Juliana Lafitte, Manuel Mendanha y Agustina Picasso escaparon del siempre celoso circuito de las galerías y llegaron hasta el programa de Susana Giménez. Entre retratos de jamón crudo y fotos porno reproducidas con alimentos, reivindican su mix social y le apuntan a la Bersuit. Comer tus galletitas con toda devoción.
"Bueniiisssimoooo"; "ma-ra-vi-yosso", "¿La verdad? ¡Me encantó!"... Así se expresan, conversando en la amplia y paquetísima vereda de maman, en plena Avenida del Libertador, un grupo de señoras (viejas) a las que les cabría el arcaísmo de bienudas, re esculpidas a su vez por otros artistas (cirujanos plásticos). ¿Maravilloso? La exhibición de los pibes de Mondongo (en realidad, dos pibas y un pibe) tiene una apariencia maravillosa, sí... Pero, como en el cuento de Caperucita Roja y el Lobo (que aquí aparece recreado en una serie de doce obras hechas en plastilina), las apariencias engañan: la materia prima de estas obras redimensiona, ética y estéticamente, visual y olfativamente, todas las obras de Esa boca tan grande, la muestra que los puso justamente en boca de todos.
Por "materia prima" entendemos los elementos que usan para sus obras: galletitas dulces, fiambres, carnes ahumadas, salchichas de cerdo, queso... pero también vidrios, plumas de marabú, palitos chinos, plastilina, espejos... Cualquier cosa les sirve a los Mondongo para inventar su lenguaje. Y eso, como se comprobó en 2004, da que hablar.
Desde su primera muestra, en noviembre de 2000 en el c.c. Recoleta, un verdadero atentado a la estética convencional, una pesadilla que los espantó incluso a ellos mismos, los Mondongo han recorrido un trayecto estelar. Amados y odiados por igual, tal como lo sugieren las leyes del éxito, los miembros del grupo Mondongo lograron trascender el ambiente de la plástica pero, más importante aún, pudieron desarrollar un estilo, una identidad creativa que hace que sus obras sean legibles en forma casi inmediata y que cumplan los requisitos de impacto y complejidad, tanto desde lo técnico (en una de las obras se usan 300 mil palitos chinos) como desde lo conceptual. Como ejemplo basta mencionar la Serie Negra, imágenes porno bajadas de internet ("lo más vulgar entre lo vulgar") pero hechas con galletitas dulces.
"Para nosotros, esta muestra es como un nacimiento", dice días después del parto Juliana Lafitte (1974). ¿Nace una estrella? "Las apariencias engañan", abre el juego Manuel Mendanha (1976) en su taller, en Plaza Italia.
Mendanha: Nuestra apariencia quizás es que somos re fashion, que estamos rodeados de gente de guita... y nada que ver. La gente quizá nos ve como un suceso, pero nosotros estamos todo el día encerrados acá, trabajando.
Lafitte: También nos preguntan a veces si no nos la creemos... ¿Creérnosla de qué, si estamos hechos teta?
Los mondongo, un grupo de amigos con códigos propios puertas adentro, tienen claro que el trabajo es una de las claves detrás del fenómeno. Afortunadamente, aunque no se las dan de ingenuos ("no somos ingenuos ni ahí", aclaran a coro), lo cierto es que su actitud es la de "tirar la casa por la ventana".
Lafitte: Gastamos toda la plata que entra en lo que hacemos. Nuestras obras son carísimas. Si hay algo que nos reprocharon fue justamente que gastamos todo lo que tenemos en cada muestra.
Pero sí hay en sus decisiones estéticas cierta inocencia: los Mondongo son, a su manera, inconformistas y rebeldes. Ahora llega al taller Agustina Picasso, la otra integrante del grupo. Cual Gatúbela porteña, arriba en una imponente 4x4, con guantes y ropa de cuero negro, custodiada por un grandote onda Matrix, que contrasta con su sensualidad deliberadamente felina. Mirándolos bien, los Mondongo parecen estrellas de rock. Tanto que hasta las revistas se ocuparon de los flirts noctámbulos de Agustina con Joaquín Levinton, presente en la inauguración de la muestra. "¡Me parece re lindo el enano! Me encantó. Me dijo que nunca le había interesado el arte, pero que lo nuestro lo había impresionado. Sobre todo por cómo trabajamos, porque según él lo suyo es la vagancia. Me dijo que le parecía increíble la disciplina que teníamos."
Picasso: Yo escuché un par de temas en la radio y no estaban para nada mal...
Mendanha: No lo digo por ellos, pero el rock está en coma.
Lafitte: Ay, sí, déjense de joder con eso de la argentinidad al palo... ¿Qué es eso?
Eso es lo que les pregunto: ¿qué es eso?
Lafitte: Mmm... La exacerbación de la decadencia argentina. No sé de dónde sale esa decadencia nostálgica. A mí me parece tremendo que todos festejen eso.
Picasso: Me parecen un bajón. A mi hijita le hago escuchar música clásica. Eduardo [Constantini, su esposo] escucha un montón de música clásica. A mi hija si le pongo The Clash se enoja.
Entre la fama y el trabajo artesanal (hay que tener una paciencia que linda con la locura para pegar 64 mil vidrios y confiar en que, al final, va a aparecer una imagen), los Mondongo aprendieron que en la publicidad puede haber algo muy punk. Si, como decía un amigo melómano, cada grupo tiene su Andy Warhol, el de los Mondongo es un escritor: Fogwill.
Lafitte: La primera vez que vino al taller estaba la música re fuerte y él dijo: "Apagá esa música que es insoportable. ¡Apagala o rompo la computadora!". Y, como nadie le daba bola, se levantó y nos rompió la computadora. Igual seguimos siendo amigos.
Picasso: Fogwill pasa por acá cada semana y nos dice que somos tres pelotudos.
Lafitte: Cuando estamos nosotras dos solas, nos dice que somos dos boludas. Y que lo único que vale es la pija.
¿Y la Serie Negra? ¿Por qué se metieron con la pornografía? ¿No era algo obvio?
Lafitte: A mí me deprime. Para mí, la pornografía es sinónimo de muchas tendencias. No se agota solamente en la explotación sexual. En lo personal, a la serie porno la puedo enganchar desde el lado de la violencia. Lo que pasa es que la pornografía puede ser lo más sensual del mundo. Satán es lo más sensual y seductor que existe en el mundo.
Me parece que el porno es apenas el Satán de Hollywood...
Lafitte: ¡No, mi amor! Yo vengo de una familia evangélica, he presenciado exorcismos, no me vengás a decir a mí lo que es. No me digás que me lo vendió Hollywood porque vengo de la villa y conocí a Satán en la villa. Ahí hay mucho satanismo y muchos exorcismos.
Desde su nombre (¿a quien se le podría ocurrir ese chicle carnoso y barato como nombre para un grupo de arte?), hay en los Mondongo una cierta dosis de incomodidad en relación con el mundo de los objetos; tanta que se hicieron famosos por retratar a los reyes de España con espejitos, como los que los conquistadores les entregaban a los indios a cambio de oro, según cuentan los manuales de historia.
Picasso: Somos como una banda de rock, pero sin cantante ni compositor principal.
Lafitte: ¡Eramos pintores! Y nuestra salvación era pintar. Pero de golpe apareció la posibilidad de hacer algo juntos y vimos que la potencia se fue al mil por ciento. Y encima, desde hace muy poco, surgió para nosotros la posibilidad de vivir de esto. Es todo muy surrealista.
Picasso: Yo no entiendo cómo suceden un montón de cosas entre nosotros. Soy fóbica social. De hecho me tuve que ir de la [escuela de artes plásticas] Prilidiano Pueyrredón porque me daba pánico estar con gente, no podía pintar con otras personas, así que pintaba sola. Pero, sin embargo, con ellos logré superar todo eso y, encima, los resultados que se generaron en cada muestra superaron totalmente nuestras expectativas.
Mendanha: Para mí, la superación humana pasa por enfrentarse a los problemas y tratar de superarlos, no por encerrarte en vos mismo. Hay muchos que trabajan muy bien solos, pero yo creo que en este momento la onda es juntarte con la gente con la que tenés cierta conexión y darle para adelante. Hay un ambiente espeso. Por eso estoy todo el día acá trabajando. Me da placer. Siento que trabajando uno lucha por cambiar la energía.
Lafitte: No hay otro tema; ése es el único tema de la vida: cambiar la energía. Yo creo que la base de todo es no aceptarse: no aceptarse a uno mismo, los errores que uno tiene. Eso te lleva a una reestructuración. Y esa actitud te da belleza.
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