Mucha tonada, aire bailantero y una poética evocación de lo cordobés
La coreógrafa Celia Arguello Rena presenta en un salón de una asociación vecinal una mágica experiencia dominguera
Córdoba, La Docta, no deja de nutrir a la cartelera porteña. En este caso, viene de la mano de Celia Arguello Rena, coreógrafa. En la obra Villa Arguello , bella evocación de su mundo de la infancia y la juventud, tiende lazos con la Córdoba del cuarteto. El resultado es una de las experiencias escénicas más poéticas que se pueden ver en estos momentos. Toma vida en un barrio, en el salón de una asociación de amigos en donde otro grupo de amigos se reúnen para jugar con lo ajeno, para divertirse con lo prestado y, finalmente, bailar como en un gran acto liberador de lo propio y lo ajeno.
Celia se instaló en Buenos Aires en 2006, cuando tenía 22 años. Se subió al micro con la expectativa de trabajar como intérprete y formarse como bailarina porque allá, en su Córdoba natal, pensaba que era difícil. Se vino sola. Después, llegó su novio, Rakhal Herrero, un excelente bailarín.
Azúcar fue su primer trabajo. Es el mismo que en estos momentos está haciendo funciones en El Camarín de las Musas y que está vinculado con el mundo sensible de dos interpretes talentosísimos que, cosas del destino, son diabéticos. Por eso, obvio, la obra se llama Azúcar; y por eso, obvio, del café en donde estamos se guarda los sobrecitos de azúcar porque los necesita para la obra que protagonizan Diego Echegoyen y Nahuel Cano.
Si en ese montaje partió de las historias de ellos dos, el procedimiento es inverso al de creación de Villa Argüello que se nutre de sus propias vivencias. La localidad de Villa Argüello queda cerca de Mendiolaza. Mendiolaza, en el minimundillo de la danza independiente, remite inexorablemente a un espectáculo del grupo Krapp que llevaba ese nombre. Dos de sus integrantes, Luciana Acuña y Luis Biasotto, son de allí. En muchas formas de la vecindad (desde las geográficas a las de lenguaje) entre ellos dos y Celia se entablan una continuidad que podría tener su mojón generacional previo en la producción de Lisi Estaras y Gabriela Carrizo, dos coreógrafas que dejaron el paisaje serrano para radicarse en Bruselas.
Como Lisi y Gabriela, Celia suele volver a su provincia. "Una tarde, yendo en un bondi a la casa de La Negra, mi amiga; me vino de golpe toda la sonoridad cordobesa marcada por el cuarteto y la tonada. Me marcó. Después ves a La Mona Jiménez y descubrís que hay un mundo increíble", cuenta. Todo ese mundo increíble lo recrea en Villa Argüello . Claro que, como en toda revisión, hay sutiles corrimientos. Por eso, por ejemplo, la música es de Alfonso Barbieri, quien vivió muchos años en Córdoba. Barbieri, a su manera, alude al cuarteto sin imitarlo. Al final del espectáculo recién aparecerá la voz de La Mona Jiménez, pero haciendo un cover como si fuera una marca más de distanciamiento y de proximidad. Sencillamente, esa escena emociona, dispara energía, ilumina. Es bella.
Cosas de guasos
Celia Argüello Rena no es fanática del cuarteto. "Pero viviendo allá el cuarteto es inevitable. Está", dice, como sucede con tantos temas pop que terminamos cantando más allá de nosotros mismos. Cuando Nahuel, uno de los actores de Azúcar , fue a ver Villa Argüello le dijo que era "como una genealogía del cuarteto". A ella le gustó. "En ese ruta aparece un valsecito y la relación entre el hombre y la mujer como una sumatoria de elementos diferentes que hablan de Córdoba o del interior en sí mismo", piensa.
Evocación a flor de piel. De hecho, en mi caso, fui a verla con un cordobés ("el" Grillo) y con una chaqueña ("la" Paula) y en el viaje a casa se la pasaron trayendo anécdotas de sus pagos. Es mas, el cordobés se la pasó hablando de la criollitos (bizcochitos de grasa bien cordobeses) que invitan a comer antes de comenzar la obra. La delicatessen venía acompañada por un vaso de fernet (la exacta quinta esencia de lo cordobés).
En el elenco de Villa Argüello sólo hay una serrana, "la" Teli Ortiz. El resto -Andrés Molina, Diego Rosental, Jimena Pérez Salerno, Ollantay Rojas y Pablo Castronovo- son de otros pagos de ese universo llamado "interior". Josefina Gorostiza es la única porteña. "La mezcla de gentes de distintas provincias lo corre del lugar porteño en su mirada del interior. Eso me gusta", dice.
A mí también me gusta.
Una mamasa y un antropólgo
Cuando todo esto era, apenas, un proyecto, Celia leyó Músicos, mujeres y algo para tomar, libro del antropólogo cordobés Gustavo Blázquez . "El se centró mucho en las coreografías del cuarteto y en esos cuerpos en movimiento", cuenta con la típica tonada cordobesa que se transforma en el paisaje sonoro por excelencia de Villa Argüello . El libro de Blázquez fue fundamental en el proceso. "Había que generar un mundo entre los chicos y que ese mundo tuviera ciertos vínculos con el trabajo analizado", comenta la coreógrafa.
En un reportaje, el antropólogo (el libro no lo pude conseguir) aporta un dato revelador: "el cuarteto no es cordobés, se va haciendo cordobés y para hacerse cordobés tiene que contarse una historia. La historia oficial no dice que el primer disco del cuarteto se editó en Rosario porque queda mal".
Hace tiempo ella presentó un pedido de subsidio a Prodanza. "Algunos ítems me venían bien porque propuse montarlo por fuera de las salas de Almagro. Pero cuando quise encontrar lugar me di cuenta que el circuito del tango había copado la movida y a mí ni me daban pelota.... Una amiga me pasó el dato de la Sociedad de Fomento y Biblioteca Popular General Benito Nazar. Terminé arreglando con Isaías, el encargado del club. El lugar es maravilloso pero alquilamos el lugar como si fuera un bautismo o un casamiento. Es raro, tenés el subsidio, pero las estrategias para sostener un espectáculo en un sitio como éste no sé quien te las da. En fin..., hay muchas cosas que se me escapan".
Seguramente, nadie le haya dado las estrategias para mover la obra en esta zona de Villa Crespo. Pero Celia tiene todas las herramientas para que esta magnífica evocación tome cuerpo en este magnífico salón del club con vista a los árboles de la magnífica placita de enfrente. De hecho, la obra hizo una función en el Festival de Danza de la ciudad. Yo la vi. Había luces, una enorme consola y hasta le pagaron la función. Ahora, todo eso parece ser de ciencia ficción. Sin embargo, el salón vecinal es el anclaje poético exacto.
Cuando llegó a Buenos Aires, Celia no podía entender cómo es que se le pague a alguien para que difunda lo que se hace. "Mucho menos que se le pague un fangote de guita. No sé como se sobrevive en esta jungla", dice sin queja alguna. Sin embargo, a la hora señalada del domingo, la gente va llegando al salón como siguiendo una clave. La clave que permite, a un grupo de amigos, compartir una fiesta: la de Villa Argüello.
Villa Argüello
Funciones: los domingos, a las 19, en la Asociación Vecinal General Benito Nazar (Antezana 340, Villa Crespo). Reservas: reservasvillaarguello@gmail.com Entradas: 40 pesos.