Euphoria: mucha más provocación que reflexión
Euphoria
Nuestra opinión: buena
(Estados Unidos/2019). Creador: Sam Levinson. Elenco: Zendaya, Hunter Schafer, Alexa Demie, Jacob Elordi, Barbie Ferreira. Disponible en: HBO (los domingos, a las 23), HBOGo y Flow.
La nueva serie adolescente de HBO asume el desafío –y eleva el estandarte– de realizar una primera radiografía de los nacidos después de 2000, los conocidos como centennials. En ese cóctel, que asume un gesto provocador antes que reflexivo, junta los males y favores de una época con una estética deudora de los tiempos de Instagram, marcada por el dominio de la inmediatez y la interrupción. Su creador, Sam Levinson, tiene en claro dónde quiere poner el foco: la convivencia de la adolescencia con las nuevas y variadas drogas, la construcción de las identidades fluidas, la experiencia del sexo en la era de la mediatización. Sin embargo, en ese juego el tono oscila entre el comentario afilado y la provocación vacía, línea que amenaza con tornarse más difusa con el correr de los episodios.
Hace ya varios años la serie británica Skins se aventuró en el retrato de la juventud del nuevo milenio. La ciudad de Bristol ofrecía un espacio acotado para la convivencia de un grupo de colegiales cuyas vidas se veían marcadas por el consumo de drogas, la violencia social y el contexto económico. En Euphoria se repite la operación de usar un mundo acotado por los límites del cinismo que su propia protagonista dispensa en su relato. Ella es Rue (una asombrosa Zendaya), una adicta que regresa de rehabilitación para correr a la casa del dealer en busca de una nueva dosis. Esa mirada externa sobre su propia suerte es la que impera también en el retrato de sus vecinos y congéneres, hormigas puestas con cuidado en el vidrio de su microscopio.
El problema de ese ejercicio de tímida misantropía es que varios de los personajes pierden su peso y se desgranan en apenas una serie de ocurrentes observaciones. Sin embargo, la misma Rue es la que gana, ya que su personaje, aun en esa carrera de progresiva autodestrucción, es el más interesante de todos. Su amistad con Jules (Hunter Schafer), la recién llegada al colegio, la chica trans que prueba su atractivo en sesiones de sexo riesgoso, es lo más íntimo que la serie consigue, porque no busca más que poner ese sentimiento en escena.
Muchas de las escenas más provocadoras –como la del desnudo frontal de Eric Dane–, al igual que la forzada doble moral de varios personajes, que encubren su identidad con avatares sugerentes, parecen estar al servicio de ese efecto de alerta y secreto escándalo. Pero otras son capaces de construir una tensión subterránea –como el encuentro de los dealers en la casa de Fezco–, hábil en transmitir esa inquietud de la que quiere hacer gala.
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