marnee (la mamá de las March) y Meryl Streep, entre otros.
¿Por qué continúan haciéndose versiones de Mujercitas en el siglo XXI? ¿Qué hace que sea un libro imperecedero? "Es fundamentalmente una historia del paso de la infancia a la adultez. Las dificutades que tenemos al crecer probablemente nunca desaparezcan. Y por su tema universal, hace que los lectores puedan verse reflejados en él. Crecer es duro para chicos y chicas, y Mujercitas reconoce eso, no solo en la historia de las cuatro hermanas, sino también en la del vecino, Laurie", responde Anne Boyd Rioux, autora de El legado de Mujercitas: construcción de un clásico en disputa (Ediciones Ampersand, 2019), y profesora de la Universidad de Nueva Orleans.
En el caso de la nueva película fue el amor de la directora por el personaje de Jo lo que la llevó a rodar su cinta en los alrededores de Concord, Massachusetts, donde vivían Alcott y su familia, cuando ella escribió la novela. Es un personaje que ha conmovido a muchas otras mujeres, desde Simone de Beauvoir, pasando por Gloria Vanderbilt, hasta Patti Smith y J. K. Rowling, según consigna Boyd Rioux, otra admiradora de Jo, o más bien, de Mujercitas, y que se ha dedicado a recuperar a autoras estadounidenses del siglo XIX para acercarlas a las generaciones actuales.
En El legado de Mujercitas, cuya versión original en inglés fue galardonada como Mejor Libro del Año en 2018 por publicaciones como el Daily Mail y el Library Journal, la académica explora de modo exhaustivo, tanto el origen de la novela y su influencia hasta hoy (con resignificaciones a lo largo del tiempo), como la vida de su creadora, que no fue fácil, pero fue suya. Entre otras cosas, estuvo marcada por innumerables mudanzas y privaciones.
Al igual que Jo, Louisa (nacida en Germantown, Pensilvania, en 1832) fue la segunda de cuatro hermanas que, antes de saltar a la fama, escribía obras de teatro y cuentos truculentos para publicaciones sensacionalistas. Su padre, un fanático religioso y filósofo austero al que ella lamaba "Platón", amaba a su familia, pero vivía con los pies en la luna, y nunca se las arregló para mantener de forma constante a su prole. Además, como adoraba a los animales, no permitía su consumo en casa. Una muestra: en los crudos inviernos, en que el dinero escaseaba para calefacción, "sus hijas no podían sacarles lana a las ovejas, y la aberración que sentía por la esclavitud lo llevó a prohibir el uso del algodón en la casa. El lino era el único género que podían usar", apunta Boyd Rioux.
Abigail, la madre de Louisa, no se quejaba y trabajaba en lo que hiciera falta para suplir la negligencia de su marido, aunque interiormente lo resintió toda su vida. Tenía la convicción de criar "mujeres fuertes" y de principios, lo cual se refleja en los mensajes que transmite mamá Marnee a sus hijas en Mujercitas.
Louisa heredó el temperamento materno, si bien, en su caso, no lo reprimía. En realidad, le costaba manejar sus emociones, al punto que una vez colgó una silla de la ventana para castigarla, porque se había cruzado en su camino, mientras ella limpiaba. Tras esta anécdota, su madre la instó a llevar un diario, como una forma de examinar su comportamiento.
Quizá porque se rodeó de personajes como Ralph Waldo Emerson o Henry David Thoreau, ambos amigos de su padre, su conciencia frente al mundo era mayor que la de otras chicas. Louisa aprendió rápido que "ser una mujer, especialmente una mujer casada, significaba estar al servicio de otros y ser pasada por alto". Y lo aplicó: rechazó el matrimonio, para dedicarse a la escritura y sostener así el hogar paterno.
Fue adelantada a su tiempo. "Creía en el sufragio femenino (el derecho a voto) y en el derecho de mantenerse a sí misma y vivir de forma independiente. Estos son derechos por los que todavía luchan las mujeres alrededor del mundo", señala Boyd Rioux. También era contraria a la segregación racial. Joseph May, su padre, fue uno de los primeros defensores de los derechos de la mujer y uno de los fundadores de la Sociedad Antiesclavista de Nueva Inglaterra. La propia Louisa le enseñó a escribir a un esclavo fugitivo, una de las tantas veces que sus padres albergaron a personas que necesitaban ayuda.
Impacto, vigencia y adaptaciones
Para Boyd Rioux, a pesar de haber sido tildada de sentimentalista, probablemente porque transcurre en Navidad, pero "nunca empalagosa, porque su dulzura es realmente genuina", como dijo un crítico estadounidense, la novela de Alcott plantea preguntas que atraviesan todas las épocas, incluso la feminista: "¿Qué significa crecer?, ¿qué significa ser mujer?, ¿qué significa vivir una vida plena?". En su tiempo, también representó un antes y un después en la literatura infantil, ya que, hasta ese momento, los libros tendían a ser acortonados y a sermonear a sus lectores. Louisa, que en un principio se resistió a escribir un libro para niñas ("nunca me cayeron bien; de hecho, nunca conocí muchas tampoco, a excepción de mis hermanas"), luego de que el editor Thomas Niles se lo encargara, optó en cambio por una historia realista.
"Mujercitas es una obra maestra estadounidense y merece ser vista como tal, no solo como un libro banal para las chicas. Además, su impacto en las lectoras ha sido profundo en todo el mundo. Aún estamos hablando de este libro, después de 151 años. Obviamente, debe ser considerada como una de las grandes novelas estadounidenses y una de las grandes novelas femeninas", subraya Boyd Rioux.
En el Río de la Plata, donde Mujercitas influenció a autoras como Graciela Cabal, Laura Fernández, Vera Giaconi y Graciela Montes, el libro se editó por primera vez en 1941. Y fue un regalo de cumpleaños habitual para niñas de 11 a 13 años, algo similar a lo que ocurría en Estados Unidos, donde nació este clásico.
A nivel internacional, en septiembre de 2018, para el aniversario número 150 de Mujercitas, Penguin Classics publicó una versión con edición de la propia Boyd Rioux y prólogo de Patti Smith. Ahí, la cantante y escritora relata que leyó el libro cuando era una nena desgarbada de 10 años: "A través de las chicas March llegué a conocer la pobreza extrema y los costos de la guerra... Mujercitas es una guía elemental de la evolución y el valor de la conciencia. Una crónica de cuatro chicas inolvidables, cada una con algo que ofrecer de sí... Louisa May Alcott infundió vida, risas y una determinación y esperanza persistentes a las chicas March, y así, a las mujercitas de su tiempo y del tiempo venidero".
De todas ellas, quien más la impactó fue Jo, por supuesto. "(...)Una nueva clase de heroína, una chica testarudamente moderna del siglo XIX. Una chica que escribía. Al igual que incontables niñas, antes que yo, hallé un modelo... De Jo aprendí que el arte no se produce solo soñando, sino con disciplina, con la práctica firme y confiada ,y la voluntad para aceptar y crecer, gracias a la crítica acertada", enumera Smith.
En el cine, Katharine Hepburn (1933), June Allyson (1949) y Winona Ryder (1994), cada a una a su manera, dieron vida a Jo, a la que Alcott describía como "un potrillo que nunca sabe bien qué hacer con sus extremidades, las que generalmente se interponían en su camino". Gracias al ingenio de la escritora, a quien le gustaba correr por los bosques, tanto Jo como sus hermanas tienen una personalidad marcada. Como dice Boyd Rioux, "ninguna está idealizada" y todas tienen alguna falla que superar, además de la amarga muerte de Beth. "Jo imagina su vida fuera de un anillo de bodas, pero luego, tras la muerte de Beth, ella también lucha con el sentimiento de soledad. De ahí su vigencia, porque sus esfuerzos por encontrar su lugar en el mundo son muy similares a los que afrontan las jóvenes de hoy".
De las adaptaciones cinematográficas más conocidas, hasta la fecha, Boyd Rioux se queda con la Mujercitas de Greta Gerwig, que se estrenó en diciembre pasado en Estados Unidos. Lejos de otras versiones, esta comienza cuando Jo visita a un editor, para ofrecerle una novela inspirada en su propia vida. "Me gustó, porque hace lo que una adaptación debería hacer: que quieras volver a leer el trabajo original, no para comparar o chequear puntos de diferencia, sino para reelerlo con nuevos ojos. Me encantó el final... Le ha dado a Louisa el final que ella quería. Como resultado, Gerwig nos ha hecho pensar no solo sobre cómo Louisa May Alcott se sintió presionada para contar su historia, sino también sobre las dificultades que aún tenemos contando historias de mujeres cuando estas no terminan en boda o en muerte, las dos opciones tradicionales". ¿Y en cuanto al personaje de Jo? "Pienso que Saoirse Ronan es capaz de desaparecer en el rol y representarla más fielmente que grandes estrellas como Katharine Hepburn y Winona Ryder".
A la primera la dirigió George Cukor, cuando ella tenía 26 años. Hepburn, quien se identificaba con el deseo de Jo de ser un muchacho, dijo que, en la vida real, nadaba, buceaba y corría mejor que la mayoría de los chicos que conocía. Por su rol, en que juega hasta a las espadas con Laurie (Douglass Montgomery), la actriz, que venía en ascenso, se hizo famosa. En tanto, Ryder, quien era "la chica dorada" de los años 90, obtuvo una nominación a los Oscar, bajo la dirección de Gillian Armstrong (Mrs. Soffel, 1984 ). Según Boyd Roiux, si bien la película es un "cariñoso tributo" a Mujercitas, la hermosa Winona "suena falsa", cuando Jo se corta el pelo y dice que pierde su "única belleza". De todos modos, su actuación es conmovedora.
La nueva Mujercitas está dirigida a los amantes incondicionales de la novela, pero también a adolescentes acostumbrados a personajes mucho menos ingenuos que las hermanas March. Para Boyd Rioux, el punto de conexión es que las cosas no han cambiado mucho desde la época victoriana: "Las presión que enfrentan las chicas es la de ser hermosas, admiradas por los hombres, además del deseo de cumplir sus propios sueños y perfeccionar sus talentos; ser amadas por quienes son y no por cómo se ven. Casi se hace más fácil ver cuán preponderantes y duraderos son estos grandes temas, cuando uno atestigua cómo estas hermanas lidiaban con ellos hace tantos años".
Por último, hay una idea que apela al corazón de todos: el hogar. "Los lazos familiares que unen a las March, que son lo suficientemente fuertes como para sobrellevar la guerra, el matrimonio, los largos viajes a través del océano e incluso la muerte, nos traen la nostalgia de un tiempo anterior a que las familias fragmentadas fueran la norma", dice Boyd Rioux. Y las escenas en las que Meg, Jo, Amy y Beth montan obras de teatro para los vecinos, se rizan el cabello unas a otras para ir a un baile, o se amontan frente a la chimenea "nos recuerdan a nuestras propias hermanas... Así es como se siente el hogar de uno. O más precisamente, es la imagen de un hogar que uno nunca tuvo, pero desearía".
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